domingo, 27 de septiembre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de Ecos del pasado. 
En esta ocasión, está más centrado en nuestras queridas Charlotte y Melinda.
¡Veamos qué ocurre!

                                 Charlotte se dio cuenta de que Melinda apenas había probado durante el desayuno. Ni siquiera había llegado a terminarse la taza de café que estaba bebiendo.
-¿Qué te ocurre?-quiso saber Charlotte-Tienes mala cara.
                              Melinda esbozó una sonrisa cansada.
-He pasado mala noche-contestó.
-Espero que la conversación que tuvimos hace un par de días no te haya incomodado-observó sir Héctor.
-No te preocupes, tío Héctor-mintió Melinda-Tienes razón. Como ya te dije, cualquier cosa que decidas, la acataré de buen grado. No quiero ser un incordio para ti.
-¿De qué conversación estáis hablando?-se sorprendió Charlotte.
                             Apuró el vaso de zumo de limón que estaba bebiendo.
-Es probable que tu prima se case más pronto de lo que piensas-contestó sir Héctor-Va a viajar a Londres. Puedes venir con nosotros, si quieres. Nos iremos en unas semanas. Hay que preparar muchas cosas.
-Salgamos al jardín para hablar más tranquilamente-le propuso Melinda a Charlotte.
                            Aquella mañana, Dorcas, la doncella, había observado a Melinda. La vio mientras se lavaba todo el cuerpo con el agua que había vertido en la jofaina. Melinda estaba muy pálida.
                          La joven salió al jardincillo que rodeaba la casa acompañada por Charlotte.
                          La joven se sintió culpable a medida que iba escuchando a Melinda. Se sentía culpable por haber sido tan egoísta. Había pensado en los problemas que la acuciaban. ¡Y se había olvidado por completo de los sentimientos de Melinda!
-Perdóname-se disculpó Charlotte.
-¿Por qué he de perdonarte?-se extrañó Melinda.
-Por mi culpa, estás sufriendo. Me he olvidado de ti. Sólo he pensado en mí.
-Charlie, soy lo bastante mayorcita como para lidiar con mis asuntos.
                        Sin embargo, Charlotte no lo veía de aquel modo. Maldijo en su fuero interno a Alexander. ¡Aquel hombre ni siquiera le permitía ocuparse de Melinda!
-Tío Héctor tiene razón-añadió la joven con dulzura-He llegado a una edad en la que tendría que haberme casado.
                         Pero te han roto el corazón, pensó Charlotte con pesar. Y mi padre quiere buscarte un marido. Tu antiguo prometido era un miserable. ¡Pero sigues enamorada de él!
-¿Y qué piensas hacer?-quiso saber Charlotte.
-De momento, no puedo hacer nada-contestó Melinda-Haré caso a todo lo que me diga tío Héctor. Viajaré a Londres, si ése es su deseo. Me buscará un marido. Olvidaré el pasado. Seré más obediente. Y me casaré con él.
-¡Ni se te ocurra hacer eso! ¿Desde cuándo has sido sumisa?
                              Melinda sintió cómo las lágrimas se agolpaban en sus ojos.
                              Charlotte le acarició el cabello con la mano.
                             Melinda quería decirle a su prima que debía de pensar en ella. Podía enfrentarse a cualquier reto en solitario. Pero Charlotte debía de tomar una decisión con respecto a su futuro. Escoger entre un matrimonio con un héroe nacional. O admitir que amaba a un traidor y seguir los designios de su corazón.
                             Lord Alexander Cranleigh era un traidor. Prefería servir a Napoleón. Pero su amor por Charlotte era real.
                            De pronto, la joven tuvo la sensación de que su prima estaba pensando en Alexander. Y en ella...Se puso tensa.



                          No, pensó alarmada. No me hables de Alex. ¡Por lo que más quieras, Mel! ¡No me recuerdes a ese hombre!
-¡No digas nada!-le pidió sofocada a su prima.
-Se trata de tu vida, Charlie-afirmó Melinda-Acepto que quieras ayudarme. Acepta que yo también pueda ayudarte.
-He tomado una decisión. Me casaré con lord Craft.
-En el fondo de tu corazón, estarás cometiendo un error. Del mismo modo que sé que estoy cometiendo un error por dejar que tío Héctor dirija mi vida.
                          Charlotte se metió dentro de la casa.

domingo, 20 de septiembre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de Ecos del pasado. 
Este fragmento está centrado en la figura de Melinda, la prima de Charlotte.
¡Veamos qué le ocurre!

                              Sir Héctor debía de pensar en el porvenir tanto de su sobrina como de su hija.
                              Su idea inicial era casar a Melinda en primer lugar. Cierto era la joven había tenido mala suerte. En el fondo de su corazón, seguía enamorada de aquel bastardo con el que había estado prometida tiempo atrás.
                             Lo bueno era que Melinda no había perdido la cabeza hasta el punto de arrojarse en sus brazos.
                            La hizo llamar a la biblioteca.
                           Era conveniente hablar con Melinda sobre lo que debían de hacer.
                          Sentada en una silla, Melinda clavó la mirada en la cara de su tío quién estaba de pie frente a ella. Sir Héctor le habló de la cantidad de buenos partidos que había en Londres. Si quería, podía ir allí al inicio de la temporada social. Faltaban unos meses y tenían tiempo de sobra para preparar el viaje.
-¿Voy a viajar a Londres a buscar un marido?-se sorprendió Melinda.
-Estás en edad casadera, querida-contestó sir Héctor.
                          Aquella vez, se encargaría personalmente de supervisar la elección de marido de su sobrina.
-No quiero que se repita la historia-añadió sir Héctor.
                           Melinda respiró hondo.
-Tengo en mente algunos nombres-prosiguió sir Héctor.
-¿Nombres?-se sorprendió Melinda.
-No puedes quedarte a vestir Santos, querida. Es tu deber casarte con un buen partido y traer al mundo sus hijos. Estoy seguro de que sería la perfecta esposa para algún aristócrata.
                          La voz de sir Héctor sonó serena.
                          Melinda era una criatura muy cabezota. Muy terca...
                          Pero también era cierto que lo estaba pasando realmente mal con la ruptura de su compromiso.
                          Melinda trató de hablar. Pero apenas le salía la voz de la garganta.
-Estoy agradecida por todo lo que estás haciendo por mí, tío Héctor-pudo hablar-Has administrado bien mi fortuna. Me has acogido como a una hija en tu casa. Me has apoyado mucho después de todo lo que ha pasado. Pensaba que tu intención era casar a mi prima Charlie antes que a mí. Pero veo que no es así. Confío plenamente en ti. Si así lo quieres, dejo a tu libre elección tu decisión. Cualquier cosa que decidas. La veré bien. Te lo digo en serio.
                         Melinda tenía un poco arrugada su respingona nariz.
-Me sorprende oírte hablar así-admitió sir Héctor-Durante años, has sido muy rebelde y muy cabezota. Recuerdo que me costaba mucho trabajo poder hablar contigo. Es probable que el paso de los años y la experiencia tan dolorosa que has vivido te hayan hecho cambiar. No obstante, lo primero es tu felicidad. Quiero que seas feliz con un hombre que te quiera de verdad, Melinda. Has sufrido demasiadas pérdidas a lo largo de tu vida. Mereces, de corazón, ser feliz.
-Ya soy feliz, tío Héctor-le aseguró ella-De verdad que soy muy feliz.
                        Melinda había asumido que nunca más volvería a enamorarse. Ya había entregado su corazón una vez y había terminado roto.
                        Era mejor un matrimonio sin amor. Por lo menos, su marido sería bueno y la respetaría. Melinda ni siquiera esperaba que la amase.
                        Se conformaba con muy poco.



                                  Melinda se puso de pie y abandonó la biblioteca.
                                 Se encontró con Dorcas, la doncella que compartía con Charlotte, al pie de la escalera. La mujer estaba muy nerviosa.
-Milady, ¿qué le ha dicho su tío?-le preguntó.
-Dice que debo de ir a Londres a buscar un marido-respondió Melinda con voz cansada.
-Debería de llevarse también a lady Charlotte. Noto muy rara a su prima, milady. No parece que sea ella.
-Dorcas, Charlie no ha cambiado nada.

lunes, 14 de septiembre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Estamos a punto de entrar en el ecuador de esta historia.
Todavía falta mucho por ver y todavía no sé cuándo tendrá su final. Pero yo quiero terminarla, aunque sea lo último que haga.
Porque siento que vale la pena.
De momento, aquí os dejo con un nuevo fragmento recién salido del horno.
¡Deseo que os guste!

                                 Para alivio de Charlotte, no se pudo salir de casa durante una semana entera.
                                 Empezó a nevar mientras regresaba a casa con Melinda, tras haberse separado de Alexander.
                                 Durante todo aquel tiempo, las únicas noticias que tuvo del joven marqués fueron las cartas que él le envió. Cartas que Charlotte tuvo el deseo de romper en mil pedazos o de echar a las llamas de la chimenea.
                                  No lo hizo. En su lugar, guardó aquellas cartas en el fondo del último cajón de su mesilla de noche. Se dijo así misma que no las iba a leer. No debía de pensar en ellas.
                                 Se sorprendió así misma en varias ocasiones buscando aquellas cartas para leerlas. Mientras caía la nieve con lentitud, Charlotte se sentaba en la cama. Leía aquellas misivas.
                                 Lloraba mientras sus ojos repasaban la letra de Alexander. Era cierto todo cuanto le decía.
                                 Le hablaba en aquellas cartas del amor que sentía hacia ella. Un amor que él sabía que era correspondido.
                                Charlotte debía de ser valiente. Debía de atreverse a romper su compromiso con lord George. A confesar en voz alta que estaba enamorada de un traidor.
-¡Pero no es tan fácil!-exclamó una tarde Charlotte.
                                Melinda y ella estaban sentadas a la mesa del comedor. Estaban dando cuenta cada una de una taza de té. Melinda cogió una galleta del platito que había servido la criada para acompañar el té.
                               Charlotte sabía que su prima, de algún modo, estaba compinchada con Alexander. Melinda no lo negó.
-Me sorprende que tú, siendo tan patriota como eres, apoyes a ese traidor-le espetó Charlotte.
-Tengo mi manera de pensar-admitió Melinda-Pero respeto las opiniones de los demás.
                             La joven reconoció que Alexander le caía bien. Le parecía un joven agradable y muy encantador. Veía en sus ojos que todo el amor que sentía por Charlotte era real. Melinda no pudo evitar sentir una punzada de envidia. En el fondo de su corazón, deseaba ser amada por alguien de la misma manera en la que Alexander amaba a Charlotte.
                             La joven bebió un sorbo de su taza de té.
                             La mano de Charlotte tembló al hacerlo.
-Creo que estás obrando como una cobarde-opinó Melinda.
-¡Gracias por tu apoyo!-escupió Charlotte, sarcástica.
-Charlie, eres más que una prima. Eres mi hermana. Quiero que seas feliz.
-Lord Craft...
-¡No puedes ser feliz al lado de un hombre que no amas!
                             Melinda no sabía cómo hacer entrar en razón a su prima. Charlotte estaba demostrando que podía ser más cabezota que la propia Melinda.
-¿Y puedo ser feliz al lado de un hombre que sirve a los franceses?-le increpó Charlotte.
-En realidad, es tu miedo el que habla por ti-contestó Melinda-Es normal que estés asustada. Todos sabemos lo que le hacen a los traidores.
                           Vio a Charlotte ponerse pálida como un cadáver. Melinda supo que había dado con el origen de su miedo. No era sólo sus prejuicios.
-Siempre podéis iros a Francia-añadió.



                             Charlotte miró con estupor a Melinda. Pensó que su prima se había vuelto loca. ¿De veras estaba hablando en serio? ¡No podía huir a Francia con Alexander! ¡Sería casi como suicidarse!
-Arrastraría el buen nombre de la familia Stanyon por el fango-le recordó casi con ira-¿No lo has pensado, Mel?
-Tío Héctor parece vivir en otro mundo-contestó la aludida-Puedes hablar con él y contarle la verdad.
-¡Sería capaz de entregarme a las autoridades!
-Es tu padre, Charlie. Un padre jamás haría tales cosas. Si hemos de vivir con miedo, prefiero no vivir.
                              Charlotte no reconocía a la mujer que hablaba de aquel modo como su prima Melinda.

domingo, 13 de septiembre de 2015

"START ME UP", DE LOS "ROLLING STONES"

Hola a todos.
Aquí os traigo una nueva canción del mítico grupo Rolling Stones. 
Esta canción es del año 1981 y aparece en el documental que el director Martin Scorsese grabó sobre la legendaria banda titulado Shine a light. 
La canción es super pegadiza y vemos en un entorno de lo más sencillo a la banda actuar en su salsa. Están en lo más alto de su carrera.
La canción es Start me up. 
¡A bailar con ella!


sábado, 12 de septiembre de 2015

AQUÍ ESTÁ DILBERT

Hola a todos.
Aquí os traigo una frase de Dilbert, posiblemente el oficinista más sufrido y paciente (cualquiera habría estallado con su inútil jefe, una compañera violenta y un compañero vago y aprovechado) que jamás ha existido.
Veamos qué frase nos deja.

"Después de nueve años en Pacific Bell lo aprendí todo sobre cómo parecer ocupado sin estarlo, y eso redundó en beneficio de la empresa."

viernes, 11 de septiembre de 2015

"TORNIQUET", DE MARILYN MANSON

Hola a todos.
La canción que hoy os traigo es de un cantante por el que siento una gran debilidad.
Se trata de Marilyn Manson.
El tema que os traigo tiene casi veinte años, pero sigue sonando tan fuerte, directo apasionado como en su día.
Pertenece a su álbum Antichrist Superstar, de 1996.
El tema se llama Torniquet y sí, es una canción romántica, al mismo tiempo que gótica y oscura. El ambiente del videoclip es un tanto siniestro y, al mismo tiempo, atrayente.
¡Espero que disfrutéis con ella!


miércoles, 2 de septiembre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Y aquí sigo con un nuevo fragmento de mi blog novela "Ecos del pasado".
Hoy, veremos un nuevo encuentro entre Charlotte y Alexander, con Melinda como testigo.

                                      La vergüenza de aquel hombre no conocía límites.
                                      Charlotte sentía cómo todo su ser ardía de rabia.
                                      Estaba convencida de que Melinda había tenido algo que ver con aquel encuentro. Las dos habían salido a dar un paseo. De pronto, sin esperarlo, se vieron abordadas por Alexander.
                                      En realidad, quién se vio abordada por Alexander fue Charlotte. Melinda decidió que lo mejor que podía hacer era quedarse al margen. Puso una excusa acerca de que había visto a una de sus amigas. Y que iba a ir a saludarla.
-¡No me dejes sola con él!-le siseó Charlotte, irritada.
                                     Alexander besó la mano de Melinda.
                                     A continuación, la joven se alejó de allí. Les dejó solos. Charlotte fulminó a su prima con la mirada. Luego, hizo lo mismo con Alexander.
-Lo que ocurrió anoche no significó nada para mí-le escupió con furia-Puedo hacer eso mismo con cualquiera que se cruce en mi camino.
                                      Quería irritar a Alexander, pero no lo consiguió.
-Sé bien que eso no lo harías nunca con nadie que no sea yo-le aseguró el joven-A mí me pasa lo mismo. No podría hacer nada con otra mujer. Sólo estás tú en mi corazón y en mi cabeza, Charlie.
-He de sacarte de mi corazón-replicó la joven.
-¿De verdad lo crees? Dime una cosa. ¿En serio piensas casarte con lord Craft? No le critico su edad. No critico que sea un pelota del narizotas.
-¿El narizotas?
-El general Wellington...¡Por el amor de Dios, Charlie! ¿Te has fijado en la nariz que tiene?
-Sí...
                                      En contra de su voluntad, Charlotte estalló en carcajadas. Le resultaba imposible tomarse en serio al general Wellington. Cada vez que le veía, tenía la sensación de que había sido mal dibujado. Era cierto que el cónsul Bonaparte tenía fama de ser bajito. Pero la presencia del cónsul era imponente. En cambio, el general no parecía imponer ni siquiera respeto o miedo.
                                    Charlotte endureció el gesto. ¡No podía seguir pensando de aquel modo!
                                    No sólo volvía a ser la ramera de un traidor. ¡También era una traidora! Quiso mirar con odio a Alexander. Y, sin embargo, sólo vio a un héroe. A alguien que luchaba por cambiar las cosas.
                                    Un joven que, lejos de quedarse en su casa sin hacer nada, quería hacer algo. Era valiente. Tenía un ideal por el que valía la pena luchar.



                                 Movida por un impulso, Charlotte rodeó con sus brazos el cuello de Alexander y cubrió su cara de besos.
                                 Luego, sus labios se posaron sobre los labios del joven y lo besó con fuerza, poniendo en aquel gesto todo lo que sentía por él.
                                 Rabia...Amor...Admiración...