miércoles, 30 de diciembre de 2015

CUANDO BEAU BRUMMELL CONOCIÓ AL PRÍNCIPE GEORGE

Hola a todos.
Seguimos rindiéndole un particular tributo al que fue, sin duda, el Árbitro de la Elegancia, Beau Brummell.
En esta ocasión, os quiero contar cómo se conocieron Beau Brummell y el hombre que tanto iba a cambiar su vida, el Príncipe George.
El joven Príncipe de Gales era bastante extravagante en todos los aspectos. Incluida, su manera de vestir era particularmente estrafalaria.
Un día, se encontraron en una tienda situada en Green Park. George Brummell estaba allí hablando con la propietaria de la tienda. Entonces, una pareja entró en el local. Era una mujer, la marquesa de Salisbury, María Amelia. El hombre era el joven Príncipe de Gales. Nuestro querido Prinny...
Brummell nunca se cortaba a la hora de hablar. Se dirigió al joven Príncipe y le criticó abiertamente su manera de vestir. Lucía una impecable corbata. Pero el chaleco, la camisa y el pantalón no eran los más acertados. Los zapatos eran a la última moda, de punta afilada.
El corte de la camisa no era el mejor. Lo mismo se puede decir del corte de su chaqueta de cola. Además, el Príncipe estaba gordo.
No supo defenderse.
Admiró la altura de Beau Brummell. El hecho de que se trataba de un joven atractivo. Sentía admiración hacia él. Una admiración no exenta de envidia...
Decidió que debía de formar parte de su grupo de amigos. Comenzaba para Beau Brummell su época de mayor esplendor. Sin embargo, su manera de hablar tan clara y directa le llevó a perder el favor del Príncipe.
Pero eso será otra historia.

martes, 29 de diciembre de 2015

EL ARREGLO DE BEAU BRUMMELL

Hola a todos.
El fragmento de hoy tiene como protagonista a Beau Brummell, el hombre más elegante de la Inglaterra de principios del siglo XIX.
Durante los dos próximos días, se le rendirá un especial tributo en este blog.
Beau Brummell tardaba la friolera de dos horas en vestirse. Incluso, los amigos de éste acudían a su casa para ver cómo se vestían. Tal cual y como estoy contando.
Todos esperaban con verdadera ansia el ver cómo se ponía ¡la corbata!
Beau Brummell no se ponía la corbata como lo hacía la mayoría de las personas en aquella época. No se enrollaba una tira alrededor del cuello hasta que se anudaba. Él lo hacía de otro modo.
Se levantaba los cuellos de las camisas que se ponía. Eran cuellos que eran bastante grandes. Acto seguido, se anudaba la corbata.
Un proceso fácil...¿No creen? La realidad es bien distinta. Os lo voy a explicar.
Beau Brummell tardaba muchísimo tiempo en anudarse la corbata. Era debido a su manera de hacerlo. Ensayaba muchas veces. Podía realizar hasta más de veinte intentos de ponerse bien la corbata. Era muy perfeccionista. Cada vez que se equivocaba, arrojaba la corbata al suelo. Cogía otra nueva.
Llevaba su perfeccionismo al extremo. Exigía elegancia en los demás. Y, al mismo tiempo, se la exigía a sí mismo.
Finalmente, lograba el ansiado resultado. Como podéis ver, Beau Brummell siempre ha sido una persona que ha destacado por encima de todos en un aspecto. Su manera de vestir.

lunes, 28 de diciembre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi blog novela Ecos del pasado. 
Sigue avanzando la relación entre Melinda y Martin. Por el contrario, Charlotte y Alexander están cada vez más alejados.
¡Veamos qué ocurre!

                               Era ya algo oficial. Martin quería hacer oficial que iba a casarse con Melinda.
                               Así se lo comunicó una tarde a Jane cuando ambos estaban en el salón. La joven se quedó perpleja.
                               De algún modo, tenía la sensación de que todo estaba ocurriendo demasiado deprisa.
-No veo la hora de convertir a Mel en mi mujer-le anunció Martin-Quiero que todo el mundo lo sepa. ¡Madre tiene que saberlo!
-Madre sufrirá un soponcio cuando se entere-le advirtió Jane.
-No encontrará nuera mejor que Mel, Janie. ¡Será una magnífica condesa de Moreland! ¿No te parece?
-Sí...
                            Melinda escuchó el rumor una tarde. Estaba visitando a la modista. Mientras miraba unas telas, la aprendiza de la modista le preguntó cuándo iba a casarse con el joven lord Moreland.
                            Martin estaba encantado. Quería organizar una fiesta por todo lo alto para celebrar su compromiso. Visitaba a Melinda todas las tardes.
-Una fiesta...-titubeó la joven cuando Martin le comentó su idea.
-Entiendo que tu prima esté aún de luto por la muerte de su prometido-afirmó el joven conde-No habrá fiesta si no quieres. No quiero ofenderla.
                          Melinda sentía que la cabeza le iba a estallar.
-¿No estás contenta?-le preguntó Martin-¿No te alegras?
                          Melinda guardó silencio porque no sabía qué responderle a aquel joven que se había hecho poco a poco un hueco en su herido corazón.
                         Martin le cogió la mano. Se la besó.
                         Sí, era bastante audaz a la hora de robarle besos. Melinda acababa correspondiendo a esos besos.
                         Le parecía que era suficiente lo que Martin hacía.
                        Quería saber lo que sentiría al estar entre sus brazos.
                        Charlotte estaba contenta porque veía a su prima feliz. En cambio, sentía que no podía ser feliz. Evitaba a Alexander adrede, pero sabía que él se acercaba a su casa sólo para verla a través de una ventana. Deseaba poder ir a su encuentro, pero no se atrevía a dar aquel paso.
                        Martin y Jane acudieron a cenar a la casa de los Stanyon.
                        Melinda se alegró de corazón de ver a su amiga.
                        Jane la besó en las mejillas.
                        La criada sirvió la cena.
                        Dieron cuenta a los postres de un pudin de pan y mantequilla. Jane apenas probó bocado.
-¿Te encuentras bien?-le preguntó Martin.
-Estoy muy bien-respondió Jane.
-Creo que deberías de ver a madre. Ella te echa mucho de menos.
                       Jane se giró hacia Charlotte, quién estaba sentada a su lado.
-¿Tú crees que Melly está cometiendo un error?-le preguntó.
-Yo creo que está enamorada de Martin-respondió Charlotte-¿Acaso piensas lo contrario?
                       Jane suspiró.



-Sólo me preocupa que no sea feliz con mi hermano-contestó Jane-Es un buen chico. Pero...
-¿Qué ocurre?-se inquietó Charlotte.
                       La criada sirvió café tras la cena.
                      Jane conocía la afición de Martin por la ropa.
                       Se había gastado una fuerte suma de dinero en ella.
                     Era el único vicio que se le conocía.
                     En aquel momento, Jane deseó estar de vuelta en el convento. Despreciaba aquel apego a algo tan banal como la ropa. ¡No servía de nada!
-No creo que puedan ser felices juntos-contestó Jane-Tú no conoces a mi hermano.
                     Charlotte miró a Melinda. Suspiró al pensar que su prima no tenía que esconderse de nadie. Podía estar con el hombre al que ella realmente amaba.
                      Su corazón se encogió al recordar a Alexander. Se odiaba a sí misma por amar a aquel canalla. Debía de recordar que era un miserable traidor. Y, sin embargo, si seguía viva era gracias a que él estaba vivo.
                      Echaba de menos el recibir sus besos, tan llenos de amor.
-No creo que tu hermano sea un mal hombre-opinó Charlotte-Yo veo que ama sinceramente a mi prima.

domingo, 27 de diciembre de 2015

ADESTES FIDELES

Hola a todos.
Dado que es Navidad, se me ha ocurrido subir a los distintos blogs que tengo villancicos.
Considero que es una manera muy bonita de celebrar estas entrañables fiestas.
Son días que deberían de ser felices e invitarnos a que nos sintamos más unidos a los demás. A que aflore lo mejor que hay en nosotros mismos.
El villancico que os traigo se titula Adestes fideles y es un precioso tema que empezó a sonar en el año 1797 en la misión portuguesa que había en Londres. Sin embargo, la composición de este tema es más antigua, ya que podría venir del siglo XVII.
Se desconoce el nombre del autor, pero existen tres candidatos, entre los que está el Rey de Portugal, Juan IV.
Os dejo con este precioso tema en boca del gran Andrea Bocelli.


sábado, 26 de diciembre de 2015

CONTENTA

Hola a todos.
En un plano general, puedo decir que estoy contenta.
No estoy contenta sólo porque sea Navidad.
Estoy contenta por otros motivos. Me siento mucho más animada que otras veces. Me siento en paz con todo el mundo. Tengo algunos motivos que me invitan a sonreír.
A mirar al mundo con entusiasmo.
Y eso me gusta. ¡Me gusta estar tan animada!

martes, 22 de diciembre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
No me ha tocado nada en el Sorteo del Gordo de la Lotería.
Por ese motivo, me voy a animar escribiendo un poco.
Y aquí os traigo un nuevo fragmento de mi blog novela Ecos del pasado. 
En este fragmento, Jane recuerda los momentos que vivió en el convento.
Es un fragmento más bien cortito, pero, aún así, deseo de corazón que os guste.

                              No terminaba de acostumbrarse a la vida que llevaba fuera del convento.
-Venga, hermana María Ligia-le decía su compañera de celda-¿No ha escuchado la campana? Es hora de ir a la capilla a rezar.
-Tengo mucho sueño-contestaba Jane.
-No sea perezosa. La pereza es uno de los Siete Pecados Capitales.
-Lo sé. Es sólo que no termino de acostumbrarme.
-Seguro que se acostaba a estas horas cuando asistía a uno de esos bailes. Debió de ser muy afortunada.
                           Entonces, Jane permanecía acostada sobre el colchón de paja. ¿Era realmente afortunada?
                           A pesar de todo, añoraba la vida que llevaba en el convento.
                           Le gustaba trabajar en el huerto que había en la parte trasera. Le gustaba ir a rezar a la capilla. En aquellos momentos, sentía cómo una paz infinita se apoderaba de ella. Cuando rezaba, los dolorosos recuerdos que la atormentaban se alejaban de su mente.
                          Jane había sido feliz cuando hablaba con la hermana boticaria. Cuando ayudaba en la cocina del convento.
                          Nunca se había atrevido a confesarle al capellán aquello que tanto le hacía daño. Pensaba que había sido culpa suya.
                          Había confesado numerosos pecados. Como el hecho de que todavía añoraba el poder mirarse en un espejo. O que deseaba poder lucir un bonito vestido.
                         Martin había instalado un reclinatorio en la habitación de Jane. De aquel modo, la joven podía rezar todas las noches.
                         Sin embargo, no era suficiente. Jane no sabía qué hacer con su vida. Mientras rezaba arrodillada en el reclinatorio, Jane tenía la sensación de que no había un lugar en el mundo para ella. Unos golpes que sonaron en la puerta la sobresaltaron. Martin entró en la habitación.
                         Jane se giró al tiempo que se ponía de pie.
-Nuestra madre me ha escrito-le informó su hermano-Quiere venir a verte. Le he escrito pidiéndole que no te obligue a ir a Londres.
-Me alegraré mucho de ver de nuevo a madre-afirmó Jane.
-Janie, estoy preocupado por ti.
-Me encuentro bien, hermano.
-Quiero creer que me estás diciendo la verdad.
-¡Es que no te estoy mintiendo! Soy muy feliz de estar de nuevo a tu lado.

viernes, 18 de diciembre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
El fragmento de hoy me gustaría dedicárselo a una buena amiga. Se trata de Judith Álvarez, más conocida como Citu.
Citu, amiga, espero que te guste este fragmento. Te lo dedico con todo mi cariño.
Y es que este fragmento está protagonizado por la otra pareja de la historia, Melinda y Martin.

                           Melinda tenía los labios hinchados por los besos que le había dado Martin.
                           Era cierto que él la besaba con más pasión que su antiguo prometido.
                           Melinda no se atrevía a mirarle a los ojos. Martin se había colado en su corazón casi sin darse cuenta.
                           Su corazón latía a gran velocidad. Estaba dando un paseo por la orilla del río Támesis en compañía de Martin. Y él se estaba portando de un modo bastante atrevido.
                         Sin embargo, Melinda estaba encantada. Por algún extraño motivo, la pasión que demostraba sentir Martin hacia ella la halagaba. Sabía comportarse como el caballero que era.
-Te ruego que me perdones-se disculpó Martin-Te estoy asustando.
-No estoy en absoluto asustada-afirmó Melinda.
-Mi comportamiento hoy está siendo deleznable.
                          Melinda disimuló una sonrisa. Hacía mucho tiempo que Martin y ella se conocían. Pero nunca antes había experimentado por él nada parecido a lo que estaba sintiendo.
                         ¿Acaso se estaba enamorando de Martin? Aquel pensamiento pilló desprevenida a Melinda. Podía ser cierto. Podía estar enamorándose de él.
                         Martin no dudó en besarla de nuevo. La besó con pasión al tiempo que su lengua se introducía en el interior de la boca de Melinda. La joven rodeó el cuello de Martin con los brazos. Le devolvió aquel beso con intensidad.
                        Se sintió rara cuando se separaron.
-Será mejor que me lleves a casa-le pidió-Tío Héctor me estará esperando. Igual que Charlie...
-¿Dónde se metió tu prima ayer por la tarde?-le preguntó Martin-Tardó mucho en volver.
-No me ha querido contar nada.
                          Melinda quería olvidar lo ocurrido la noche antes. Sin embargo, Martin se lo estaba recordando. Dos criados colocaron sendos jergones en el cuarto de Jane.
                         Charlotte y Melinda se quedaron a dormir allí a dormir. Charlotte había vuelto pasadas tres horas.
                        Jane y ella se retiraron enseguida. Martin y Melinda se quedaron hablando durante un rato en el salón. El joven conde le habló de matrimonio. Y Melinda no supo qué contestar. Tenía la sensación de que todo estaba ocurriendo demasiado deprisa. Martin no se daba cuenta.
-Quiero pensarlo-le dijo.
                      Martin estaba dispuesto a esperar a Melinda todo el tiempo que hiciera falta. Se daba cuenta de que estaba logrando abrirse paso en el corazón de la joven.
-En el fondo, sientes hacia mí lo mismo que yo siento hacia ti-sentenció Martin.
                      Melinda no sabía qué pensar. Tenía la mente hecha un lío. Le resultaba muy difícil rechazar a Martin.
                     No iba a volver con su antiguo prometido. Éste la había olvidado. Martin era distinto a él. Martin la amaba de verdad.

 

                           La manera en la que Martin besó a Melinda, con tanta intensidad que se mareó, así se lo confirmó.
                           No pudo conciliar el sueño aquella noche. Jane parecía removerse inquieta en su cama. Y sospechaba que Charlotte tampoco podía dormir.
                         Podían sentarse a hablar.
-Janie...-llamó-Charlie...
                         No obtuvo respuesta alguna.
                         Melinda necesitaba hablar con alguien. Necesitaba contarle a alguien que estaba sumida en un mar de dudas. ¿Debía dejarse llevar por todos los sentimientos que Martin despertaba en ella? ¿Debía de controlarse? Podía volver a resultar herida.
                        Martin la besaba con amor.
                        No podía apartar aquella certeza de su mente. Martin estaba enamorado de ella. Martin no era como su antiguo prometido. Martin nunca le haría daño. Y, en el fondo, era algo que sabía muy bien.
                         Melinda no quería pensar en la noche anterior.
-Vuelvo a decirte que necesito tiempo-le dijo a Martin, de vuelta al presente-Dame tiempo.
-Está bien-cedió el joven conde.
-Siento que he empezado a sentir algo muy fuerte por ti. Y no es amistad.
-Sólo por eso, vale la pena esperar, Mel. En el fondo, también me amas tanto como yo te amo a ti.

jueves, 17 de diciembre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de Ecos del pasado. 
Esta historia avanza lentamente. Estoy muy contenta porque ya ha cogido impulso y he logrado enderezarla después de tres años de peleas con ella.
De momento, la cosa avanza, aunque sea despacio.
Vamos a ver lo que ocurre en este fragmento entre Charlotte y Alexander.

                           Alexander creía que iba a volverse loco. No se sentía capaz ni de concentrarse en el mensaje que tenía que descifrar.
                          En lo único que pensaba era en estar con Charlotte.
                          Las pocas veces que había visto a Charlotte había sido en compañía de su prima Melinda. Si salía a dar un paseo, Melinda iba con ella. Si Melinda iba a visitar a lord Martin, era Charlotte la que la acompañaba. Alexander ya sabía que el joven conde de Moreland se había instalado en la isla. Y que su hermana, que había decidido tomar los hábitos, había abandonado el convento temporalmente para vivir con él.
                        Sin embargo, aquella tarde, Melinda tomó la decisión de quedarse a cenar con Martin y con Jane.
-Iré a avisar a papá-se ofreció Charlotte.
-¿Te quedas tú también a dormir aquí?-le preguntó Jane.
-Sólo si tú quieres.
-¡Me encantaría! Avisa a sir Héctor.
                      Charlotte agradeció el poder salir de la casa de lord Martin.
                     Le agradaba la compañía de Jane. Sin embargo, había percibido cierta tensión entre Martin y Melinda. Era evidente que su prima estaba muy confundida con respecto a sus sentimientos hacia el joven.
-Me estás evitando-dijo una voz a espaldas de Charlotte.
                       La joven se detuvo al escuchar aquella voz. Sabía que era Alexander. Hizo ademán de querer proseguir su camino. Pero el joven aceleró el paso y se puso delante de ella.

 

-Déjame-le ordenó la joven con voz dura.
-Perdóname, Charlie-se disculpó Alexander-Pero necesitaba verte.
-¡Nadie debería de verme contigo!
                          Charlotte no sabía qué sentir.
                          Estaba furiosa por ver de nuevo a Alexander. Pero, por otro lado, su corazón daba saltos de alegría.
                          Miles de pensamientos cruzaron su mente. Deseaba salir corriendo en dirección a su casa.
                          Deseaba insultarle. Deseaba irse con él a los confines del mundo.
                          No sabía lo que quería hacer. Estaba furiosa con Alexander porque se negaba a olvidarse de ella. Estaba furiosa consigo misma porque no era capaz de olvidarle.
-Charlie, no puedo sacarte de mi cabeza-se sinceró Alexander con fervor-Te llevo metida aquí dentro-Se señaló el pecho-Te siento en todas partes. Charlie, te lo ruego, no nos hagamos más daño. Ven conmigo. Iremos a Francia. Sigo pensando en irme a vivir allí. Quiero alistarme en el Ejército Francés.
-¡Eres un maldito traidor!-gritó Charlotte con rabia-¿Cómo te atreves a contarme lo que piensas hacer?
                         La idea de irse a Francia con Alexander pasó por la mente de Charlotte. Era una idea tentadora.
                        Sin embargo, su deber era quedarse en The Lynch. Su padre la necesitaba.
-Piensas igual que yo-le aseguró Alexander.
                        Los dos pensaban que otra Inglaterra era posible. Una Inglaterra libre de un Rey loco...Y de un Príncipe más preocupado por sí mismo que por su pueblo...
                        Francia lo había logrado.
-Inglaterra es el país donde hemos crecido-le recordó Charlotte.
-Y amo a Inglaterra-afirmó Alexander-Por eso, es necesario cambiar las cosas. Charlie, sé sincera. ¿Ves normal que el Príncipe gaste fuertes sumas de dinero en banquetes?
-Hablas igual que el Primer Ministro.
-A Pitt le han dado la patada sólo por decir lo que pensaba. Ya no es el Primer Ministro.
-También leo The Times. 
                       Charlotte sabía que Alexander tenía razón. La destitución de William Pitt había sido porque había sido sincero.
                        Le decía la verdad al obeso Príncipe a la cara. No era como los pelotas de los que se rodeaba. Había pecado de honestidad. Por eso, el Príncipe George le odiaba.
                       Quería decirle a Alexander que tenía razón. Pero eso significaba reconocer que pensaba como él. ¡Y no era así! Ella no era una traidora.
                       Sólo había cometido un error. Se había enamorado de un traidor. Había confiado en él.
                       Alexander se acercó a Charlotte. Había algo en ella que le atraía como un imán.
                      Sus ojos luminosos...Su rostro...
-Charlie, piénsalo bien-insistió Alexander.
                      Cogió las manos de la joven y se las besó.
                     Charlotte pudo sentir el calor que desprendía el cuerpo de Alexander. Podía sentir su fortaleza. Los latidos de su corazón...
                     Alexander la abrazó con fuerza.
                     Charlotte sintió cómo sus fuerzas flaqueaban. No pensó en huir.
                      Quería quedarse allí. Quería estar con Alexander. Podía mentirse a sí misma. Pero no podía mentirle a él. Le amaba más que a nada en el mundo.
                      Y él lo sabía.
                     Charlotte se olvidó de todo mientras yacía en el suelo sintiendo encima de ella el cuerpo desnudo de Alexander.
                     Mientras él la acariciaba. La abrazaba. La estrechaba contra su cuerpo. Charlotte se estremeció con violencia al tiempo que los dos se besaban con frenesí. Alexander besó una y otra vez el cuello esbelto de Charlotte. Succionó con suavidad los pezones sonrosados de la joven al tiempo que la oía gemir.
-Te amo, Charlie-le susurró con la voz entrecortada.

martes, 15 de diciembre de 2015

FRAGMENTO DE "ECOS DEL PASADO". INVITADO ESPECIAL: BEAU BRUMMELL

Hola a todos.
No he podido resistirme a la tentación de incluir, aunque sólo sea de mención, a este personaje histórico que puede despertar envidias (supo relacionarse con la flor y nata de su tiempo) como antipatías (era un derrochador que nunca escarmentó).
Se trata, como no, de sir George Bryan Brummel, más conocido como Beau Brummell. 
Os dejo con este fragmento protagonizado por un aprendiz de Brummel: lord Martin, conde de Moreland.

                                     Martin había trabado amistad con un joven que era el hijo del Gobernador de Berkshire. Se habían conocido cuando ambos estudiaban en Oxford.
                                 Fueron compañeros de cuarto y Martin solía escribirse con aquel joven al que había llegado a admirar. George Bryan Brummell había sido apodado Beau, que significa El Bello. Venía de familia más bien modesta, pero, gracias a su padre, la familia había logrado prosperar.
                             Beau poseía una lengua afilada. Solía hacer toda clase de comentarios acerca de la manera de vestir de sus compañeros. Pero su manera de vestir había causado sensación y Martin deseaba fervientemente ser como él.
                            Lo último que el joven conde había sabido de su amigo era que había dejado el Ejército porque no podía asistir a todas las fiestas a las que era invitado. La idea de casar a Beau con Jane había pasado por la mente de lady Moreland. Sin embargo, Beau era un joven demasiado frívolo y superficial. Jamás habría hecho feliz a una joven como Jane.
                          Martin releyó la carta que le había escrito su alarmada madre. En opinión de lady Moreland, su hijo estaba cometiendo varios errores.
                          No terminaba de ver con buenos ojos su relación con Melinda. A pesar de que la propia lady Moreland admitía que no iba a encontrar mejor partido que la joven.
                         Y, luego, estaba el asunto económico. Lady Moreland había descubierto que su marido había dejado un agujero en la fortuna familiar considerable. Lord Moreland tenía una fama terrible cuando se casaron. Ella, desesperada por prosperar por la vía rápida, hizo caso omiso de las advertencias.
                        Creía que Martin sería más comedido que su padre. Pero el joven conde estaba despilfarrando lo poco que quedaba de la fortuna familiar en ropa. Algo que disgustaba terriblemente a lady Moreland.
                         Finas camisas...Corbatas...Sombreros...Guantes...Bastones...
                         Martin viajaba con frecuencia a Maidenhead para visitar al sastre que vivía allí. Gastaba una fuerte suma de dinero en adquirir nuevas prendas. Quería ser como Beau. Quería ser tan elegante como él.



                              Jane entró en aquel momento en el salón donde estaba su hermano. Llevaba puesto un vestido de color blanco. Martin dejó de leer la carta.
-¿Cómo te encuentras?-le preguntó con dulzura.
-Quiero ir a ver a Mel-respondió Jane.
-Iremos a verla dentro de un rato.
-¿Estás leyendo una carta de madre?
-Piensa que me he vuelto loco. Opina que un hombre no debería de pensar en su vestuario. Que esas cosas son más propias de mujeres. No lo entiende. Los hombres siempre estamos compitiendo entre vosotros.
-Sí...Habláis de quién tiene más amantes. De quién practica mejor la esgrima. Eran las conversaciones que padre tenía con sus amigos.
-También nos preocupamos de nuestro vestuario, Janie. No podemos perder ni siquiera en ese ámbito.
                          Martin recordó que hacía mucho tiempo que no le había escrito ni una miserable línea a Beau. Su amigo iba a pensar que se había olvidado de él. Martin creía que también podía conquistar el corazón de Melinda vistiendo igual que un Rey. Después de todo, el antiguo prometido de la joven era un hombre muy elegante. Lord Moreland había sido un hombre hosco y rudo. Pero estaba dotado de una extraña elegancia. Martin debía de ser como todos aquellos hombres.
                          Así, lograría lo que realmente deseaba. Ser amado de una vez por todas por Melinda.

lunes, 14 de diciembre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Mi blog novela "Ecos del pasado" avanza muy despacio. Sin prisa, pero también sin pausa.
Aquí os dejo un pequeñísimo fragmento.
EldanY, te dedico este fragmento. Tú me dijiste una vez que una historia debía de avanzar. Aunque sólo se escribieran dos líneas.
¡Y eso hago!

-Hace mucho que no sabemos nada de Alexander-comentó Melinda.
-Ha entendido que no quiero volver a verle-alegó Charlotte.
                       Las dos primas se dirigían a la casa que Martin había arrendado en la isla.
                      Iban a ver a Jane.
                      A Melinda le había costado trabajo reconocer a su mejor amiga.
                      Pensar en Jane le ayudaba a no pensar en Martin. En cierto modo, ignoraba en qué situación se encontraban. Martin hablaba de casarse con ella. Aún no le había hecho una oferta formal de matrimonio.
-Deberías ir tú a buscarle-le aconsejó a Charlotte.
-¡No quiero volver a verle nunca más!-replicó la joven.
-En el fondo, estás deseando verle, Charlie. ¿Por qué lo niegas?



-Es mejor así.
-Lord Craft está muerto. Tú no has estado nunca enamorada de él. Perdóname que sea tan clara, Charlie. Pero sólo quiero lo mejor para ti.
-Lo mejor para mí será que nos olvidemos de una vez por todas de Alexander. ¡Se acabó! No quiero seguir pensando en ese maldito traidor.
-Está bien.

viernes, 11 de diciembre de 2015

UN SAN VALENTÍN PARA REFLEXIONAR

Hola a todos.
No es el Día de los Enamorados. Es más que evidente.
Pero me apetecía hacer esta entrada. Se celebra el amor una vez al año. ¿De verdad se puede hacer?
¿De verdad? ¿Se puede celebrar el amor una vez al año?
Es un poco como la Navidad.
Una vez al año, se reúnen las familias. Es algo forzado que tengamos que estar contentos sólo porque es Nochebuena.
La alegría es algo que debe de demostrarse todos los días del año. Lo mismo que el amor debe de celebrarse durante todo el año. No basta con acordarse de la persona amada una vez. ¿Acaso los restantes días no cuentan? El amor es como una planta. Hay que cuidarla porque termina marchitándose. El amor no es algo que debe de demostrarse sólo con regalos. Los regalos están bien. Son bonitos.
Hacen mucha ilusión a quién los recibe. Sin embargo, no están sólo los regalos. Hay también otras cosas. Querer de verdad a una persona se demuestra todos los días.
A todas horas...
Una sonrisa puede levantar el ánimo del ser amado cuando está triste. Una llamada por teléfono le puede hacer ilusión. O mandarle un mensaje.
Intentar consolarla cuando está triste. Decirle lo mucho que la quieres.
Pueden parecer tonterías. Sin embargo, esa persona lo sabe agradecer. Se siente amada. Sabe que su amor es correspondido. Y eso es lo más hermoso que hay.
Las palabras se las puede llevar el viento. Por desgracia, ocurre con frecuencia.
Pero los hechos quedan patentes. Los detalles románticos también cuentan. Es bonito tener un detalle especial con la persona amada. Es otra manera de cuidar esa relación. Haciéndola sentir especial, como el primer día. No es nada fácil que una relación salga adelante. Pero el amor, si se cuida, dura toda la vida. No hay que acordarse sólo de la persona que amamos una vez al año. Hay que pensar en ella todos los días.
Lo único que podemos conseguir es alejarla de nuestro lado.
Es muy doloroso que ese amor tan grande pueda acabar por nuestra culpa.
Por eso, hay que cuidarlo. Hay que hacer lo imposible para que ese amor dure eternamente.

 Ellie y Carl, o el amor que duró eternamente.

jueves, 10 de diciembre de 2015

MÁS MEMES DE ALIENS

Hola a todos.
El día de hoy está dedicado a publicar en mis blogs memes sobre aliens. En concreto, estos memes son una mezcla. Se burlan de la posible existencia de alienígenas y, de paso, le hacen burla a un científico.
No recuerdo exactamente qué documental era, pero sí creo recordar que vi a este científico en un documental que emitieron (y eso es lo que creo recordar) en el Canal de Historia.
Confieso que me gusta ver este canal. Me gusta ver documentales de Historia. Lo sé. ¡Soy un bicho muy raro!
Os dejo con un meme que he encontrado mientras navegaba por Internet.
¿Os gusta?



No existe la teoría de la evolución. Venimos de los aliens. O eso es lo que da a entender este meme.
¿Qué pensáis?

miércoles, 9 de diciembre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
En el fragmento de hoy, veremos cómo llega a The Lynch la hermana de Martin, Jane.
¿Qué pasará?

                                 La Madre Superiora decidió que lo mejor para la hermana María Ligia era abandonar el convento durante una temporada.
                                  Así se lo comunicó a la joven. El médico había determinado que la causa de la enfermedad que aquejaba a la joven novicia era una profunda melancolía.
                               La hermana María Ligia fue convocada al despacho de la Madre Superiora. Ésta le informó acerca de su decisión.
                               Durante el trayecto en barca desde Slough hasta The Lynch, la hermana María Ligia sintió el deseo de arrojarse a las frías aguas del río Támesis. No estaba preparada en absoluto para volver a la vida fuera del convento.
                               Se recordó a sí misma que aquella estancia fuera del convento sería algo temporal. Después de eso, podía volver a aquellos muros donde había encontrado algo que había perdido. Había sentido que estaba a salvo. Nadie volvería nunca más a hacerle daño. Las lágrimas rodaron sin control por las mejillas de la joven. No quería volver a sufrir nunca más.
-Ya hemos llegado, milady-le informó el barquero.
-¿Tan pronto?-se sorprendió Jane.
                             Ya no llevaba puesto el hábito de novicia. Llevaba puesto un vestido de corte sencillo. Lo cierto era que había traído consigo muy poca ropa. Sólo llevaba una maleta que no estaba del todo llena.
                            Vio que había gente en el embarcadero. Estaba su hermano con otras dos jóvenes. Una sonrisa apareció en el rostro entristecido de Jane. Era su gran amiga Melinda. La acompañaba la prima de ésta, Charlotte.
                            Había tomado la decisión de pasar unos días con Martin. No era que no quisiera ver a su madre.
-¡Janie!-chilló Martin al verla.
                            Pero lady Moreland empezaría a hacerle toda clase de preguntas. Intentaría convencerla de que debía de volver a Londres. Disfrutar de una temporada en sociedad. Y eso era algo que Jane no quería.
-¡Martin!-trinó Jane a su vez-¡Qué alegría!
                            La barca quedó varada. El barquero ayudó a la joven a bajar a tierra. Las piernas de Jane temblaron de manera ligera. Recordaba con total nitidez las veces que había ido a The Lynch para estar con Melinda. Los planes de futuro que ambas habían trazado.
                          Martin se abrazó con fuerza a su hermana. Jane lo abrazó a su vez llorando.
                          Se alegraba muchísimo de verle.
-¿Cómo estás, hermanita?-le preguntó.
-Ahora que te veo me encuentro mucho mejor-respondió Jane.
-Te habrás alegrado cuando te has enterado de la noticia. Voy a casarme con Mel.
-Estoy muy contenta.
                           Melinda se acercó a Jane y las dos se besaron en las mejillas.
-Vamos a ser cuñadas-le recordó la recién llegada-¿No estás contenta?
                           Melinda se puso pálida.
-Sí...-contestó-Estoy contenta. Y me alegro muchísimo de volver a verte.



                           Charlotte se acercó a Jane y la besó en las mejillas.
-Celebro el volver a verte-le aseguró.
-Escuché lo que le ocurrió a tu prometido-le contó Jane-Estoy en un convento. Pero las noticias llegan hasta allí. Te escribí dándote el pésame. Pero prefiero decírtelo ahora. Lo siento muchísimo.
-Gracias...
-Tu habitación está preparada-intervino Martin-Me imagino que madre estará hecha un basilisco. Deberías de ir a verla.
-Preferiría no ver a madre por ahora, hermano. Querrá presentarme a caballeros que me cortejen. O que vaya a Londres. O a Bath...No quiero hacer eso. Prefiero quedarme contigo.

lunes, 7 de diciembre de 2015

OTRO MEME DE CHUCK NORRIS

Hola a todos.
El día de hoy está dedicado a los memes de todo un mito: Chuck Norris.
De ídolo de las películas de acción a estrella de la pequeña pantalla...Y, ahora, convertido en todo un icono gracias a los memes que circulan sobre él.
En esta ocasión, os traigo este divertido meme que he encontrado navegando por Internet.
Espero que os guste.

viernes, 4 de diciembre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de Ecos del pasado. 
Es un fragmento más bien cortito y la continuación del fragmento anterior.
¿Qué va a pasar entre Charlotte y Alexander?

                                  Melinda y Martin siguieron con su paseo.
                                  No se dieron cuenta de que Charlotte se había quedado atrás.
                                  Fue Alexander el que la hizo quedarse atrás. De algún modo, la necesidad imperiosa de estar con ella fue superior a la promesa que le había hecho. Respetar la distancia que la joven había interpuesto entre ellos.
-Será mejor que te alejes de mí-le advirtió Charlotte cuando se dio cuenta de que estaba a su lado-O empezaré a gritar.
-Puedes hacer lo que quieras-le retó Alexander con firmeza.
-¡Márchate!
                                 La voz de Charlotte sonó dura.
                                 Era absurdo.
                                 De algún modo, estaba culpando a Alexander por la muerte de lord George.
-Charlie...-empezó a hablar el joven, sofocado-Entiendo que estés destrozada por la muerte de lord Craft. Respeto tu dolor.
-¡Eso es mentira!-le acusó ella con rabia-Te alegras de que mi prometido esté muerto. Pero su muerte no cambia nada.
                              Era una situación absurda.
                              Charlotte sólo quería mantenerse alejada de Alexander.
                             Su miedo era más poderoso que su amor por él. Era una maldita cobarde.
                             Su corazón se lo gritaba.
-Charlie, dejaré pasar un tiempo prudencial-le confesó Alexander-Dejaré que lleves luto por tu prometido. No era un mal hombre. Era un soldado valiente y fuerte. Lo respeto.
-¡Le odiabas!-le increpó la joven-Le odiabas porque iba a casarse conmigo. ¡Le odiaba porque pertenecía al Ejército inglés! ¡Era un patriota!
-No compartía sus ideas. Pero le respetaba como soldado.
                            Miente, pensó Charlotte.
                            En aquel momento, su corazón le gritaba que debía de hacerle caso de una vez por todas.
                            Alexander era consciente de la batalla que estaba librando su amada en su interior. Era una batalla similar a la que él había vivido en aquellos días.
                           Descifrar aquel mensaje no le había servido de mucho. No podía dejar de pensar en Charlotte. La joven le encontró más delgado que la última vez que se vieron.
                           Su rostro estaba demacrado. Le vio pálido. Una oleada de ternura la sacudió.
-¡No!-exclamó, asustada de sí misma.
-No niegues que me amas, Charlie-le pidió Alexander suplicante-Te lo ruego. No sigas haciéndonos esto. Nos amamos.
                        Alexander acortó la distancia que lo separaba de ella.
                       Sus labios se apoderaron de los labios de Charlotte. Fue un beso cargado de desesperación por ambas partes. Un beso que pareció revivir sus corazones.



-Charlie...-la llamó Melinda.
                       Asustada, la joven se apartó de Alexander.

jueves, 3 de diciembre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de Ecos del pasado. 
Vamos a ver lo que pasa hoy.

                                No podía acercarse a ella. Sin embargo, no podía quitársela de la cabeza.
                                Alexander contemplaba a Charlotte desde la distancia. La joven llevaba puesto un vestido de color negro. Por lo visto, estaba dispuesta a llevarle luto a lord George. Estaba haciendo de carabina con su prima.
                               Deseaba con todas sus fuerzas besarla. Abrazarla.
                               Sin embargo, se conformaba con contemplarla desde la distancia. Lo último que quería era hacerla sentirse mal.
                               Había pasado los últimos días descifrando un mensaje cifrado. Los Servicios de Inteligencia franceses lo habían interceptado.
                              Alexander había descubierto que iba a salir del puerto de Portmouth un barco con destino a Marsella. Llevaba un cargamento de armas destinado al contingente del Ejército Británico que estaba destinado en Marsella.
                             El plan consistía en evitar la llegada de dicho barco a su destino. Debía de enviar el mensaje a su contacto. Se encontrarían en la ciudad de Bracknell.
                             Sabía que Charlotte desaprobaría lo que estaba haciendo. Al menos, sabía que ella diría eso. Sin embargo, en su fuero interno, Alexander sabía que Charlotte estaba de su lado.
                             No la culpaba de su silencio. El Servicio de Inteligencia británico era muy bueno a la hora de usar el miedo. ¡Habían metido en la cárcel a un héroe de guerra como lo era Valiant! Nadie había puesto en duda el patriotismo exacerbado del que Valiant siempre había hecho gala. Pero había caído en desgracia ante el Narizotas. Y eso se pagaba caro.
                             Charlotte estaba haciendo de carabina con Melinda y con Martin. El joven conde de Moreland estaba dispuesto a conseguir el corazón de Melinda. Por ese motivo, iba a visitarla todas las tardes. Salían a dar un paseo.
                               Melinda no quería hablar de aquel tema con su prima. Sabía que el estar separada de Alexander le estaba destrozando. Pero era una separación que Charlotte había impuesto.
-¿Qué decías?-le preguntó Melinda a Martin.
                              Estaba distraída y él lo había notado.



                           Martin estaba muy preocupado. Por un lado, su madre no estaba nada contenta con su relación con Melinda. Por el otro lado, sentía a su amada como ausente.
                         Y, por otro lado, estaba su hermana. Su madre había ido a verle personalmente a la casa que había arrendado recientemente en The Lynch. Había recibido noticias preocupantes del convento donde estaba Jane. Le costaba trabajo pensar en su hermana como la hermana María Ligia. Siempre sería Janie para él. La misma Janie que le encantaba subirse a los árboles.
-Janie está enferma-anunció con tristeza.
-¿Qué estás diciendo?-se inquietó Melinda.
-La Madre Superiora del convento donde está la ha escrito a mi madre. Lleva días notando rara a Janie. Y ha terminado enfermando. Tiene mucha fiebre. No se puede ni siquiera levantar.
-¡Jesús bendito! ¿La ha visto un médico? ¿Qué es lo que tiene?
                             Charlotte tenía la sensación de que alguien la estaba siguiendo. Un escalofrío recorrió su espalda. Caminaba detrás de Melinda y de Martin a una distancia prudencial. Les vio detenerse. El rostro de Melinda estaba muy pálido. Martin parecía estar tratando de tranquilizarla. Charlotte empezó a temblar.
                              Vio a Martin besando con dulzura a Melinda en los labios.
                             El recuerdo de Alexander atravesó la mente y el corazón de Charlotte. No sabía el porqué seguía pensando en él. Está aquí, pensó.
                              Seguía viviendo en la isla. ¡Pero se estaba escondiendo de ella!
                             Martin abrazó con cariño a Melinda.
-¿Se pondrá bien?-quiso saber la joven.
-Es una joven fuerte-contestó Martin con tristeza.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Aquí os traigo un fragmento de mi blog novela Ecos del pasado. 
Es verdad que es una historia que avanza muy, pero que muy despacio. Sinceramente, lo prefiero así. Prefiero escribir siempre que pueda una línea que tenerla abandonada. ¡EldanY, no olvido tu consejo!
Aquí os dejo con otro fragmento en el que la hermana María Ligia se entera de que su hermano está cortejando a su antigua amiga Melinda.
¡Veamos qué ocurre!

                                     La brisa agitó suavemente la falda del hábito de color blanco que solían llevar las novicias.
                                   La hermana María Ligia se encontraba en el jardín del convento. Releyó por cuarta vez la carta que le había escrito su madre.
                                   El recuerdo de su amiga Melinda atravesó su mente.
                                  La recordaba como una joven de larga melena de color dorado.
                                  El pensar en ella le hacía recordar tiempos ya lejanos que no volverían. Le hacía recordar los bailes a los que asistió. Las fiestas a las que estuvo invitada. Sin embargo, no podía evitar recordar las palabras de la servidumbre. Lady Jane jamás podría encontrar marido. No sería aceptada jamás por la aristocracia. Los nobles no querrán convertir en su esposa a la nieta de una furcia. ¡A saber si la madre no ha hecho la calle, como hizo la abuela!
                                   La hermana María Ligia todavía se escribía con Melinda.
                                   Le había escrito una carta a la prima de ésta, Charlotte, dándole el pésame por la inesperada muerte de su prometido. Recordaba a Charlotte como el polo opuesto a Melinda. Su amiga era una joven con mucho carácter que, durante bastante tiempo, solía discutir con su tío, con sir Héctor. Sin embargo, el haber sido abandonada por el hombre del que estaba enamorada había templado su carácter. La hermana María Ligia no tenía una opinión formada sobre Charlotte.
                                  Melinda había sufrido mucho en la vida. Primero, murió su padre cuando ella era muy pequeña. Apenas se acordaba de él.
                                  Luego, falleció su madre y su tío sir Héctor decidió hacerse cargo de ella. Melinda no terminaba de acostumbrarse a la vida que llevaba en aquella isla tan pequeña.
                                 Cuando la joven acudió a Bath, lo hizo en compañía de Jane. Todos los caballeros que conocieron allí quedaron prendados de la belleza de Melinda. De su cabello largo y de color dorado... De sus rasgos delicados y finos...
                               Las dos habían fantaseado con la idea de casarse. Con tener muchos hijos. La hermana María Ligia sabía que, al ingresar en el convento, se había despedido de todos sus sueños.
                             Estuvo a punto de arrugar la carta.
                             Melinda iba a casarse con Martin. No debía de extrañarle. Melinda era una joven realmente hermosa. Martin solía decir que tanto Charlotte como ella parecían dos ángeles.
                              Siempre la ha querido, pensó la hermana María Ligia con tristeza. Ahora, podrán estar juntos.
                              Recordaba las veces que había ido a visitar a Melinda a la casa de su tío. Martin la había acompañado.
                             Solía besar con devoción la mano de Melinda.
                             Debí de haber sospechado algo, pensó la hermana María Ligia.
                             Recordaba a Charlotte como una joven que se comportaba de un modo recatado. Reconocía que le caía bien aquella joven tan comedida. Sin embargo, la amistad que existía entre ellas siempre había sido muy superficial. No tenía nada que ver con la amistad que la había unido a Melinda. Y seguía siendo amiga de ella.
                           A veces, tenía la sensación de que Charlotte no era como decía ser. La hermana María Ligia no quería recordar.
                           Recordaba estar en el salón en compañía de Melinda. Charlotte se estaba poniendo una capa.
                          Para disgusto de Dorcas, la doncella que compartían las primas, Charlotte se empeñaba en salir sola. Decía que quería dar un paseo y que necesitaba estar sola. Algo que sorprendía a Jane. Debía de ir acompañada o por su doncella o por Martin a la casa de sir Héctor. Mi madre se tomó demasiadas molestias sin conseguir lo que quería, pensó la hermana María Ligia con amargura. Proteger mi pureza. Pero no fue mi culpa.
                          Charlotte era una joven de cabello de color castaño. Muy sedoso al tacto...Sus ojos eran de color azul cielo, igual que los ojos de Melinda. Charlotte se iba.
-¿Adónde va sola?-le preguntó en más de una ocasión Jane a Melinda.
-No lo sé-respondió la joven.
                           Las dos amigas se quedaron solas. Era mejor así porque podían hablar de cualquier tema. No existía en aquella época ningún secreto entre ambas. Hasta que ocurrió aquella tragedia. Jane desapareció aquella noche. Murió aquella noche.




martes, 1 de diciembre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Ya vemos cómo se van introduciendo otros personajes, como la familia de Martin.
Ya hemos conocido a su madre. Ahora, conoceremos un poco a su hermana, a lady Jane.

                                   La hermana María Ligia caminaba con aire ausente por el corredor del convento. Todavía no se había acostumbrado a levantarse cuando ni siquiera había amanecido.
                                   En otro tiempo, había sido una joven perteneciente a la aristocracia. La joven Jane, la hija del conde de Moreland. Ahora, era una novicia. La hermana María Ligia...
                                   Se dirigía a la capilla para rezar los maitines. Su compañera de celda iba más adelantada que ella. La hermana María Ligia ni siquiera se molestó en acelerar el paso.
                                  No había podido conciliar el sueño aquella noche. Las pesadillas la acosaban.
-¿Ha hablado con la Madre Superiora, hermana?-le solía preguntar su compañera de celda cuando aquellas pesadillas las despertaban a ambas en mitad de la noche-Esos sueños pueden significar algo. ¿Nunca lo ha pensado?
-No son sueños-contestaba la hermana María Ligia con tristeza-Son recuerdos.
-Entiendo.
-No me haga caso, hermana. Son cosas mías.
                                 La hermana María Ligia no había podido hablar de aquel asunto con nadie. Ni siquiera su hermano lo sabía.
                                 Se repitió por enésima vez para sus adentros que había hecho lo mejor que podía hacer. Ningún hombre querría casarse con una mujer mancillada. Y, además, ella no era el mejor de los partidos.
                                Desde que le alcanzaba la memoria, la hermana María Ligia había escuchado que su madre era la hija de una prostituta. Naturalmente, cuando se lo preguntó, lady Moreland lo negó. Pero la doncella de su madre así se lo confirmó.
                               Un sollozo brotó de la dolorida garganta de la hermana María Ligia. Se dijo a sí misma que ella no había tenido la culpa. Aquel canalla...Era mejor no pensar en él.

sábado, 28 de noviembre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
En el día de hoy, una buena amiga, Raquel Campos, más conocida como Rae, cumple años.
Desde aquí, deseo que pase un feliz día rodeada por la gente que más la quiere. Ellos van a ser su mayor regalo.
Con vuestro permiso, me gustaría dedicarle este fragmento.
¡Espero de corazón que te guste!

                                Un pintor acudió a la casa de sir Héctor a petición de éste.
                                Charlotte sabía que, antes o después, le harían un retrato.
-¡Qué suerte tienes!-exclamó Melinda, mientras Charlotte se sentaba en una silla para posar ante aquel hombre.
-Milady, le ruego que guarde silencio-le pidió el pintor-Es muy importante el silencio para la pintura.
                             Charlotte supo que el pintor se llamaba William Blake. Sir Héctor no estaba nada contento con su presencia en la casa. Pero le habían hablado maravillas de él y quería para realizar el retrato de Charlotte al mejor pintor. Al menos, eso fue lo que le contó a Charlotte la tarde antes.
                            Se encontraban en el salón. La joven no supo qué decir cuando su padre le comunicó que iban a pintar su retrato. Melinda se puso más contenta que ella.
-¡Pero ese tal Blake está como una cabra!-se quejó sir Héctor-Es un perturbado que afirma que una mujer tiene que casarse por amor.
-Puede que esté en lo cierto, tío Héctor-intervino Melinda.
-El matrimonio es algo muy serio, mi querida sobrina. Después de tu fracaso con ese canalla, casi prefiero buscaros un marido a Charlotte y a ti.
-Dudo que el actual conde de Moreland sea un mal partido-opinó Charlotte-Lo bueno es que hay amor entre Mel y él.
-¡Tonterías!
                            Blake pensó que Charlotte podía ser la modelo ideal para cualquier pintor. No le cabía la menor duda de que la hija de sir Héctor era una verdadera belleza.
                             Poseía la piel blanca como la leche. Y parecía que aquella piel podía ser suave al tacto. Los ojos eran grandes, de color azul claro, como el cielo. Sus labios eran de trazado delicado. No poseía el ideal de belleza inglés, que sí, en cambio, poseía la prima, lady Melinda. Pero toda ella rezumaba paz y serenidad.
                             Sin embargo, aquella paz podía ser engañosa. Blake se fijó de que había sombras en la mirada de Charlotte. Sombras que hablaban de dudas. De miedos...De amores prohibidos...

miércoles, 25 de noviembre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
El fragmento que hoy os traigo de Ecos del pasado es más bien cortito.
En esta ocasión, el protagonismo recae en la otra pareja de la historia, la que forman Melinda y Martin.
¿Qué va a pasar entre ellos?

                                  Mientras daban un paseo por la isla, Martin besó la mano de Melinda.
-Te quiero muchísimo-le confesó con arrobo.
-Martin...-susurró Melinda, turbada-Yo...
-Sé que tú también me quieres, Mel. Lo noto en tu mirada.
                                  Martin pensó en lo hermosa que estaba Melinda aquella tarde con aquel vestido de color rosa que hacía juego con sus mejillas sonrosadas.
                                  Desde que Martin empezó a cortejarla, Melinda apenas probaba bocado.
                                  Se sentía muy confundida.
-Le vas a caer bien-afirmó.
                                   Melinda lo miró con extrañeza.
-¿A quién le voy a caer bien?-quiso saber.
-Es verdad que ella ya te conoce-contestó Martin-Pero es la primera vez que te ve como mi prometida.
                                Volvió a besar la mano de Melinda.
-¿Te refieres a tu madre?-inquirió la joven-Tienes que estar hablando de ella.
                                Melinda sintió cómo todo le daba vueltas.
                                Conocía a lady Moreland. Tantos años siendo amiga de Jane le habían permitido conocerla. Si bien el tema acerca de los orígenes de la condesa era tabú.
                                Sin embargo, Martin le estaba hablando de casarse. ¿Acaso se había vuelto loco? ¿Cómo podía estar pensando en casarse? Además, que ella tenía muchas cosas que aclarar en su interior. Una parte de ella sentía algo por Martin que iba más allá de la amistad. Era un sentimiento tan fuerte que no podía describirlo con palabras. Sin embargo, otra parte de ella seguía enamorada de su antiguo prometido.
                               Debía de hacérselo saber a Martin.
                               Él la besó con dulzura en los labios.
-¿No te parece que estamos yendo muy deprisa?-le preguntó Melinda.
-Yo creo que estamos yendo bien-respondió Martin alegre.
-Pues...
                             Melinda se quedó pensativa. No sabía a ciencia cierta lo que le iba a decir a Martin.
                             Estaba muy confundida.
                             Él volvió a besarla en los labios.
-Serás muy feliz a mi lado-le aseguró Martin a Melinda-¡Ya lo verás!



-Tengo miedo-admitió Melinda.
-¿De qué tienes miedo?
-Me asusta el no poder hacerte feliz.
-Me hace muy feliz que estés a mi lado.

lunes, 23 de noviembre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Sé que alguien dirá que esta historia no tiene visos de desenredarse algún día. Yo os garantizo que su final está cada vez más cerca, aunque, de momento, pueda parecer algo lejano en el tiempo.
Además, nuevos personajes van a aparecer en escena.
Aquí está la madre del bueno de Martin, lady Moreland. Es decir, la mujer que podría convertirse en la suegra de Melinda.
¡Vamos a conocerla mejor!

                                         Lady Moreland había llegado lejos en la vida. Al menos, ésa era la sensación que tenía. Una mujer como ella, hija de una prostituta. Ladronzuela desde la más tierna edad...Se había casado con un conde, ni más ni menos.
                                     Le había dado dos hijos. Su querida hija Jane y su mayor orgullo, su hijo Martin. El nieto de una prostituta era el heredero de su marido.
                                    Ya era conde.
                                     Lady Moreland se encontraba en su gabinete personal, en la mansión que había pertenecido a su marido, en Berkshire. No entendía el porqué su hijo pasaba tanto tiempo en la isla de The Lynch. Incluso, había arrendado una casa allí. De la misma manera que tampoco entendía el porqué Jane había tomado la decisión de convertirse en religiosa.
                                     Su doncella estaba con ella, pero manteniendo cierta distancia prudencial. Lady Moreland estaba contenta. Había recibido una carta de su hijo. El mayordomo se la había entregado hacía un rato.
                                     El rostro de la condesa fue variando de expresión a medida que iba leyendo aquella misiva. Era evidente que Martin había decidido escribirle una carta en vez de ir a visitarla. Después de todo, The Lynch estaba a un tiro de piedra de Berkshire. Lady Moreland no entendía para nada a su hijo.
-¿Qué dice su hijo, milady?-le preguntó la doncella.
-Por lo visto, se ha enamorado-respondió lady Moreland.
-Lord Martin está en edad de casarse.
-Eso lo sé de sobra. El problema es otro.
                                   Martin podía ir a Londres. Podía escoger entre las muchas jóvenes que eran presentadas en sociedad año tras año. Podía escoger entre alguna de las amigas de su hermana Jane. Su hija tenía numerosas amigas en edad casadera. Sin embargo, las amigas de Jane no eran lo que se dice buenos partidos. Era cierto que lady Moreland se había convertido en una mujer elegante. Hablaba de manera correcta. Sabía cómo comportarse en sociedad.
                                  Sin embargo, todo el mundo le recordaba su turbio pasado. No se lo decían de manera directa, por supuesto. Pero lo daban a entender. Martin era conde, pero no dejaba de ser el hijo de una ladronzuela y nieto de una prostituta.
                                  Lady Moreland sintió cómo la sangre se agolpaba en sus mejillas. Estaba furiosa. Martin no podía aspirar a contraer matrimonio con una joven aristócrata. Y sospechaba que Jane había tomado los hábitos porque era consciente de que ningún noble arruinaría su reputación para casarse con ella. Martin se había enamorado.
                                Debía de estar contenta con la elección que había hecho su hijo como esposa. Melinda Stanyon...¿Y quién era ella?
                                 Era una de las amigas de Jane. Era la sobrina, que no hija, de un baronet.
                                 ¿De verdad Martin se merecía tan poca cosa como lady Melinda Stanyon? ¡Su hijo debía de aspirar a más! Pero Martin estaba ciego de amor.
-¿Quién es la joven?-quiso saber la doncella.
-Es la sobrina de un baronet-contestó lady Moreland con desprecio.
-Lord Martin es consciente de sus limitaciones.
-¿Qué estás insinuando?
-Milady, nadie de la aristocracia querría emparentar con usted por sus orígenes. Lord Martin puede darse por satisfecho si el tío de esa joven lo acepta. Es un joven inteligente. ¡Como no lo fue el difunto lord Moreland!
                                Lady Moreland fulminó con la mirada a su doncella. Las dos tenían una edad similar.
-¿Me estás insultando, maldita descarada?-exclamó furiosa la condesa.
-Sólo digo la verdad-contestó la doncella con calma-Usted sabe bien cómo son las cosas en este mundo. Piensa que ha logrado ser aceptada por la aristocracia. Y eso es falso. La aristocracia nunca aceptaría como una más a una furcia.
-¡Retira lo que has dicho!
-He dicho la verdad. Puede despedirme, si quiere. Pero nadie querría trabajar bajo sus órdenes.
                                Lady Moreland sintió cómo las fuerzas la abandonaban. Desde la muerte de su marido, sus criados se habían ido despidiendo. Todos habían puesto diversas excusas, pero lo cierto era que no la querían como patrona. ¡Trabajar a las órdenes de una ladronzuela!
                                 Su doncella era la única persona con la que lady Moreland se hablaba. Desde que murió su esposo, la aristocracia le hizo la cruz.
                                 Supo que tenía razón.
-¿Cómo se llama ella?-quiso saber la doncella.
-Melinda Stanyon...-contestó la condesa.
-La conozco. Era amiga de lady Jane.
-Así es.

  

sábado, 21 de noviembre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi blog novela "Ecos del pasado".
Cualquiera diría que las cosas se han puesto fáciles para Charlotte y para Alexander tras la muerte del prometido de ella.
Sin embargo, el principal problema radica en el carácter terco de Charlotte. ¿Qué va a pasar?
¡Vamos a descubrirlo!

                                       Alexander...
                                      Será mejor que no nos volvamos a ver. Cuando nos crucemos, fingiré que no te conozco. 
                                     Es lo mejor para los dos. No soy la clase de mujer que te convenga. Soy una maldita cobarde. Perdóname. 

                                  Alexander no era capaz de ver aquellas líneas.
                                  Recordaba que, cuando se despertó, tras la última noche de amor que vivió con Charlotte, ella ya no estaba. Estaba desnudo, acostado sobre la hierba.
                                  No había ni rastro de Charlotte. Su ropa, que habían quedado esparcidas por el suelo, habían desaparecido.
                                   Sin embargo, sí recordaba el sabor en su lengua de la piel de la joven. Sus manos recordaban la suavidad con la que la había acariciado. Con la que le había abrazado. Recordaba cómo la había besado.
                                   No había sido un sueño. Había sido real.
                                   Tenía razón Charlotte cuando afirmaba ser una maldita cobarde. Ni siquiera había ido a verle para darle aquel adiós definitivo. Le había escrito una carta.
                                   Era una misiva en la que apenas había cuatro líneas escritas con mano temblorosa. Se dijo a sí mismo que estaba siendo egoísta. Charlotte tenía motivos para querer apartarse de su lado.
                                  Habían pasado varios días desde que recibió aquella maldita carta. Días en los que no había parado de beber, encerrado en la biblioteca. Días en los que no había dejado de llorar.
                                  Debía de respetar la decisión que Charlotte había tomado. Debía de mantenerse alejado de ella.
                                  En los momentos en los que el alcohol nublaba su sentido común, Alexander, incluso, había llegado a llamar a gritos a Charlotte. No podía llegar a maldecirla ni a proferir ningún insulto ni ninguna amenaza contra ella. En su corazón, sólo había amor hacia aquella mujer.
                                 No lo entiendo, pensó, tirado en el suelo. Debería de estar contenta. Ya no se va a casar con ese hombre. Podría casarse conmigo.
                                Se detuvo en aquel pensamiento. Charlotte no quería casarse con él. Le consideraba un traidor. Sin embargo, Alexander no podía renunciar a sus ideales. Entonces, sí que sería un traidor. No podía escoger entre Charlotte o su lucha por un mundo mejor. Si las ideas de la Revolución eran puestas en práctica en Inglaterra, el país mejoraría. Nunca vio con buenos ojos el ajusticiamiento de los Reyes. Después de todo, no dejaban de ser seres humanos. Sin embargo, Charlotte entendía lo que la Revolución significaba. Significaba un mundo mejor. Donde todas las personas eran tratadas como iguales. Donde no existían sirvientes y amos. Era la clase de mundo donde él quería vivir.



                                Martin se despidió de Melinda dándole un tierno beso en los labios.
                                Había ido a verla y habían pasado una hora conversando en el salón. Martin no veía la hora de convertir a Melinda en su esposa.
                               Charlotte había estado presente durante el tiempo que duró la visita.
                               El futuro compromiso de su prima con el joven marqués le servía de distracción.
                               Al menos, no pensaba en Alexander. No quería salir de casa. Su padre lo achacó a que le estaba guardando luto a lord George. Cada vez que pensaba en su prometido, Charlotte se sentía terriblemente culpable. Nunca había estado enamorada de él. No quería comer. No podía dormir por las noches.
                                Echaba de menos con todas sus fuerzas a Alexander. Si se quedaba dormida, sabía que acabaría soñando con él.
                                Estaba protegiendo a su familia. Su padre sufriría de saber que su hija había sido la amante de un traidor. O seguía siendo la amante de un traidor.
                                Debía de pensar en él.
-Es imposible no quererle-afirmó Melinda cuando Martin se marchó-Es el hombre más maravilloso del mundo. Sólo espero ser una excelente esposa para él.
-¿Eso significa que te vas a casar con él?-le interrogó Charlotte.
-He empezado a darme cuenta de que mis sentimientos hacia Martin han variado. Me aterra la idea de no volver a verle. Y me siento muy a gusto cuando estamos juntos.
-Es posible que el amor haya vuelto a tu vida.
-Es posible. Martin es maravilloso. Sé que puedo confiar en él. ¡Y es tan bueno, Charlie!
-Mereces ser feliz, prima.
-Gracias...


jueves, 19 de noviembre de 2015

FRAGMENTO DE "SEDUCIENDO A MISTER BRIDGERTON"

Hola a todos.
Aquí os traigo un fragmento de una novela que a mí, en lo personal, me encantó.
Se trata de Seduciendo a mister Bridgerton, de la siempre genial Julia Quinn.
No voy a entrar en spoilers, pero el personaje de la misteriosa lady Whistledown, una misteriosa mujer que escribe una revista donde saca su opinión sobre los demás, sea buena o mala, con un jugoso sentido del humor, juega un rol importante.
Penélope, nuestra protagonista, está enamorada del hermano de su mejor amiga, Daphne. Él es Colin Bridgerton, un joven que siente pasión por la aventura y por los viajes. Penélope es, en apariencia, una joven poco agraciada físicamente. Tiene veintiocho años, ha pasado desapercibida en las temporadas sociales y se ha resignado a permanecer soltera de por vida. Colin le tiene cariño, pero nunca ha sentido amor por ella. Hasta que empieza a conocerla poco a poco y se enamora perdidamente de Penélope.
¿Qué pasará?
Buenos, os invito a que la leáis porque tiene muy buenas dosis de humor y mucho romanticismo. Por lo que vais a pasar un rato muy alegre leyéndola. No es una novela en la que haya dosis de acción y de misterio, lo cuál se agradece. Uno termina saturado de que alguien intente cargarse siempre a la protagonista.
La historia es sencilla y tranquila, pero no exenta de profundidad, ya que conocemos a unos personajes muy humanos, que ríen, sufran, se equivocan y rectifican.
Si os gustan las historias así, ¡ésta es vuestra novela!
Aquí os dejo con un fragmento muy bonito donde Colin habla de lo que realmente siente por Penélope.

—Te quiero —le dijo en voz baja y ardiente—. Te amo con todo lo que soy, todo lo que he sido y todo lo que espero ser.
—Colin…
—Te amo con mi pasado y te amo por mi futuro. —La besó dulcemente en los labios—. Te amo por los hijos que tendremos y por los años que tendremos juntos. Te amo por todas y cada una de mis sonrisas y más aún, por todas y cada una de tus sonrisas.
Penelope se apoyó en el respaldo de un sillón.
—Te amo —repitió él—. Sabes eso, ¿verdad?


Navegando por Internet, he encontrado este bonito dibujo dedicado a Colin y a Penélope. 

¡Es precioso! 

viernes, 13 de noviembre de 2015

FRAGMENTO DE "CONTRA EL VIENTO DEL NORTE"

Hola a todos.
El día de hoy está dedicado a una novela preciosa que me cautivó y de la que he hablado en mi blog "Apasionada Lily".
Se trata de Contra el viento del Norte. 
Publicaré varios fragmentos de esta novela en mis distintos blogs. Es mi manera de rendirle un bonito tributo.
Aquí os dejo con uno de estos fragmentos:

“Seamos honestos, Leo: yo soy para ti una fantasía, lo único real en ella son unas letras que puedes poner en un contexto sonoro con ayuda de la psicología del lenguaje. Para ti soy como sexo telefónico, pero sin sexo y sin teléfono. O sea: sexo electrónico, pero sin sexo y sin imágenes para descargar. Y tú eres para mí puro juego, una agencia de reciclaje del coqueteo. Contigo puedo hacer lo que me falta: puedo vivir los primeros pasos de un acercamiento (sin necesidad de acercarme realmente). Pero ya somos una parejita en el segundo y tercer paso de un acercamiento que no puede acercarse. Deberíamos ir parando, me parece. Si no, estaremos cerca de quedar en ridículo. Ya no tenemos quince años..., bueno, sobre todo tú, desde luego. El caso es que ya no los tenemos, no hay remedio.”

lunes, 2 de noviembre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi blog novela Ecos del pasado. 
Lo cierto es que esta historia va camino de convertirse en un verdadero culebrón, je, je.
Vamos a ver lo que ocurre entre Alexander y Charlotte después de la muerte de lord George.

                                      El cadáver de lord George fue trasladado desde Preston hasta Newbury. Había pasado toda su vida allí.
                                      Charlotte estaba convencida de que lord George habría preferido ser enterrado en The Lynch. Pero la isla carecía de Iglesia. La muerte de su prometido la había destrozado. Sentía que le había traicionado.
-¿Cómo estás, hija?-le preguntó sir Héctor cuando salieron de casa.
                                    Charlotte no supo qué responder. Le parecía raro saber que no iba a volver a ver a lord George nunca más. Aquel hombre había significado mucho para ella.
                                     Sir Héctor ayudó a su hija a subir a la barca que les llevaría a Newbury. Charlotte estaba pensativa.
                                    Era evidente que nunca había estado enamorada de lord George. Sin embargo, aquel hombre iba a alejarla de Alexander.
                                    Se recostó en la barca. No había sido nunca una mujer calculadora. Lo que estaba era desesperada. El velatorio se iba a celebrar en la casa que la familia de George tenía arrendada en Newbury.
-Entiendo que no quieras hablar-dijo sir Héctor-Lo siento mucho. Debes de estar devastada.
                                Charlotte tenía los ojos hinchados de tanto llorar. Melinda había estado acompañándola en todo momento. Era la única que sabía la verdad sobre lo que Charlotte realmente estaba sintiendo en aquellos instantes. Se odiaba a sí misma por no haber sido capaz de amar a lord George. Por no poder quitarse a Alexander de la cabeza. Pero no se podía luchar contra el corazón.
-Ya hemos llegado-anunció el barquero.
                             Charlotte y Melinda saltaron a tierra ayudadas por sir Héctor.
                             Charlotte estaba agotada.
-No conozco a la familia de mi prometido-le comentó a su padre.
-Serán personas encantadoras-dedujo sir Héctor-Reconozco que yo tampoco les conozco.
                             Se dirigieron a pie a la casa donde iba a tener lugar el velatorio. Martin había acudido allí también. Melinda no tardó en verle cuando entró en el salón.
-Es aterrador-afirmó Martin, acercándose a ella.
-No me gustan los velatorios-admitió Melinda-Me acuerdo de mis padres.
-Recuerdo el velatorio de mi padre. Mi madre estaba deshecha. Ni mi hermana Jane ni yo entendíamos el porqué de su llanto.
-Tus padres fueron un matrimonio feliz.
-Mi padre era un miserable que le hizo la vida imposible a mi madre. No paraba de recordarle su pasado y hasta dudaba de que Jane y yo fuéramos sus hijos. Mi madre nunca ejerció la prostitución. Ella quería huir de ese destino. Mi abuela...Bueno...No tuvo esa suerte.
                           Charlotte se envaró cuando divisó a Alexander a un lado. ¿Aquel miserable no pensaba dejarla en paz? ¡La seguía hasta en el velatorio de su prometido! Pero no podía acercarse a él y plantarle cara. Quedaría en evidencia. Alexander no quería dejarla sola en aquel momento. Por eso, estaba allí.



-¿Lo has visto?-le increpó a Melinda, acercándose a ella-¡Tiene demasiada cara como para venir aquí!
-Es mejor que no grites-le contestó su prima-Y que guardes la compostura.
-¿Qué es lo que pasa?-indagó Martin.
-Nada...-escupió Charlotte, indignada-Nada...No pasa nada.
                          Lord George tenía tres hermanos menores que él. Todos estaban casados. Todos tenían hijos. Se portaron de un modo bastante frío con Charlotte. De hecho, la joven dedujo que la muerte de su prometido parecía aliviarles.
-Es algo normal-comentó Alexander, acercándose a ella.
-¡Vete!-le siseó Charlotte, indignada.
-Ellos sólo buscaban la herencia de lord Craft. Ahora, la herencia es de ellos.
                          Hasta donde Charlotte sabía, su prometido no había hecho testamento. ¿Cómo iba a hacer testamento?
                           Su corazón latía a gran velocidad. Pensó que iba a vomitar. Pensó en salir corriendo de aquella casa.
                           Todo estaba oscuro. Las cortinas eran de color oscuro. Las mujeres y los hombres iban vestidos con ropas negras.
                            Alexander se acercó a ella.
                            Rodeó con su brazo los hombros de la joven.
-¡No hagas eso!-le ordenó Charlotte, furiosa.
-Será mejor que te lleve a casa-le propuso.
                            La besó en la frente.
                            Charlotte se dejó llevar por él.
                            La cercanía de Alexander nublaba sus sentidos.
                            Alexander era consciente de la lucha interna que sostenía Charlotte en su interior.
                           Una barca de alquiler les llevó de vuelta a The Lynch.
                            Alexander contempló la figura de Charlotte. Su corazón se encogió al verla en aquel estado.
                           La veía más delgada. Miles de ideas pasaron por su mente. Pero aquellas ideas eran propias de un ser egoísta. En aquellos momentos, lo que Charlotte más necesitaba era comprensión.
                           No estaba siendo digno de ella. No cruzaron  palabra alguna mientras volvían a The Lynch. Sólo se oía el sonido de los remos del barquero golpeando el agua.
                           Llegaron a The Lynch. Charlotte quería fingir que Alexander no estaba a su lado.
-Esto no cambia nada-acabó diciéndole-Mi prometido ha muerto.
-Créeme cuando te digo que lo siento mucho-dijo Alexander con tristeza.
-¿En serio lo sientes?
                          Charlotte estaba cansada. No quería empezar a discutir con Alexander.
                          En realidad, la única que discutía con Alexander era ella. Estaba furiosa con él por haber puesto del revés su vida.
-No pienso ir contigo a ningún sitio-añadió.
-Respeto tu decisión-anunció Alexander-Y respeto tu dolor.
-Quería de verdad a lord Craft. Era un buen hombre.
-Lo sé.
                            Un sollozo brotó de la garganta de Charlotte.



-Lo necesitaba a mi lado-admitió la joven-Era mi única esperanza.
-¿Qué quieres decir con eso?-le preguntó Alexander.
-¡Le necesitaba para alejarme de ti!
-¿Necesitabas casarte para huir de mí?
-Lord Craft es un héroe. ¡No es como tú!
-Charlie...
                             Charlotte comenzó a caminar. No quería volver a casa. Necesitaba caminar. Sentía los pasos de Alexander detrás de ella. Tembló de frío. En realidad, la cercanía de aquel joven la ponía en aquel estado. No estaba furiosa con Alexander. Estaba furiosa consigo misma. Furiosa porque no era capaz de dejar de amar a aquel maldito traidor.
                           Se giró para encararse con él. Pero no pudo decir nada.
                           Sólo vio amor reflejado en la mirada de él.
                           Se dejó llevar por sus sentimientos.
                           Aceptó de buen grado los besos que Alexander le dio. Se aferró a él con desesperación mientras sentía cómo Alexander la abrazaba con fuerza.
                           La necesitaba.
                           El joven llenó de besos el rostro de su amada. La besó en el cuello con suavidad.
                           Quería consolarla. Quería demostrarle que estaría siempre a su lado.
                            A pesar de todo...
                           Alexander mordisqueó el lóbulo de la oreja de Charlotte al tiempo que ambos se estremecían.
                            Necesitaban olvidar. Olvidar el mundo que les rodeaba.
                           Alexander chupó con suavidad los pezones de Charlotte saboreándolos. Al mismo tiempo, la estrechó con más fuerza contra su cuerpo.