sábado, 28 de noviembre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
En el día de hoy, una buena amiga, Raquel Campos, más conocida como Rae, cumple años.
Desde aquí, deseo que pase un feliz día rodeada por la gente que más la quiere. Ellos van a ser su mayor regalo.
Con vuestro permiso, me gustaría dedicarle este fragmento.
¡Espero de corazón que te guste!

                                Un pintor acudió a la casa de sir Héctor a petición de éste.
                                Charlotte sabía que, antes o después, le harían un retrato.
-¡Qué suerte tienes!-exclamó Melinda, mientras Charlotte se sentaba en una silla para posar ante aquel hombre.
-Milady, le ruego que guarde silencio-le pidió el pintor-Es muy importante el silencio para la pintura.
                             Charlotte supo que el pintor se llamaba William Blake. Sir Héctor no estaba nada contento con su presencia en la casa. Pero le habían hablado maravillas de él y quería para realizar el retrato de Charlotte al mejor pintor. Al menos, eso fue lo que le contó a Charlotte la tarde antes.
                            Se encontraban en el salón. La joven no supo qué decir cuando su padre le comunicó que iban a pintar su retrato. Melinda se puso más contenta que ella.
-¡Pero ese tal Blake está como una cabra!-se quejó sir Héctor-Es un perturbado que afirma que una mujer tiene que casarse por amor.
-Puede que esté en lo cierto, tío Héctor-intervino Melinda.
-El matrimonio es algo muy serio, mi querida sobrina. Después de tu fracaso con ese canalla, casi prefiero buscaros un marido a Charlotte y a ti.
-Dudo que el actual conde de Moreland sea un mal partido-opinó Charlotte-Lo bueno es que hay amor entre Mel y él.
-¡Tonterías!
                            Blake pensó que Charlotte podía ser la modelo ideal para cualquier pintor. No le cabía la menor duda de que la hija de sir Héctor era una verdadera belleza.
                             Poseía la piel blanca como la leche. Y parecía que aquella piel podía ser suave al tacto. Los ojos eran grandes, de color azul claro, como el cielo. Sus labios eran de trazado delicado. No poseía el ideal de belleza inglés, que sí, en cambio, poseía la prima, lady Melinda. Pero toda ella rezumaba paz y serenidad.
                             Sin embargo, aquella paz podía ser engañosa. Blake se fijó de que había sombras en la mirada de Charlotte. Sombras que hablaban de dudas. De miedos...De amores prohibidos...

miércoles, 25 de noviembre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
El fragmento que hoy os traigo de Ecos del pasado es más bien cortito.
En esta ocasión, el protagonismo recae en la otra pareja de la historia, la que forman Melinda y Martin.
¿Qué va a pasar entre ellos?

                                  Mientras daban un paseo por la isla, Martin besó la mano de Melinda.
-Te quiero muchísimo-le confesó con arrobo.
-Martin...-susurró Melinda, turbada-Yo...
-Sé que tú también me quieres, Mel. Lo noto en tu mirada.
                                  Martin pensó en lo hermosa que estaba Melinda aquella tarde con aquel vestido de color rosa que hacía juego con sus mejillas sonrosadas.
                                  Desde que Martin empezó a cortejarla, Melinda apenas probaba bocado.
                                  Se sentía muy confundida.
-Le vas a caer bien-afirmó.
                                   Melinda lo miró con extrañeza.
-¿A quién le voy a caer bien?-quiso saber.
-Es verdad que ella ya te conoce-contestó Martin-Pero es la primera vez que te ve como mi prometida.
                                Volvió a besar la mano de Melinda.
-¿Te refieres a tu madre?-inquirió la joven-Tienes que estar hablando de ella.
                                Melinda sintió cómo todo le daba vueltas.
                                Conocía a lady Moreland. Tantos años siendo amiga de Jane le habían permitido conocerla. Si bien el tema acerca de los orígenes de la condesa era tabú.
                                Sin embargo, Martin le estaba hablando de casarse. ¿Acaso se había vuelto loco? ¿Cómo podía estar pensando en casarse? Además, que ella tenía muchas cosas que aclarar en su interior. Una parte de ella sentía algo por Martin que iba más allá de la amistad. Era un sentimiento tan fuerte que no podía describirlo con palabras. Sin embargo, otra parte de ella seguía enamorada de su antiguo prometido.
                               Debía de hacérselo saber a Martin.
                               Él la besó con dulzura en los labios.
-¿No te parece que estamos yendo muy deprisa?-le preguntó Melinda.
-Yo creo que estamos yendo bien-respondió Martin alegre.
-Pues...
                             Melinda se quedó pensativa. No sabía a ciencia cierta lo que le iba a decir a Martin.
                             Estaba muy confundida.
                             Él volvió a besarla en los labios.
-Serás muy feliz a mi lado-le aseguró Martin a Melinda-¡Ya lo verás!



-Tengo miedo-admitió Melinda.
-¿De qué tienes miedo?
-Me asusta el no poder hacerte feliz.
-Me hace muy feliz que estés a mi lado.

lunes, 23 de noviembre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Sé que alguien dirá que esta historia no tiene visos de desenredarse algún día. Yo os garantizo que su final está cada vez más cerca, aunque, de momento, pueda parecer algo lejano en el tiempo.
Además, nuevos personajes van a aparecer en escena.
Aquí está la madre del bueno de Martin, lady Moreland. Es decir, la mujer que podría convertirse en la suegra de Melinda.
¡Vamos a conocerla mejor!

                                         Lady Moreland había llegado lejos en la vida. Al menos, ésa era la sensación que tenía. Una mujer como ella, hija de una prostituta. Ladronzuela desde la más tierna edad...Se había casado con un conde, ni más ni menos.
                                     Le había dado dos hijos. Su querida hija Jane y su mayor orgullo, su hijo Martin. El nieto de una prostituta era el heredero de su marido.
                                    Ya era conde.
                                     Lady Moreland se encontraba en su gabinete personal, en la mansión que había pertenecido a su marido, en Berkshire. No entendía el porqué su hijo pasaba tanto tiempo en la isla de The Lynch. Incluso, había arrendado una casa allí. De la misma manera que tampoco entendía el porqué Jane había tomado la decisión de convertirse en religiosa.
                                     Su doncella estaba con ella, pero manteniendo cierta distancia prudencial. Lady Moreland estaba contenta. Había recibido una carta de su hijo. El mayordomo se la había entregado hacía un rato.
                                     El rostro de la condesa fue variando de expresión a medida que iba leyendo aquella misiva. Era evidente que Martin había decidido escribirle una carta en vez de ir a visitarla. Después de todo, The Lynch estaba a un tiro de piedra de Berkshire. Lady Moreland no entendía para nada a su hijo.
-¿Qué dice su hijo, milady?-le preguntó la doncella.
-Por lo visto, se ha enamorado-respondió lady Moreland.
-Lord Martin está en edad de casarse.
-Eso lo sé de sobra. El problema es otro.
                                   Martin podía ir a Londres. Podía escoger entre las muchas jóvenes que eran presentadas en sociedad año tras año. Podía escoger entre alguna de las amigas de su hermana Jane. Su hija tenía numerosas amigas en edad casadera. Sin embargo, las amigas de Jane no eran lo que se dice buenos partidos. Era cierto que lady Moreland se había convertido en una mujer elegante. Hablaba de manera correcta. Sabía cómo comportarse en sociedad.
                                  Sin embargo, todo el mundo le recordaba su turbio pasado. No se lo decían de manera directa, por supuesto. Pero lo daban a entender. Martin era conde, pero no dejaba de ser el hijo de una ladronzuela y nieto de una prostituta.
                                  Lady Moreland sintió cómo la sangre se agolpaba en sus mejillas. Estaba furiosa. Martin no podía aspirar a contraer matrimonio con una joven aristócrata. Y sospechaba que Jane había tomado los hábitos porque era consciente de que ningún noble arruinaría su reputación para casarse con ella. Martin se había enamorado.
                                Debía de estar contenta con la elección que había hecho su hijo como esposa. Melinda Stanyon...¿Y quién era ella?
                                 Era una de las amigas de Jane. Era la sobrina, que no hija, de un baronet.
                                 ¿De verdad Martin se merecía tan poca cosa como lady Melinda Stanyon? ¡Su hijo debía de aspirar a más! Pero Martin estaba ciego de amor.
-¿Quién es la joven?-quiso saber la doncella.
-Es la sobrina de un baronet-contestó lady Moreland con desprecio.
-Lord Martin es consciente de sus limitaciones.
-¿Qué estás insinuando?
-Milady, nadie de la aristocracia querría emparentar con usted por sus orígenes. Lord Martin puede darse por satisfecho si el tío de esa joven lo acepta. Es un joven inteligente. ¡Como no lo fue el difunto lord Moreland!
                                Lady Moreland fulminó con la mirada a su doncella. Las dos tenían una edad similar.
-¿Me estás insultando, maldita descarada?-exclamó furiosa la condesa.
-Sólo digo la verdad-contestó la doncella con calma-Usted sabe bien cómo son las cosas en este mundo. Piensa que ha logrado ser aceptada por la aristocracia. Y eso es falso. La aristocracia nunca aceptaría como una más a una furcia.
-¡Retira lo que has dicho!
-He dicho la verdad. Puede despedirme, si quiere. Pero nadie querría trabajar bajo sus órdenes.
                                Lady Moreland sintió cómo las fuerzas la abandonaban. Desde la muerte de su marido, sus criados se habían ido despidiendo. Todos habían puesto diversas excusas, pero lo cierto era que no la querían como patrona. ¡Trabajar a las órdenes de una ladronzuela!
                                 Su doncella era la única persona con la que lady Moreland se hablaba. Desde que murió su esposo, la aristocracia le hizo la cruz.
                                 Supo que tenía razón.
-¿Cómo se llama ella?-quiso saber la doncella.
-Melinda Stanyon...-contestó la condesa.
-La conozco. Era amiga de lady Jane.
-Así es.

  

sábado, 21 de noviembre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi blog novela "Ecos del pasado".
Cualquiera diría que las cosas se han puesto fáciles para Charlotte y para Alexander tras la muerte del prometido de ella.
Sin embargo, el principal problema radica en el carácter terco de Charlotte. ¿Qué va a pasar?
¡Vamos a descubrirlo!

                                       Alexander...
                                      Será mejor que no nos volvamos a ver. Cuando nos crucemos, fingiré que no te conozco. 
                                     Es lo mejor para los dos. No soy la clase de mujer que te convenga. Soy una maldita cobarde. Perdóname. 

                                  Alexander no era capaz de ver aquellas líneas.
                                  Recordaba que, cuando se despertó, tras la última noche de amor que vivió con Charlotte, ella ya no estaba. Estaba desnudo, acostado sobre la hierba.
                                  No había ni rastro de Charlotte. Su ropa, que habían quedado esparcidas por el suelo, habían desaparecido.
                                   Sin embargo, sí recordaba el sabor en su lengua de la piel de la joven. Sus manos recordaban la suavidad con la que la había acariciado. Con la que le había abrazado. Recordaba cómo la había besado.
                                   No había sido un sueño. Había sido real.
                                   Tenía razón Charlotte cuando afirmaba ser una maldita cobarde. Ni siquiera había ido a verle para darle aquel adiós definitivo. Le había escrito una carta.
                                   Era una misiva en la que apenas había cuatro líneas escritas con mano temblorosa. Se dijo a sí mismo que estaba siendo egoísta. Charlotte tenía motivos para querer apartarse de su lado.
                                  Habían pasado varios días desde que recibió aquella maldita carta. Días en los que no había parado de beber, encerrado en la biblioteca. Días en los que no había dejado de llorar.
                                  Debía de respetar la decisión que Charlotte había tomado. Debía de mantenerse alejado de ella.
                                  En los momentos en los que el alcohol nublaba su sentido común, Alexander, incluso, había llegado a llamar a gritos a Charlotte. No podía llegar a maldecirla ni a proferir ningún insulto ni ninguna amenaza contra ella. En su corazón, sólo había amor hacia aquella mujer.
                                 No lo entiendo, pensó, tirado en el suelo. Debería de estar contenta. Ya no se va a casar con ese hombre. Podría casarse conmigo.
                                Se detuvo en aquel pensamiento. Charlotte no quería casarse con él. Le consideraba un traidor. Sin embargo, Alexander no podía renunciar a sus ideales. Entonces, sí que sería un traidor. No podía escoger entre Charlotte o su lucha por un mundo mejor. Si las ideas de la Revolución eran puestas en práctica en Inglaterra, el país mejoraría. Nunca vio con buenos ojos el ajusticiamiento de los Reyes. Después de todo, no dejaban de ser seres humanos. Sin embargo, Charlotte entendía lo que la Revolución significaba. Significaba un mundo mejor. Donde todas las personas eran tratadas como iguales. Donde no existían sirvientes y amos. Era la clase de mundo donde él quería vivir.



                                Martin se despidió de Melinda dándole un tierno beso en los labios.
                                Había ido a verla y habían pasado una hora conversando en el salón. Martin no veía la hora de convertir a Melinda en su esposa.
                               Charlotte había estado presente durante el tiempo que duró la visita.
                               El futuro compromiso de su prima con el joven marqués le servía de distracción.
                               Al menos, no pensaba en Alexander. No quería salir de casa. Su padre lo achacó a que le estaba guardando luto a lord George. Cada vez que pensaba en su prometido, Charlotte se sentía terriblemente culpable. Nunca había estado enamorada de él. No quería comer. No podía dormir por las noches.
                                Echaba de menos con todas sus fuerzas a Alexander. Si se quedaba dormida, sabía que acabaría soñando con él.
                                Estaba protegiendo a su familia. Su padre sufriría de saber que su hija había sido la amante de un traidor. O seguía siendo la amante de un traidor.
                                Debía de pensar en él.
-Es imposible no quererle-afirmó Melinda cuando Martin se marchó-Es el hombre más maravilloso del mundo. Sólo espero ser una excelente esposa para él.
-¿Eso significa que te vas a casar con él?-le interrogó Charlotte.
-He empezado a darme cuenta de que mis sentimientos hacia Martin han variado. Me aterra la idea de no volver a verle. Y me siento muy a gusto cuando estamos juntos.
-Es posible que el amor haya vuelto a tu vida.
-Es posible. Martin es maravilloso. Sé que puedo confiar en él. ¡Y es tan bueno, Charlie!
-Mereces ser feliz, prima.
-Gracias...


jueves, 19 de noviembre de 2015

FRAGMENTO DE "SEDUCIENDO A MISTER BRIDGERTON"

Hola a todos.
Aquí os traigo un fragmento de una novela que a mí, en lo personal, me encantó.
Se trata de Seduciendo a mister Bridgerton, de la siempre genial Julia Quinn.
No voy a entrar en spoilers, pero el personaje de la misteriosa lady Whistledown, una misteriosa mujer que escribe una revista donde saca su opinión sobre los demás, sea buena o mala, con un jugoso sentido del humor, juega un rol importante.
Penélope, nuestra protagonista, está enamorada del hermano de su mejor amiga, Daphne. Él es Colin Bridgerton, un joven que siente pasión por la aventura y por los viajes. Penélope es, en apariencia, una joven poco agraciada físicamente. Tiene veintiocho años, ha pasado desapercibida en las temporadas sociales y se ha resignado a permanecer soltera de por vida. Colin le tiene cariño, pero nunca ha sentido amor por ella. Hasta que empieza a conocerla poco a poco y se enamora perdidamente de Penélope.
¿Qué pasará?
Buenos, os invito a que la leáis porque tiene muy buenas dosis de humor y mucho romanticismo. Por lo que vais a pasar un rato muy alegre leyéndola. No es una novela en la que haya dosis de acción y de misterio, lo cuál se agradece. Uno termina saturado de que alguien intente cargarse siempre a la protagonista.
La historia es sencilla y tranquila, pero no exenta de profundidad, ya que conocemos a unos personajes muy humanos, que ríen, sufran, se equivocan y rectifican.
Si os gustan las historias así, ¡ésta es vuestra novela!
Aquí os dejo con un fragmento muy bonito donde Colin habla de lo que realmente siente por Penélope.

—Te quiero —le dijo en voz baja y ardiente—. Te amo con todo lo que soy, todo lo que he sido y todo lo que espero ser.
—Colin…
—Te amo con mi pasado y te amo por mi futuro. —La besó dulcemente en los labios—. Te amo por los hijos que tendremos y por los años que tendremos juntos. Te amo por todas y cada una de mis sonrisas y más aún, por todas y cada una de tus sonrisas.
Penelope se apoyó en el respaldo de un sillón.
—Te amo —repitió él—. Sabes eso, ¿verdad?


Navegando por Internet, he encontrado este bonito dibujo dedicado a Colin y a Penélope. 

¡Es precioso! 

viernes, 13 de noviembre de 2015

FRAGMENTO DE "CONTRA EL VIENTO DEL NORTE"

Hola a todos.
El día de hoy está dedicado a una novela preciosa que me cautivó y de la que he hablado en mi blog "Apasionada Lily".
Se trata de Contra el viento del Norte. 
Publicaré varios fragmentos de esta novela en mis distintos blogs. Es mi manera de rendirle un bonito tributo.
Aquí os dejo con uno de estos fragmentos:

“Seamos honestos, Leo: yo soy para ti una fantasía, lo único real en ella son unas letras que puedes poner en un contexto sonoro con ayuda de la psicología del lenguaje. Para ti soy como sexo telefónico, pero sin sexo y sin teléfono. O sea: sexo electrónico, pero sin sexo y sin imágenes para descargar. Y tú eres para mí puro juego, una agencia de reciclaje del coqueteo. Contigo puedo hacer lo que me falta: puedo vivir los primeros pasos de un acercamiento (sin necesidad de acercarme realmente). Pero ya somos una parejita en el segundo y tercer paso de un acercamiento que no puede acercarse. Deberíamos ir parando, me parece. Si no, estaremos cerca de quedar en ridículo. Ya no tenemos quince años..., bueno, sobre todo tú, desde luego. El caso es que ya no los tenemos, no hay remedio.”

lunes, 2 de noviembre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi blog novela Ecos del pasado. 
Lo cierto es que esta historia va camino de convertirse en un verdadero culebrón, je, je.
Vamos a ver lo que ocurre entre Alexander y Charlotte después de la muerte de lord George.

                                      El cadáver de lord George fue trasladado desde Preston hasta Newbury. Había pasado toda su vida allí.
                                      Charlotte estaba convencida de que lord George habría preferido ser enterrado en The Lynch. Pero la isla carecía de Iglesia. La muerte de su prometido la había destrozado. Sentía que le había traicionado.
-¿Cómo estás, hija?-le preguntó sir Héctor cuando salieron de casa.
                                    Charlotte no supo qué responder. Le parecía raro saber que no iba a volver a ver a lord George nunca más. Aquel hombre había significado mucho para ella.
                                     Sir Héctor ayudó a su hija a subir a la barca que les llevaría a Newbury. Charlotte estaba pensativa.
                                    Era evidente que nunca había estado enamorada de lord George. Sin embargo, aquel hombre iba a alejarla de Alexander.
                                    Se recostó en la barca. No había sido nunca una mujer calculadora. Lo que estaba era desesperada. El velatorio se iba a celebrar en la casa que la familia de George tenía arrendada en Newbury.
-Entiendo que no quieras hablar-dijo sir Héctor-Lo siento mucho. Debes de estar devastada.
                                Charlotte tenía los ojos hinchados de tanto llorar. Melinda había estado acompañándola en todo momento. Era la única que sabía la verdad sobre lo que Charlotte realmente estaba sintiendo en aquellos instantes. Se odiaba a sí misma por no haber sido capaz de amar a lord George. Por no poder quitarse a Alexander de la cabeza. Pero no se podía luchar contra el corazón.
-Ya hemos llegado-anunció el barquero.
                             Charlotte y Melinda saltaron a tierra ayudadas por sir Héctor.
                             Charlotte estaba agotada.
-No conozco a la familia de mi prometido-le comentó a su padre.
-Serán personas encantadoras-dedujo sir Héctor-Reconozco que yo tampoco les conozco.
                             Se dirigieron a pie a la casa donde iba a tener lugar el velatorio. Martin había acudido allí también. Melinda no tardó en verle cuando entró en el salón.
-Es aterrador-afirmó Martin, acercándose a ella.
-No me gustan los velatorios-admitió Melinda-Me acuerdo de mis padres.
-Recuerdo el velatorio de mi padre. Mi madre estaba deshecha. Ni mi hermana Jane ni yo entendíamos el porqué de su llanto.
-Tus padres fueron un matrimonio feliz.
-Mi padre era un miserable que le hizo la vida imposible a mi madre. No paraba de recordarle su pasado y hasta dudaba de que Jane y yo fuéramos sus hijos. Mi madre nunca ejerció la prostitución. Ella quería huir de ese destino. Mi abuela...Bueno...No tuvo esa suerte.
                           Charlotte se envaró cuando divisó a Alexander a un lado. ¿Aquel miserable no pensaba dejarla en paz? ¡La seguía hasta en el velatorio de su prometido! Pero no podía acercarse a él y plantarle cara. Quedaría en evidencia. Alexander no quería dejarla sola en aquel momento. Por eso, estaba allí.



-¿Lo has visto?-le increpó a Melinda, acercándose a ella-¡Tiene demasiada cara como para venir aquí!
-Es mejor que no grites-le contestó su prima-Y que guardes la compostura.
-¿Qué es lo que pasa?-indagó Martin.
-Nada...-escupió Charlotte, indignada-Nada...No pasa nada.
                          Lord George tenía tres hermanos menores que él. Todos estaban casados. Todos tenían hijos. Se portaron de un modo bastante frío con Charlotte. De hecho, la joven dedujo que la muerte de su prometido parecía aliviarles.
-Es algo normal-comentó Alexander, acercándose a ella.
-¡Vete!-le siseó Charlotte, indignada.
-Ellos sólo buscaban la herencia de lord Craft. Ahora, la herencia es de ellos.
                          Hasta donde Charlotte sabía, su prometido no había hecho testamento. ¿Cómo iba a hacer testamento?
                           Su corazón latía a gran velocidad. Pensó que iba a vomitar. Pensó en salir corriendo de aquella casa.
                           Todo estaba oscuro. Las cortinas eran de color oscuro. Las mujeres y los hombres iban vestidos con ropas negras.
                            Alexander se acercó a ella.
                            Rodeó con su brazo los hombros de la joven.
-¡No hagas eso!-le ordenó Charlotte, furiosa.
-Será mejor que te lleve a casa-le propuso.
                            La besó en la frente.
                            Charlotte se dejó llevar por él.
                            La cercanía de Alexander nublaba sus sentidos.
                            Alexander era consciente de la lucha interna que sostenía Charlotte en su interior.
                           Una barca de alquiler les llevó de vuelta a The Lynch.
                            Alexander contempló la figura de Charlotte. Su corazón se encogió al verla en aquel estado.
                           La veía más delgada. Miles de ideas pasaron por su mente. Pero aquellas ideas eran propias de un ser egoísta. En aquellos momentos, lo que Charlotte más necesitaba era comprensión.
                           No estaba siendo digno de ella. No cruzaron  palabra alguna mientras volvían a The Lynch. Sólo se oía el sonido de los remos del barquero golpeando el agua.
                           Llegaron a The Lynch. Charlotte quería fingir que Alexander no estaba a su lado.
-Esto no cambia nada-acabó diciéndole-Mi prometido ha muerto.
-Créeme cuando te digo que lo siento mucho-dijo Alexander con tristeza.
-¿En serio lo sientes?
                          Charlotte estaba cansada. No quería empezar a discutir con Alexander.
                          En realidad, la única que discutía con Alexander era ella. Estaba furiosa con él por haber puesto del revés su vida.
-No pienso ir contigo a ningún sitio-añadió.
-Respeto tu decisión-anunció Alexander-Y respeto tu dolor.
-Quería de verdad a lord Craft. Era un buen hombre.
-Lo sé.
                            Un sollozo brotó de la garganta de Charlotte.



-Lo necesitaba a mi lado-admitió la joven-Era mi única esperanza.
-¿Qué quieres decir con eso?-le preguntó Alexander.
-¡Le necesitaba para alejarme de ti!
-¿Necesitabas casarte para huir de mí?
-Lord Craft es un héroe. ¡No es como tú!
-Charlie...
                             Charlotte comenzó a caminar. No quería volver a casa. Necesitaba caminar. Sentía los pasos de Alexander detrás de ella. Tembló de frío. En realidad, la cercanía de aquel joven la ponía en aquel estado. No estaba furiosa con Alexander. Estaba furiosa consigo misma. Furiosa porque no era capaz de dejar de amar a aquel maldito traidor.
                           Se giró para encararse con él. Pero no pudo decir nada.
                           Sólo vio amor reflejado en la mirada de él.
                           Se dejó llevar por sus sentimientos.
                           Aceptó de buen grado los besos que Alexander le dio. Se aferró a él con desesperación mientras sentía cómo Alexander la abrazaba con fuerza.
                           La necesitaba.
                           El joven llenó de besos el rostro de su amada. La besó en el cuello con suavidad.
                           Quería consolarla. Quería demostrarle que estaría siempre a su lado.
                            A pesar de todo...
                           Alexander mordisqueó el lóbulo de la oreja de Charlotte al tiempo que ambos se estremecían.
                            Necesitaban olvidar. Olvidar el mundo que les rodeaba.
                           Alexander chupó con suavidad los pezones de Charlotte saboreándolos. Al mismo tiempo, la estrechó con más fuerza contra su cuerpo.