miércoles, 22 de abril de 2015

PONIÉNDOLE BANDA SONORA A "ECOS DEL PASADO"

Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros la canción que he encontrado para mi relato Ecos del pasado. 
Se trata de Somebody that I used to know, que cuenta la historia de un joven que ha roto con su novia y que ésta le trata con mucho menosprecio.
Más o menos, podría aplicarse a la historia de amor de Alexander y Charlotte. Ella va a casarse con otro hombre y no quiere saber nada de él.
La canción es triste y bonita a la vez, pero tiene un ritmo muy pegadizo.
Os dejo con el videoclip de la canción.
Espero que os guste.


martes, 21 de abril de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de Ecos del pasado. 
En esta ocasión, veremos cómo la carta que le envía Alexander a Charlotte llega a manos de ésta.

                         Dorcas era la doncella de Charlotte. Desde que Melinda llegó a vivir con ellos, también se había convertido en su doncella.
                         En aquellos momentos, Dorcas estaba entregada a su actividad favorita. Quejarse de todo.
                         Estaba echando pestes acerca de la difunta lady Charleston. En su opinión, había sido una mujer entrometida e impertinente. Todo ello se debía a la afición de los difuntos marqueses por la lectura, afición que habían contagiado a su único hijo.
                        Melinda había amanecido con unas décimas de fiebre. No se había vestido todavía y llevaba puesto el camisón. Cuando Charlotte entró en la habitación para ver cómo estaba, Melinda estaba mejor y ya no tenía fiebre. En cambio, Charlotte parecía que estaba a punto de desmayarse.
                       Dorcas colocó flores frescas en un jarrón en el tocador de Melinda. Al mismo tiempo, hablaba del joven lord Alexander Cranleigh, único hijo de los marqueses. En su opinión, era un joven alocado e irresponsable. ¡Peor! ¡Un traidor!
-¿Podrías dejar de hablar del nuevo marqués de Charleston, por favor?-le pidió Melinda.
-¡Ninguna jovencita sensata debería de acercarse a él!-contestó Dorcas indignada-¡Es capaz de matar al Rey!
-Dudo que lord Charleston sea capaz de cometer semejante disparate. Puedes retirarte.
                         Dorcas tuvo que hacerle caso a Melinda.
                         Una vez que se hubo marchado, Charlotte parecía a punto de caer redonda al suelo. Melinda tuvo que sujetarla. Nunca antes la había visto tan pálida.
                         Sujetaba un trozo de papel entre sus manos. Murmuraba palabras que sonaron incoherentes al principio para Melinda. Poco a poco, la joven fue entendiendo lo que su prima estaba intentando decirle.
-¡Será bastardo!-bramó finalmente una desencajada Charlotte.
                          Le tendió con rabia la carta a Melinda. Empezó a pasearse enfurecida por la habitación.
-¡Me ha escrito!-casi gritó.
                           La rabia se había apoderado de ella. ¿Cómo Alexander osaba escribirle aquella maldita misiva?
                           No quería saber más nada de él. Iba a casarse con lord George. Intentaría olvidar la locura que la embargó cuando se enamoró de aquel traidor miserable. Sería una buena esposa para lord George.
                          Melinda terminó de leer la carta. Alzó la vista y vio cómo las lágrimas surcaban el rostro de Charlotte. A pesar de todo lo que decía, era evidente que su corazón seguía latiendo por Alexander. Si no estaba con él era por culpa de sus estúpidos prejuicios.
                           Pero no se trataba sólo de los prejuicios de Charlotte. Todo el Servicio de Inteligencia inglés andaba a la caza y captura de traidores. Los que eran detenidos eran ajusticiados. Y sólo Dios sabía lo que les hacían antes de morir en la horca. Melinda se estremeció de horror.
-A veces, me sorprendo a mí misma pensando que Alex tenía razón-le confesó Charlotte a su prima con cierto temor-No nos merecemos tener un Rey que está loco. Una Familia Real que siempre está discutiendo. Y un Príncipe heredero que piensa más en su propio placer que en el bienestar de su pueblo. Debes de pensar que soy horrible por decir estas cosas. Pero las siento así.
-Lo malo es que nuestro Príncipe está rodeado por una Corte de nobles que se dedican a adularle y que, encima, no le dicen que está haciendo las cosas mal-admitió Melinda-No eres la única que piensa así.
-¿Y qué pasa con los demás? ¿Por qué no lo dicen en voz alta?
-Por miedo...Por respeto...No lo sé, Charlie.
                             Melinda abrazó a su prima.
                            Charlotte rompió a llorar.
                             Se odiaba así misma. Apoyó su cabeza en el hombro de Melinda y sacó fuera todo lo que había en su interior. No estaba furiosa con Alexander por haberle escrito.
                              Él quería encontrarse de nuevo con ella. Naturalmente, Charlotte no pensaba acudir a aquel encuentro.
                              Era mentira. Deseaba volver a verle. Deseaba volver a estar con él.



-Deberías ir a verle-propuso Melinda-Habla con él. Cuéntale todo lo que sientes.
-¿Te has vuelto loca?-se escandalizó Charlotte.
-Honestamente, creo que cometerás un terrible error si no vas a su encuentro. Quieres estar con él. Lo amas, Charlie. Puedes engañarte a ti misma, prima. Pero no puedes engañarme a mí. No te cases con lord Craft amando como amas a ese joven. Siempre has dicho que yo era la más cabezota de las dos. Creo que ese honor lo ocupas tú, Charlie.
-Insisto. Te has vuelto loca.

lunes, 20 de abril de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
En esta ocasión, veremos cómo Alexander busca la manera de encontrarse a solas con Charlotte.
¿Lo conseguirá?

                                    Se sentía poco menos que un acosador.
                                    Alexander había intentado colarse en el interior de la casa de los Stanyon en varias ocasiones. Había intentado abordar a Charlotte cuando la veía en compañía de su prima Melinda dando un paseo. Pero siempre había desistido. De haber obrado de aquel modo, Charlotte no habría ni querido hablar con él.
                                  Su última baza era escribirle una nota.
                                 No quería perder a Charlotte. Necesitaba hablar con ella y tratar de convencerla de que llevar aquel matrimonio adelante era una locura.
                                ¡Ella no estaba enamorada de lord George! ¡Estaba enamorada de él!
                                 Se encerró en su despacho en compañía de Valiant. Su amigo sería el encargado de llevarle a Charlotte la misiva que le estaba escribiendo.
-¡No pienso hacer eso!-se negó Valiant, mientras se paseaba como un animal enjaulado por el despacho de Alexander-¿Te has vuelto loco?
-No permitiré que Charlie se case con lord Craft cuando es a mí a quien ama-contestó Alexander de manera tajante-Sé bien lo que me vas a decir. Pero puedo tener las dos cosas. Amo a Charlotte con todas mis fuerzas y admiro a Napoleón del mismo modo.
-Tu causa es una causa perdida.
-¿Admirar a un cónsul es una causa perdida, amigo mío?
-Ese hombre quiere conquistar el mundo.
-Igual que los ingleses tenemos colonias en Asia, África, Oceanía y la tuvimos en América.
-No es lo mismo. Alex, te lo ruego. ¡No sigas adelante! ¡Me estás poniendo en un serio compromiso!
                                   Yo puedo hacer feliz a Charlie, pensó Alexander. No será feliz viviendo al lado de ese hombre.
                                Valiant trataba de hacerle entrar en razón. Sus superiores y sus subordinados estaban empezando a sospechar.
                             Empezaba a oír rumores acerca de que se había cambiado de bando. El prestigio de Valiant estaba en peligro.
                             Pero lo que más le preocupaba era Alexander. Sentía admiración por aquel joven que se sostenía movido por sus ideas y por el amor que le profesaba a una joven. En realidad, Alexander era como cualquiera de los jóvenes que estaban bajo el mando de Valiant. Un joven lleno de ilusión...Un joven que tenía a una joven en su corazón.
                            Que amaba. Un traidor, sí.
                             Pero también un ser humano...Quizás, mucho más valiente de lo que Valiant había imaginado cuando le conoció.
-¿No te da miedo ser ajusticiado?-le preguntó el hombre.
-Cuando quieras entregarme, eres libre de hacerlo-respondió Alexander-Sólo quiero que Charlie me diga antes que me ama.
-Un hombre muerto poco puede hacer.
-No me da miedo la horca. Por lo menos, habré escuchado antes por boca de Charlie que me ama.
-¡Escribe esa maldita carta de una vez! Se la entregaré a esa joven. ¡Qué Dios nos asista! Voy a arruinar mi carrera. ¡Al Diablo ya todo!
                           Alexander se echó a reír.



-Alex, aunque no lo crea, tuve tu edad-le confesó Valiant-He cometido también mis locuras. No he sido ningún Santo. Y te envidio.
-¿Envidias a un traidor?-se rió el aludido-¡Qué raro!
-A tu vida ha llegado el amor. Una hermosa joven ha cautivado tu corazón. Yo todavía no sé lo que significa estar enamorado de una persona.
                          Valiant se veía así mismo reflejado en Alexander. Por ese motivo, no quería delatarle. Quería ayudarle.