domingo, 31 de agosto de 2014

ESCENA DE MI NOVELA

Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros un fragmento de una de mis novelas.
Les falta corregirla y también le falta ponerle un título.
Os he hablado en una entrada anterior de ella. La considero como la versión decimonónica de las Cincuenta sombras de Grey. 
¡Y es que James, el protagonista, se las trae!
Vamos a ver lo que ocurre en este fragmento.

                                    Olivia tiene la fiebre muy alta. Mi madre, mis hermanas y yo nos esforzamos en hacer lo imposible para que le baje la fiebre.
-¿Cuándo va a venir este hombre?-pregunta mi madre, haciendo referencia a James-¿Por qué no ha llegado?
-Hester está delante, madre-responde Eileen.
                                    Caitlin pasa pasos empapados en agua por la frente ardiente de Olivia. La oigo murmurar algo.
                                    A pesar de todo, pienso, echa de menos a James. Después de todo, es su hermano. La oigo llamar en su delirio a Annie. La oigo llamar en su delirio a sus otros hermanos. Pero también pronuncia en voz alta el nombre de James.
                                  Dice que quiere darle un abrazo.
                                  Mi madre tiene miedo de que algo horrible le haya pasado a James durante el trayecto hasta nuestra casa. Observo cómo Bree prefiere mantener la boca cerrada.

domingo, 17 de agosto de 2014

EL CAPITÁN Y LA ANIMADORA

Hola a todos.
Este relato lo escribí para celebrar la festividad de San Valentín.
Es uno de los pocos relatos contemporáneos que he escrito. Es muy corto. No puedo escribir más de diez páginas de relato contemporáneo. Es algo que he tenido que asumir.
Se llama El capitán y la animadora. 
Es bastante romántico.
Deseo de corazón que os guste.

EL CAPITÁN Y LA ANIMADORA

             Esta historia comienza un 14 de febrero del año 2. 013 en un lugar de Nueva York.
            No se había dado cuenta de la fecha que era.
            Joan Darren tenía la vista fija en la pantalla de su ordenador.
            Su trabajo era su vida. Tenía treinta años. Vivía sola. A decir verdad, siempre estaba sola.
            El tiempo había pasado rápidamente y ella estaba ocupada trabajando. Su trabajo era lo que le permitía vivir el día, a pesar de que ella echaba en falta algo. El ambiente en su oficina aquel año no había sido precisamente romántico. ¿De qué sirve enamorarse?, pensó. Sólo se sufre.
            Una de sus compañeras acudió a su mesa llorando histérica por la mañana. A punto de contraer matrimonio con su prometido, había decidido romper con él.
-¿Qué ha pasado?-quiso saber Joan.
-¡El muy cabrón me ha engañado!-contestó la joven, al menos, cinco años menor que Joan-Se fue a Las Vegas de fin de semana para festejar su despedida de soltero. ¡Y me ha sido infiel con una golfa!
-¿Cómo te has enterado?
            Por lo visto, el muy hijo de puta había regresado con una enfermedad venérea de Las Vegas. Y se la había pegado.
-¡Ésta me la paga!-juró-¡Lo juro por mi madre que me la paga!
            Estaba realmente furiosa.
            Había una oleada de rupturas y de divorcios en la empresa. Joan casi se alegraba de no haberse casado todavía. Su jefe estaba sumido en un agrio proceso de divorcio. Dos compañeros suyos se habían divorciado. El amor eterno no existía en el mundo en el que vivía Joan.
            Los buenos momentos desaparecían apagados por la oscuridad y por la amargura que toda ruptura traía consigo.
            Joan se sintió muy sola porque, a pesar de todo lo que estaba viviendo, deseaba creer que el amor existía. Hay un hombre allí fuera esperándote, le había dicho su difunta abuela. Cuando te encuentre, no te dejará escapar.
            Pero aquel día, aún siendo el Día de los Enamorados, Joan no tenía ganas de pensar en cosas románticas. Ya no recordaba cuándo fue la última vez que tuvo una cita con un hombre. Vivía sola y apenas tenía contacto con su familia, con excepción de Navidad y del Día de Acción de Gracias. 
            Tenía dos hermanos mayores y tres hermanas menores. Sus hermanos mayores estaban atravesando severas crisis conyugales. Su hermana pequeña había empezado a ir a la Universidad. Eso sería motivo de alegría de no ser porque había roto con su novio del instituto.
            Y, encima, hacía unos días, su madre la llamó dándole una noticia inesperada para ella. Se divorciaba de su padre, tras casi cuarenta años de matrimonio. En un primer momento, Joan pensó que se trataba de una broma, pero no era así.
-Hay otra mujer en la vida de tu padre desde hace cuatro años-le confesó su madre-La quiere y quiere vivir con ella.
-¡No puedes estar hablando en serio!-se escandalizó Joan, quien se enteró de la noticia mientras iba conduciendo.
            Por suerte, tenía conectado el manos libres. Sin embargo, la noticia la impactó muchísimo. Cierto era que sus padres, al menos, desde que ella se marchó a la Universidad, habían dejado de ser un matrimonio amoroso. Discutían, pero Joan creía que aquellas discusiones formaban parte de la rutina de una pareja cuando llevaban tantos años juntos.
            Por lo visto, estaba equivocada.
-Hay otra cosa más que debes saber-añadió su madre.
-Me estás empezando a asustar-afirmó Joan.
-Hay otro hombre en mi vida. Llevamos viéndonos desde hace un año. Nos queremos.
            De pronto, la visión que tenía de la vida de su familia era un miserable engaño. Joan se sintió aún más sola. Sus padres habían iniciado los trámites de divorcio. Sus abuelos, por suerte, hacía años que habían muerto y no podían escandalizarse.
            Pasaron por su cabeza momentos de su niñez. En aquella época, cuando se celebraban barbacoas en el jardín de su casa en Avon, mientras jugaba con sus hermanos y con los hijos de sus vecinos, Joan había sido una niña feliz que confiaba ciegamente en la bondad que creía que imperaba en el mundo. Al llegar a la adolescencia, se convirtió en una chica romántica. Su primera vez fue en el interior del coche del padre de su novio de aquella época, Ian. Él también era virgen. Se mostró bastante torpe. La besaba metiéndole demasiado la lengua. Pero eso no le importó mucho a Joan. Lo amaba de verdad.
            Fue Ian el primer chico que la besó en los labios. Poco a poco, Ian fue aprendiendo a besarla y a acariciarla como debía.
            Fue una relación prototípica. Iban juntos al cine. Salían a tomar algo. Ella animaba los partidos de rugby.
            El capitán y la animadora, pensó con cierta nostalgia.
            Al verla en la actualidad, nadie habría dicho que hubiese sido una animadora.
            Vestía de manera adecuada con el trabajo que desempeñaba. Entró en el equipo de animadoras incitada por su mejor amiga, quien era la capitana.
            Joan superó las pruebas. Por aquel entonces, era una chica a la que le gustaba vestir a la moda. Algo coqueta…Tenía la sensación de que habían pasado siglos desde aquella época. Era una adolescente. Su mayor preocupación era tener un plan para el fin de semana. Cualquier cosa le valía, excepto quedarse en casa. Ir a dormir a la casa de alguna amiga. Salir con chicos.
            O, incluso, ir a ensayar con el equipo.
            Joan era buena animando. Y eso atrajo la atención del capitán del equipo de rugby.
            Sabía que a él se le iban los ojos tras ellas cuando lucía el uniforme de animadora. Tenía la sensación de que habían pasado siglos desde aquella época.
            Eran otros tiempos y, muy a su pesar, Joan los echaba de menos. Echaba de menos el estar acompañada por sus padres y por sus hermanos. Su época de adolescente…Cuando al mirarse en el espejo y encontrar que tenía un grano en la mejilla era motivo de tragedia.
            Recordaba su habitación. Siempre estaba desordenada. Su madre la regañaba por ello. Joan le decía que no era una habitación desordenada. Simplemente, la tenía a su gusto. Nada más…Su apartamento era de estilo minimalista. Menos cosas que desordenar y que ordenar. Menos problemas…
            Las personas que vivían en Avon, al menos, hasta donde Joan recordaba, eran hospitalarias. Se preocupaban por el prójimo. Su madre hacía tartas que llevaba a las vecinas cuando iba a visitarlas porque las encontraba un poco tristes.
-¿Quieres que te acompañe?-se ofrecía Joan.
-De acuerdo…-contestaba su madre-Le agradará verte.
-¿Qué le pasa?
            Entonces, Joan creía que su madre obraba de aquel modo por amabilidad, aunque no tardó en descubrir que lo que quería era cotillear.
            Por aquella época, Ian empezó a acercarse a ella, no sólo en los entrenamientos. También se le acercaba en los pasillos del instituto. Una vez, al abrir su taquilla, Joan se encontró con una rosa roja y fresca y con una nota llena de frases bonitas que la conmovieron. Ian fue el autor de aquella nota. Y había sido quien le dejó la rosa dentro de su taquilla.
            Ella fue a buscarle cuando se dirigía a entrenar.
-¿Por qué lo has hecho?-quiso saber.
-Quería hacerlo-contestó Ian.
            A pesar de que era el chico más popular de todo el instituto, Ian era bastante tímido.
-Me gustas mucho-le confesó a Joan.
            Al día siguiente, Ian se sentó al lado de Joan en el comedor, a la hora del almuerzo. Las amigas de la chica no paraban de darse codazos las unas a las otras. Indicaban entre ellas el interés que había despertado Joan en el capitán del equipo de rugby.
            Joan se sintió halagada.
-¿Te molesta que me haya sentado contigo?-le preguntó Ian.
            Joan sorbió con una pajita su zumo de sirope de fresa. Negó moviendo la cabeza. Se sentía casi como en un sueño. Pero los sueños podían darse de bruces con la realidad.
-¿Por qué te has sentado conmigo?-le preguntó Joan.
-Te lo dije ayer-respondió Ian-Me gustas mucho, Joan.
-¿Qué quieres decir?
-Que me gustaría salir contigo.
-¿Salir conmigo?
            A través de los cristales de la ventana de su despacho, Joan observó cómo empezaba a caer una fina lluvia que mojaba el suelo. Estaba en el último piso. Debería de haber vuelto ya a su casa.
            Todavía quedaban algunos compañeros suyos ocupados en hacer sus trabajos en sus ordenadores. Ninguno de ellos tenía demasiada prisa en regresar a casa. Unas casas vacías…
            Eran el mudo testimonio de lo que se estaba viviendo en la empresa. El desamor…Joan tragó saliva porque era testigo indirecto de cómo las relaciones amorosas y los matrimonios de sus compañeros y de su familia se estaban yendo a la porra. ¿Acaso el amor servía sólo para hacer sufrir a los demás?, se preguntó Joan. De ser así, no quería seguir indagando en aquel tema.
            Miró su mesa. Se sintió cansada.
            Su mesa estaba repleta de documentos que se amontonaban unos encima de otros. Trabajaba como redactora en aquel sitio desde hacía años. En un primer momento, había empezado amando su trabajo porque le permitía escribir acerca del mundo de la moda. Poco a poco, Joan se estaba desencantado con la vida y también se estaba desencantando con el amor.
            No era ninguna solitaria. Pero era cierto que tenía pocos amigos. Su vida era su trabajo. Apenas salía de su casa. Sus compañeros de trabajo la consideraban una joven muy atractiva. Pero ella no parecía estar interesada en ninguno de ellos. Se pasaba las horas muertas sentada ante su ordenador. Su vida era trabajar durante horas. Joan había tenido fama de aburrida. Sin embargo, en los últimos tiempos, parecía tener fama de sensata. Después de todo, era la única que parecía escapar de la epidemia que estaba sufriendo la oficina. Divorcios…Rupturas…
            Echaba de menos a su familia, pero también agradecía el no vivir cerca de sus padres para no recordar que su matrimonio se había venido abajo.
            Siendo sinceros, Joan se había vuelto un tanto cínica a raíz de aquella ruptura amorosa. El problema era que no quería saber nada del amor. Creía que había amado cuando era una adolescente idealista. Incluso…Seguía pensando que su primer amor había sido el de verdad.
            Su compañera acudió a verla a media tarde llorando.
-¡Quiere que le devuelva el anillo de compromiso!-le contó furiosa.
-Pues devuélveselo-le sugirió Joan.
-¡Pero es mío!
-Si no quieres saber nada de ese tío, devuélvele el anillo.
-¿Tú lo has visto? ¡Es de oro auténtico! Además, seguro que se lo dará a la guarra con la que me engañó.
            Su padre la había llamado por la mañana temprano.
            Ya vivía con su amante. Decía que había llegado el momento de presentársela. Pero Joan no estaba muy segura de querer conocerla.
            En una época no muy lejana, el trabajo había absorbido por completo su vida y la había hecho sentirse menos sola. Había estado con varios hombres, pero todas sus relaciones habían terminado siendo un completo fracaso.
            En otro tiempo, habría mirado con envidia las relaciones de sus compañeros. Todos ellos presumían de tener sólidos matrimonios. Incluso, su compañera que había roto con su novio había estado presumiendo de él hasta no hacía mucho. Pero él se largó a pasar un fin de semana de juerga en Las Vegas. Y terminó donde no debió de haber terminado nunca.
            Su compañera estaba enferma. Por suerte, se curaría porque el médico le había recetado una pomada. No era sólo la enfermedad. Era la humillación que había sufrido.
            Debían de ser casi las diez de la noche. La pantalla de su ordenador reflejaba la hora que era. Decidió que era el momento de regresar a casa. ¿Qué voy a cenar?, pensó Joan. No tenía preparado nada.
            Decidió pedir una pizza.
            Se sentaría a ver la tele mientras daba cuenta de su pizza con anchoas, que tanto le gustaba. El programa de Ellen era aquella noche. Si llegaba con tiempo, podría ver el final. Después, se iría a la cama y trataría de conciliar el sueño sin pensar en nada.
            Apagó su ordenador y se puso de pie tras haber dado a Guardar. Una compañera, una chica muy joven que había entrado a trabajar como becaria, alzó la vista. Joan se puso el abrigo. Buscó su bolso y se lo colgó del hombro. La chica se despidió de ella con un gesto. Los demás seguían trabajando.
            Triste San Valentín, pensó Joan. No hay alegría. No hay nada.
            Había otras personas que se dirigían al ascensor. Entraron junto con Joan. Fue un momento lleno de silencio en el que ninguna de las personas que se encontraban dentro del  ascensor. Joan se colocó en un rincón. Por lo visto, no era la única que se dedicaba a trabajar hasta muy tarde en aquel día que se suponía que debía de ser romántico y alegre.
            Hacía mucho frío cuando salió a la calle. Joan se arrepintió de no haberse traído los guantes mientras se rodeaba el cuello con su bufanda de lana. Se sorprendió al ver el bullicio normal en un día normal en la ciudad. Los coches que se pitaban los unos a los otros.
            Y, encima, su coche estaba roto. Por suerte, no vivía muy lejos. Pensó que era una estupidez ir al trabajo en coche cuando se está tan cerca. Pero su hermano mayor decía que, para vivir en Nueva York, necesitaba un coche.
            Joan no tenía muchas ganas de regresar a su casa. En ocasiones, sentía cómo la soledad la vencía. Luego, veía los problemas que tenían sus compañeros. Si se enamoraba, ¿acabaría sufriendo a consecuencia de una ruptura? Un divorcio… ¿Acaso podía ser capaz de enfrentarse a un divorcio?
            La gente iba y venía a su alrededor. Estuvo a punto de tropezar con una prostituta ya entrada en años que caminaba tambaleándose, borracha ya. Las luces de neón la deslumbraron. Anunciaban cualquier cosa.
            Se encontró con un mendigo que se acurrucaba en una esquina cubierto apenas por unas mantas. Joan abrió su bolso. Le dio cinco dólares. No llevaba mucho dinero suelto aquella noche.
            Había un cine abierto. Joan no quiso ni acercarse a ver cuál era la cartelera. Posiblemente, se trataba de alguna película romántica. Una comedia romántica donde el chico, al final, terminaba con la chica. No quería sufrir una indigestión por tomar tanto azúcar.
            Se dirigió a un paso de cebra. Se fijó en el semáforo. Cruzó la calle en cuanto el semáforo se puso en verdad. Tenía mucho frío. Aceleró el paso. Ya queda menos para llegar a casa y poder olvidarme de este día, pensó Joan. Del interior de una casa se oyó el sonido de una fuerte discusión. Joan se apartó porque cayó del interior de la casa un objeto. Una plancha…Oyó también otra discusión muy subida de tono.
            ¿Cómo puede la gente discutir en un día como lo es el Día de los Enamorados?, habría preguntado su abuela escandalizada de haber estado viva y de haber estado con Joan en aquel momento. Según su abuela, las personas no debían de discutir. Debían de solucionar sus problemas hablando de manera serena. Exponiendo sus puntos de vista, pero sin exasperarse.
            Los ojos de Joan se llenaron de lágrimas. No voy a llorar, pensó. No quería llorar.
            No sabía bien por dónde iba porque tenía la mente puesta en otra parte, de modo que Joan no se dio cuenta de que iba a tropezar con un hombre que también caminaba con gesto pensativo.
-Joan Darren…-oyó decir al hombre.
-¿Cómo dice?-se extrañó ella.
-¿No te acuerdas de mí?
-¿Quién eres? Me suena mucho tu cara.
-Soy Ian Thorpe. ¿Te acuerdas de mí? Crecimos juntos en el mismo barrio de Avon. No éramos vecinos. Pero nos veíamos todos los días. Fuimos juntos al colegio. Y al instituto…
            La mente de Joan empezó a retroceder hacia atrás en el tiempo mientras luchaba contra los recuerdos que empezaron a agolparse en su cabeza contra su voluntad. Ian Thorpe…
            Su mirada se encontró con la mirada de aquel hombre que le hacía volver a una época de su vida en la que había sido feliz. Él parecía estar contento de volver a verla. Le cogió las manos. Entonces, Joan lo recordó todo.
-Yo te conozco-dijo-Te conozco muy bien.
-Nos sentábamos juntos en clase-le recordó él-Te gustaba vestir a la moda. Escuchabas a los Backstreet Boys. Estabas locamente enamorada de Nick Carter. Y yo…¡Lo odiaba!
-Aún me siguen gustando los Backstreet Boys. Quizás…Ya no esté tan enamorada de Nick Carter. Pero…
            Los ojos de Ian brillaron.  Esbozó una sonrisa dulce y su rostro se iluminó al mirar a Joan. Él también lo había pasado mal en la vida. Y sentía que podía tener una segunda oportunidad.
-¡Eres Ian!-exclamó Joan-¡Eres Ian Thorpe! ¡Por supuesto que me acuerdo de ti!
-No nos hemos vuelto a ver desde que nos graduamos-dijo el hombre-Y tengo la sensación de que han pasado siglos desde entonces. Pero…Cuéntame. ¿Qué es de tu vida? ¿Te has casado?
-Sigo soltera-contestó Joan.
            Ian no había sido sólo su mejor amigo en el colegio. Su relación cambió cuando ambos llegaron a la adolescencia. La amistad que se profesaron de pequeños se convirtió en amor. Sin embargo, rompieron su relación cuando se graduaron porque sentían que no era lo suficientemente sólida como para soportar la distancia.
            Habían sido admitidos en Universidades distintas. Joan y Ian fueron demasiado inmaduros como para no intentar apostar por aquella relación. No se habían vuelto a ver desde el día de su graduación. Habían roto la noche antes. Joan recordaba con nostalgia su adolescencia. Había sido feliz. Se escribían. Solían llamarse por teléfono. Pero, un día, dejaron de hacerlo.
            Ian había cambiado. Joan lo examinó de reojo mientras se preguntaba una y otra vez el porqué tuvo que romper con él. Su cabello seguía siendo del mismo color castaño oscuro que siempre. Se le veía más fuerte y más hombre y Joan recordó que había sido capitán del equipo de rugby del instituto. Ella era animadora por aquella época. El capitán y la animadora…
            Joan se preguntó qué habrían sido de los empollones de su clase. Estarán todos casados, pensó.
            No estarán pasando solos esta noche. Y yo estoy sola. Y en el país de los divorcios y de las rupturas…
            Ian no paraba de hablar y no sabía a ciencia cierta lo que estaba diciendo porque era incapaz de dejar de mirar a Joan. Tenía las mejillas encendidas por el frío de febrero, a pesar de que la marmota Phil había pronosticado el final del invierno. ¿Qué sabía una marmota de las estaciones? Pero Joan estaba guapísima.
            Le dio un beso en la mejilla. Joan también le besó en la mejilla.
-Tienes que contarme lo que ha sido de tu vida todo este tiempo-insistió Ian.
            Joan escuchó los latidos acelerados de su corazón y Ian se preguntó si ella estaba contenta de verle. A lo mejor, se había casado.
-No hay mucho que contar-se sinceró Joan.
-Me resisto a creer que no te hayas casado porque estás mucho más guapa que cuando animabas los partidos-sonrió Ian-Vamos a tomar algo. Así, nos ponemos al día.
            Joan pensó que todo estaba ocurriendo demasiado deprisa y se obligó así misma a seguir a Ian. Él lo recordaba todo de ella. Lo guapa que estaba con su uniforme de animadora. El entusiasmo que le ponía a todo lo que hacía. Su carácter extrovertido…
            Todos los restaurantes estaban abarrotados de gente. Decidieron parar en un puesto de perritos calientes. Ian compró un perrito para él y un perrito para Joan y ambos empezaron a caminar mientras daban cuenta de ellos. Era una forma un tanto atípica de celebrar San Valentín.
-Me he divorciado-le contó Ian a Joan-Me casé al poco de terminar la carrera. Fue un error.
            No paraba de hablar. Le contó cómo su matrimonio se fue a pique en cuestión de poco tiempo. Joan le escuchaba atónita, ya que ver de nuevo a Ian había supuesto para ella algo inesperado.
-¿Por qué te divorciaste?-inquirió.
-Me enteré de que mi mujer me estaba siendo infiel con un compañero de trabajo-contestó Ian-No se lo pude perdonar. Ya nuestro matrimonio estaba bastante deteriorado.
-Lo siento mucho.
-Fue un error casarme con alguien a quien casi no conocía.
            A Joan le parecía todo demasiado surrealista.
            Ian había regresado a su vida y, por lo visto, estaba libre. A pesar de todo, los dos habían cambiado. Ian tenía que reconocer para sus adentros que algo en su interior murió cuando se divorció. Fue una boda demasiado precipitada con alguien a quien casi no conocía. Se marcharon un fin de semana a Las Vegas. Se casaron allí. Ella iba vestida como Marilyn Monroe. Él se vistió como Elvis Presley. Quien los casó estaba completamente borracho. Y la noche de bodas fue un auténtico desastre, a pesar de que ninguno de los dos era virgen.
              Luego, su mujer siempre se estaba quejando. Le decía que podía ganar más dinero si se dedicaba a hacer cirugías plásticas a las famosas que curando a animales heridos y abandonados. No entendía la pasión que sentía Ian por la Veterinaria. 
                Ian pensó que teniendo un hijo su matrimonio se arreglaría. La idea se le ocurrió a su padre. Cuando se lo sugirió a su mujer, ésta se negó en redondo. En cierto sentido, Ian lo agradeció. Tener un hijo en el seno de un matrimonio desdichado habría sido casi como una condena al Infierno a aquel niño que nunca nació. Luego...Su mujer empezó a pasar mucho tiempo fuera de casa. Y, finalmente, Ian se enteró de que le estaba siendo infiel.
            Pero, al ver de nuevo a Joan, Ian tuvo la sensación de que el adolescente alegre que una vez fue seguía vivo en algún lugar de su mente.
-¿Cuánto tiempo hace que vives en Nueva York?-quiso saber ella.
-Llegué aquí antes de Halloween-contestó Ian-Soy veterinario. Decidí venirme a Nueva York porque esta ciudad está llena de animales. Mi clínica está abierta en el barrio de Queens. Puedes venir a verme cuando quieras. O puedo ir yo a buscarte al trabajo. Sólo tengo un ayudante y la clientela es aún escasa. Me estoy dando a conocer. Tengo una página en Facebook promocionándome. Poco a poco…Espero tener suerte.
            Aquella explicación no pilló de sorpresa a Joan.
            Conocía demasiado bien a Ian. Nunca había sido el típico capitán del equipo de rugby de las películas. Tenía amigos entre los empollones. Él mismo era un empollón. Le gustaban los animales. Y procuraba no meterse en líos. Su abuela decía de él que era un buen chico. Así era. Al principio, empezaron a salir casi por inercia, porque era lo que se esperaba de ellos. Sin embargo, el amor fue surgiendo casi sin darse cuenta.
            Pero ya no eran el capitán del equipo de rugby ni la animadora.
-Me imaginaba que acabarías siendo veterinario-sonrió Joan-Tenías la casa llena de animales. Una vez, abandonaste un entrenamiento porque había un gato en el campo. Lo cogiste. Y te lo llevaste a casa.
            Ian sonrió. Recordaba a la perfección aquel día, cuando decidió que quería curar animales.
-Viniste conmigo-le recordó a Joan-Me ayudaste a curarlo. No soporto ver sufrir a un animalito indefenso. Siento que debo de hacer algo por ellos.
            Joan le devolvió la sonrisa con idéntica calidez.
-Sabía que acabarías dedicándote a eso-apostilló.
-¿Por qué dices eso?-inquirió Ian.
            La sonrisa de Joan se hizo más amplia.
-Porque llegué a conocerte bien durante los años que estuvimos juntos-contestó ella-No sólo fuimos juntos a clase desde que íbamos a la guardería hasta que nos graduamos en el instituto. Fueron años sentándonos el uno al lado del otro en clase. Comiendo juntos. Viéndote entrenar mientras yo ensayaba cánticos con mis compañeras. Saliendo juntos.
            La mirada de Joan se tornó soñadora. Tuvo la sensación de que había vuelto atrás en el tiempo. Volvía a ser la animadora del equipo de rugby. La chica que dividía su tiempo entre los estudios, ir al cine con sus amigas e ir de compras. La chica que había empezado a salir con el capitán del equipo de rugby por inercia sólo para terminar enamorándose de él.
            Ian tenía la misma sensación. Tenía la impresión de que el tiempo se había detenido cuando volvió a ver a Joan y ya casi no sentía el frío que hacía en la calle a las once menos cuarto de la noche.
            Estuvieron paseando y hablando durante horas. Unas gotitas de agua empezaron a caer y Joan decidió que era hora de volver a casa. En el fondo, no le apetecía nada irse. Se estaba divirtiendo en compañía de Ian.
            A pesar de que ya eran las dos de la madrugada, Nueva York seguía llena de vida. Aún se veía a mucha gente en la calle yendo y viniendo y no sólo a los mendigos que dormían en las aceras ni a las prostitutas que estaban a la caza de algún cliente. Los carteles seguían brillando. Pero podía empezar a llover de un momento a otro.
-¿Dónde vives?-le preguntó Ian a Joan.
-Vivo por aquí cerca-respondió ella.
-Te acompaño a tu casa. No creas que quiero hacerte nada. Sólo me apetece estar un rato contigo. Seguir recordando los viejos tiempos.
            Los dos caminaron en dirección a la casa de Joan. De pronto, los planes que ella tenía para aquella noche de pasarla en soledad se habían venido por completo abajo. Era una locura creer que la vida le estaba dando tanto a Ian como a ella una segunda oportunidad. Él también había pensado que iba a pasar una noche solo en su casa hasta que la vio.
            Aún hay esperanza, pensó Joan. No volveré a ser un cobarde, pensó Ian. Algunos locales ya habían cerrado y las parejas regresaban a sus casas a proseguir con la noche. Ian se atrevió a rodear con su brazo los hombros de Joan y la atrajo hacia así.
-¿Te molesta?-le preguntó.
-No…-respondió Joan-¿Por qué me lo preguntas?
-Me siento raro cuando estoy contigo. Tengo la sensación de que he vuelto atrás en el tiempo. 
-¿A qué te refieres?
-Vuelto a sentirme yo mismo. 
-No te entiendo. 
-Vuelvo a ser un adolescente lleno de ilusiones. Tengo muchos sueños que quiero cumplir. Y me gusta la vida que llevo. Tan sólo faltaba verte de nuevo, Joan.
            Los dos caminaron de manera lenta mientras caía una fina llovizna sobre ellos. Joan no tenía ganas de regresar a su casa, pero, muy a su pesar, le indicó a Ian dónde vivía. Se detuvieron ante el portal del edificio donde vivía Joan. Ian se inclinó sobre ella y depositó un beso suave en sus labios. Los dos debían de darse algún tiempo.
            Ella le dio un beso en la mejilla.
-Puede que haya una esperanza para nosotros-opinó Ian.
            Joan asintió cuando Ian volvió a besarla en la boca. Fue un beso más apasionado que el anterior. Joan correspondió a aquel beso. Rodeó con sus brazos el cuello de Ian y pensó que la vida les estaba dando una nueva oportunidad para ser felices juntos. O, por lo menos, para intentarlo.
            Podían intentarlo.   
            Se apartó de él.
            Joan entró en el apartamento.
            Estaba muy cansada.
            Sin embargo, no tenía sueño. Se dejó caer en el sofá. Sus ojos tenían una expresión soñadora.
            Ian y ella se habían estado besando. Se habían besado muchas veces. Era como volver a la adolescencia. Cuando estaban enamorados.
            A lo mejor, el problema es ése, pensó Joan. Seguimos enamorados. No hemos tenido éxito en nuestras relaciones. Porque nos seguimos queriendo. ¡Qué locura!
            Los años habían pasado. Pero los sentimientos habían permanecido ahí desde que se conocieron. La ruptura no pudo acabar con aquellos sentimientos. Joan sonrió de manera lánguida. En medio de una epidemia de divorcios y de rupturas, ella encontraba de nuevo el amor.
            O se reencontraba con el amor.
            No dejaba de ser curioso. Había pensado que pasaría San Valentín sola. No había sido así. Se encontró con Ian. Habían caminado por las calles de Nueva York. Habían estado hablando de sus vidas.
            Ian estaba solo. Ella estaba también sola. Sus soledades se habían encontrado.
            Ya no estaban solos.
            Ian también pensaba lo mismo. Sentía sobre sus labios los labios de Joan. La boca de Joan…Los besos que él y Joan se habían dado.
            No se sentía tan solo. Su soledad se había disipado. Se había encontrado con Joan. No volvería a dejarla escapar.


 


 
FIN 

jueves, 14 de agosto de 2014

ESCENA ELIMINADA DE "UN AMOR PROHIBIDO"

Hola a todos.
Hoy, vamos a seguir viendo más escenas eliminadas de Un amor prohibido. 
En esta ocasión, seguimos centrándonos en la pareja formada por William y por Alice.
¡Vamos a ver lo que les pasa!

                                      Alice estaba paseando sola por la llanura.
                                      Era una noche de Luna Llena.
                                      De pronto, vio a una figura que se iba acercando poco a poco a ella.
                                      No era William.
                                      Se trataba de una mujer. Iba vestida a la manera comanche. Pero Alice se dio cuenta de que se trataba de una mujer blanca. Llevaba su cabello de color dorado recogido en dos trenzas que caían sobre sus hombros. Alice sintió cómo se le paraba el corazón cuando reconoció a aquella mujer. Era la cuñada de William.
                                      La mujer que estaban enterrando junto a su marido cuando Alice le conoció.
-Yo no pude ser feliz junto a Espíritu Cazador-empezó a hablar aquella mujer.
-¿Por qué te apareces ante mí?-le preguntó Alice, empezando a asustarse-¡Estás muerta!
-Tú puedes ser feliz junto a William. No me gusta llamarle así. Pero prefiere utilizar el nombre que le dio mi gente. Yo decidí quedarme en este lugar. Y tanto mi marido como yo lo hemos pagado con nuestra vida. No he llegado, ni siquiera, a tener a mi hijo. Mi descendencia no sería numerosa, como oí decir una vez al chamán de la tribu.
                                  Le cogió la mano a Alice.
-Tú puedes hacer realidad ese sueño-prosiguió la mujer-Tú puedes ser feliz al lado de William. Pero, antes, tenéis que abandonar este lugar.
-¿Por qué tengo que abandonar San Ezequiel?-le preguntó Alice, aterrada.
-Nadie aceptará que tú seas la mujer de un comanche. Mi marido era mestizo, hijo de una comanche y de un blanco. Y no era aceptado en ninguno de los dos sitios. Vivía en una especie de limbo. No era blanco. Y tampoco era comanche. William sí es comanche igual que tú eres blanca.
-Pero William y yo nos queremos.
-Nadie lo aceptará, Alice. Por vuestro bien, abandonad San Ezequiel.
                                     La mujer desapareció.
                                      En aquel momento, Alice despertó ahogando un grito.
                                     Encendió la lámpara de su mesilla de noche.
                                     Miró por su habitación. Estaba sola.
                                     En aquel momento, Elaine entró en su cuarto. Parecía estar preocupada.
-Te he oído gritar-dijo la mujer.
-He tenido un sueño muy extraño-le confesó Alice.
                                     Pero no le quiso contar nada más a su madre. Elaine se sentó a su lado en la cama. Alice era el polo opuesto a April. Sentía que debía de estar protegiéndola en todo momento. En cambio, April era más fuerte.
-Ha sido sólo una pesadilla y no tienes de qué preocuparte-le aseguró Elaine a su hija menor-Ya ha pasado.
                                Alice sentía cómo le latía a toda velocidad el corazón.
                                Está aquí, pensó. No podía verla. Pero sentía la presencia de aquella mujer cerca de ella. Su espíritu no la amenazaba. Al contrario...Parecía querer protegerla. He iniciado un camino difícil, pensó Alice.

miércoles, 13 de agosto de 2014

CINCUENTA SOMBRAS DECIMONÓNICAS DE GREY

Hola a todos.
Hace algunos años, escribí una historia que es bastante fuerte. Es una novela en la que hay de todo. Y cuando digo que hay de todo es que hay de todo. No se parece en nada a las famosas Cincuenta sombras de Grey. Al menos, no mucho. Es una novela romántica que está dividida en cinco partes. De este modo, no resultará tan pesado cuando la publique. Si es que me decido a publicarla algún día. Tengo mis dudas al respecto.
La acción transcurre en una isla de La India durante de la década de 1840. Confieso que siento una gran debilidad hacia ese país. Y que las décadas de 1830, 1840 y 1850 son mis favoritas.
Y sí...Hay muchos lugares en La India a descubrir más allá de Calcuta, Delhi, Nueva Delhi, Madras y Benarés y Darjeeling.
No sólo cuenta una historia de amor. Hay escenas muy crudas y no estoy exagerando. El protagonista es un joven problemático, con problemas con las drogas (el opio) y el alcohol. No es un tipo recomendable. Se corta sólo por el placer de provocarse así mismo dolor.
Y está obsesionado con la muerte. Tiene ciertas tendencias necrófilas.
No es ninguna broma. Es verdad. Y, en escena, aparece ella.
Se trata de una joven que está emparentada con él. Una joven de buena familia que ha estado toda la vida sobreprotegida por su familia. Y se enamora de este joven que es todo lo contrario a lo que debería de ser un buen caballero.
¿Y qué hará ella?
Nuestra protagonista se deja arrastras por sus besos apasionados. Por sus caricias...Por lo que sabe a prohibido.
James y Hester son los nombres que tienen los protagonistas de esta novela que no sé si verá la luz algún día. Me da mucho corte que vea la luz una historia que he escrito en la que el protagonista tiene un carácter tan oscuro en el sentido de sus adicciones y de ciertas tendencias sexuales.

martes, 12 de agosto de 2014

UNA ESCENA

Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros una escena de una de las muchas historias incompletas que tengo y que me he propuesto terminar.
Me tomaré mi tiempo, pero pienso terminarla.
Esta historia transcurre en la década de 1840 en la isla irlandesa de Blankett, hoy deshabitada, pero que estuvo habitada hasta la década de 1950.
La traición de su prometida hace que lord Brandon , un joven aristócrata inglés, se embarque con destino a Nueva York con la intención de olvidar. Pero el barco en el que viaja naufraga y todos dan por sentado que Brandon ha muerto. Sin embargo, el joven no está muerto. Aparece malherido en una playa de la isla de Blankett. Los Blackwood, una adinerada familia de la isla, lo recoge, lo cura y lo cuida. Durante semanas, Brandon no recuerda quién es ni cómo se llama. Para él, sólo es real una cosa: el amor que empieza a sentir por Hester, la hija de los Blackwood.
Le falta terminarla. Le falta corregirla. Le falta ponerle un título, que tiene lo suyo. Le faltan mil cosas para que vea la luz de manera definitiva.
Pero sí sé que verá la luz antes o después.
La escena que hoy os traigo es bastante subidita de tono.
Aún así, espero que os guste.

                                   No era lo mismo, pensó Brandon.
-No quiero separarme de ti-le confesó a Hester.
-Por lo menos, nos quedará el recuerdo de haber estado juntos-admitió la joven con tristeza-No vamos a pensar en eso esta noche. Vamos a disfrutar de la playa. De que estamos juntos.
-Hester...
                                  Casi no recordaba lo que sentía cuando besaba a Lavinia. Lo que sentía cuando la abrazaba.
                                 Sentados en la arena de la playa, Brandon se acercó a Hester. Posó sus labios sobre los labios de la muchacha.
                                 Lo único que sentía real era la cercanía de aquella joven. El calor que despedía su cuerpo. Su suavidad...
                               Brandon recostó a Hester sobre la arena. Una ola de calor recorrió los cuerpos de ambos al tiempo que Brandon y Hester empezaron a desnudarse el uno al otro. Al quedar los dos completamente desnudos, volvieron a besarse y la lengua de Brandon invadió la boca de Hester. No podía pensar con claridad. Estaban los dos allí. En la playa...A la luz de la Luna Llena...
                              Se besaron muchas veces de manera apasionada. A cada beso que se daba, el mundo desaparecía. Se besaron con ardor. Los labios de Brandon abandonaron la boca de Hester para besarla en el cuello.
                              Para besarla en los hombros. Ella se aferró a sus caderas y lo atrajo aún más. Le deseaba. No...Le amaba.
                               Brandon alzó la cabeza para besar a Hester de nuevo en los labios. Su lengua no se cansaba de recorrer el interior de la boca de la muchacha. Sus labios deseaban apoderarse del sabor de los labios de Hester.
-Me casaré contigo-le prometió Brandon.
-No quiero que te cases conmigo porque te sientas obligado-le pidió Hester.
-No siento obligado a nada. Quiero casarme contigo porque te amo. Porque no soy capaz de vivir sin ti. ¿Comprendes?
                             La lengua de Brandon recorrió con lentitud los pechos de Hester.
                             Poco a poco, su cuerpo invadió el cuerpo de ella. Hester era virgen. Pero casi no sintió dolor.
                             Y empezó a moverse al mismo compás en que se movía Brandon. Se abrazó a él.
-¿Te he hecho daño?-le preguntó Brandon.
-Estoy bien-respondió Hester.
                             Le sonrió con dulzura. Brandon llenó de besos el rostro de Hester. Y sintió que la amaba más que nunca.

 


lunes, 11 de agosto de 2014

UNA FRASE DE "EL PRÍNCIPE DE LAS MAREAS"

Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros una bonita frase que he sacado de la película El Príncipe de las Mareas. 
Nick Nolte interpreta a Tom, un rudo entrenador casado (aunque su matrimonio está atravesando una severa crisis) y con hijos que vive en el sur de Estados Unidos. Tom viaja a Nueva York a petición de Susan, que interpreta Barbra Streisand, la psiquiatra que atiende a su hermana Savannah, una poetisa que ha intentado suicidarse en varias ocasiones. La relación entre Tom y Susan se va estrechando poco a poco al tiempo que sale a la luz un doloroso secreto que atormenta a Tom y a Savannah.
Esta película es dura, emotiva y romántica al mismo tiempo.
Esta frase se la dice Tom a Susan en un momento dado y uno no puede evitar conmoverse al escucharla.

Abrázame, siento que me muero.

 Portada de la novela de Pat Conroy El Príncipe de las Mareas, que utiliza el cartel de promoción de la adaptación cinematográfica que se hizo.

domingo, 10 de agosto de 2014

ESCENA ELIMINADA DE "UN AMOR PROHIBIDO"

Hola a todos.
Hoy, seguimos viendo cómo se desarrolla la historia de amor entre Alice y William.
Aunque haya descartado a esta pareja por no querer meterle paja a Un amor prohibido, lo cierto es que su historia merecía ver la luz.

                                       ¡Es una locura!, pensó Alice.
                                       Era otra vez noche cerrada. Y había vuelto a encontrarse con William en la llanura.
-Nada de esto es una locura-le aseguró él, leyéndole la mente.
                                       Pero Alice no lo veía del mismo modo. Sentía que estaba a punto de arruinar su reputación si se descubría aquella relación. Porque era cierto que William y ella mantenían una relación. Una relación amorosa...
-Para mí, esto me parece sacado de un sueño-comentó Alice.
                                      Y se echó a reír. Pensó en su hermana April.
                                      Desde siempre, April había sido la más alocada de las dos hermanas. Y Alice había sido la hermana menor. Pero también había sido la hermana sensata.
-Cuando nos enamoramos, sólo podemos pensar con el corazón-opinó William.
                                     Y Alice se sintió obligada a darle la razón. Era cierto todo lo que William acababa de decirle. Desde que le conoció, su corazón había tomado el mando de todo. Ya no podía pensar con sensatez. Su sentido común se había ido al garete.
                                     Y a William le pasaba lo mismo. Hacía caso omiso de los consejos que le habían dado sus padres acerca de su relación con una joven de piel blanca. ¿Acaso había olvidado lo que le había pasado a su hermanastro? No lo había olvidado.
-Sólo puedo pensar en ti-se sinceró William-Los espíritus han hecho que nos conozcamos.
-Pero puede ser nocivo para nosotros-se lamentó Alice.
-Los espíritus han decidido que hemos de estar juntos. Aunque tu gente y mi gente digan lo contrario.
                                 Los dos se fundieron en un beso cargado de intensidad. Alice se dio cuenta de que los labios de William no sólo la estaban besando. Su lengua...Sus dientes...También la besaban.

sábado, 9 de agosto de 2014

ESCENA ELIMINADA DE "UN AMOR PROHIBIDO"

Hola a todos.
En las escenas eliminadas que vienen a continuación de mi novela Un amor prohibido, Alice y William son los protagonistas.
Seguiremos disfrutando de su secreta historia de amor.
¡Vamos a ver lo que pasa!

                                        Encontrarse en la llanura con un joven comanche le pareció una locura a Alice. Pero allí estaba ella. Era ya noche cerrada. Tanto sus padres como su hermano menor, Harry, se encontraban profundamente dormidos en su casa. Alice había salido a hurtadillas de su casa. Había ensillado su yegua.
                                         Y allí estaba.
                                         William la estaba esperando cuando llegó.
-Sabía que vendrías-le aseguró.
                                          Alice detuvo a su yegua. Desmontó con cuidado.
-Todo esto me parece una locura-afirmó la joven.
-Pero has venido aquí-le recordó William.
-No tendría que estar aquí. Mis padres se pondrán furiosos conmigo cuando se enteren.
-No olvido que eres la cuñada del ayudante del sheriff MacKinley. Y él reniega de su sangre. De lo que es realmente.
-¿Tú sabes cómo es mi cuñado?
-He oído hablar de él. Y le he visto.
                                     Alice pensó que a William no le caía nada bien Jay. Siendo sincera consigo misma, a ella tampoco le caía nada bien Jay. Le toleraba porque era el marido de April. Le respetaba porque era el padre de su sobrina Elsie. Intentaba llevarse bien con él porque pensaba que April estaba enamorada de él.
-A ti no te cae nada bien tu cuñado-observó William-Puedes contármelo.
-No me gusta la manera en la que trata a April. Se nota que no la quiere. Sólo quiere una cosa de ella.
-Me lo imagino. Debe de pensar lo peor de tu hermana. Aunque no tenga razón.
-Así es. La tiene encerrada todo el día en casa. April se está marchitando poco a poco. Y nuestro padre piensa que Jay es el único capaz de meterla en vereda, como suele decir.
                                    William pensó que Jay estaba equivocado. Cuando una persona ama a otra, no puede tenerla encerrada en una especie de prisión durante el resto de su vida.
                                    Debe de dejarla salir. William pensó que él jamás le haría eso a Alice. Sentía por aquella muchacha un gran respeto. Pero Alice se había colado poco a poco en su corazón. No podía negar que estaba enamorado de ella.
                                    Cuando William besó a Alice, se olvidó de todo. La besó con respeto. Pero también la besó con pasión. La besó de manera larga. Pero, a su vez, también la besó de manera dulce.

jueves, 7 de agosto de 2014

AMOR ANIMADO

Hola a todos.
Los dibujos animados pueden ser dramáticos. O pueden ser violentos.
Pero, por lo general, son divertidos. Cuentan historias graciosas y cargadas de acción y de emoción. Dentro de su ritmo vertiginoso, reflejan la realidad de la sociedad en la que vivimos. Siempre han sido un fiel reflejo de todas las sociedades desde su nacimiento.
Los dibujos animados, por supuesto, no escapan a las historias de amor.
En esta imagen que encontré navegando por Internet, vemos a Bunny y a Armando, los protagonistas de la gran serie de anime Sailor Moon. 
A pesar de que, en sus inicios, Bunny y Armando lo único que hacían era discutir, lo cierto es que están enamorados. Vi la serie hace algún tiempo, pero recuerdo que me gustaba mucho. Bunny, a pesar de sus infantilismos, era la guerrera más poderosa y, en una vida, fue Reina de la Luna. Armando era su marido y Rey de la Luna. Peleó a su lado como El Señor del Antifaz y también peleó a su lado con otra personalidad, pero no me acuerdo de cómo se llamaba.
Esta imagen refleja el amor que ambos personajes se profesaban.

miércoles, 6 de agosto de 2014

ESCENA ELIMINADA DE "UN AMOR PROHIBIDO"

Hola a todos.
En la escena eliminada de hoy de Un amor prohibido, seguimos prestando atención a Dillon, a Catherine y a Theola.
Estos tres personajes forman un triángulo amoroso. Dillon está locamente enamorado de Catherine. Ésta y Theola son primas. Theola está obsesionada con Dillon y piensa que, si Catherine desaparece, él será sólo suyo.
Y los celos y el amor van en aumento en esta escena.

                                 Otro encuentro a orillas del riachuelo...
                                 Theola estaba harta de hacer de carabina de su prima.
                                 Pero no podía negarse. Pero sentía que la odiaba cuando iba al encuentro con Dillon. Para Theola, Dillon era sólo suyo. No podía ser nunca de Catherine. Y ella corría a encontrarse con él.
-¡Cathy!-exclamaba Dillon cuando la veía llegar.
                                 Sus ojos brillaban cuando se posaban en Catherine. Cuando le cogía la mano.
-Espero no haberte hecho esperar mucho-afirmaba ella con una radiante sonrisa.
                                 Porque el rostro de Catherine brillaba cuando se encontraba con Dillon.
                                 Entonces, se fundían en un fuerte abrazo. Theola perdía las veces en las que Dillon y Catherine se abrazaban. Se abrazaban con tanta fuerza que ni el aire podía pasar entre ellos.
                                 Lo peor de todo era que Theola debía de presenciar aquellos encuentros. Catherine le había pedido que la acompañara.
                                 Y no había sido capaz de negarse.
                                 Siete veces se habían encontrado delante de Theola. Siete veces...
                                 Y siete besos cargados de pasión se habían dado delante de Theola.
                                Después, Dillon besaba a la chica en la mejilla.
-Gracias por acompañar a Cathy-le decía.
-No hay de qué-contestaba Theola.
                                 Y, a su vez, la chica le daba un beso a Dillon en la mejilla.
                                 Pero era una especie de premio de consolación para ella.

martes, 5 de agosto de 2014

ESCENA ELIMINADA DE "UN AMOR PROHIBIDO"

Hola a todos.
Durante los próximos días, me gustaría seguir subiendo más escenas eliminadas de mi novela Un amor prohibido. 
Y estas escenas siguen teniendo como protagonistas a la pareja formada por Alice y William.
Pero, durante estos dos días, veremos dos escenas eliminadas que tienen como protagonistas a Dillon, a Catherine y a Theola.
Alice y William regresan el miércoles.
Espero que os gusten.

                                    Theola permaneció escondida detrás del tronco de un árbol. Se maldecía así misma por haber aceptado acompañar a Catherine a encontrarse con Dillon detrás del riachuelo. De vez en cuando, Theola asomaba la cabeza sólo para ver qué estaban haciendo. Se dijo así misma que estaba obrando de carabina.
                                    ¡Maldita sea! Tan sólo era una carabina. Sintió el deseo de golpear con el puño el tronco del árbol. He de contenerme, pensó Theola. Los celos se estaban apoderando de ella por momentos.
-Iré a hablar con tus padres-le dijo Dillon a Catherine.
-¡No lo hagas!-le rogó la chica-Ellos no lo entenderán.
                                  Theola estaba furiosa. En su fuero interno, sentía que Dillon debía de ser sólo para ella. Catherine no era la mujer idónea para él. Es sólo cuestión de tiempo, pensó Theola, intentando tranquilizarse.
-Lo único que deseo es estar contigo-afirmó Dillon.
                                Antes o después, pensó Theola, Dillon se daría cuenta de que ella sí era la mujer idónea para él. Y acudiría a su lado.
                                 Dillon y Catherine estaban abrazados. Verles abrazados le hizo mucho daño a Theola.
                                 De vez en cuando, se besaban en los labios. Se besaron muchas veces en los labios y eso hería a Theola.



-Tengo que irme-anunció Catherine al cabo de un rato-No quiero hacer esperar más tiempo a Theola. Ha tenido la bondad de acompañarme. ¡Es tan buena!
                           Theola se vio obligada a salir de detrás del árbol.
                           Entonces, Dillon se fijó en ella. Le sonrió con amabilidad.
-Espero no haberte escandalizado-le dijo-Estoy loco de amor por tu prima. Cathy es mi vida.
-El sentimiento es mutuo-dijo Theola.
-Eres muy buena, Theola. Te lo agradezco. Nunca me alcanzará la vida para compensarte por los favores que nos estás haciendo a Cathy y a mí. Gracias...
                            El beso que le dio Dillon a Theola en la mejilla le supo a muy poco. Theola deseaba más de él.
                            Lo quería todo de Dillon.




lunes, 4 de agosto de 2014

ISLOTE DE BENIDORM

Hola a todos.
Hoy, os quiero hablar de Benidorm.
Pero no me refiero a Benidorm, la ciudad turística que es famosa en todo el mundo.
Como bien indica el nombre de la entrada, os quiero hablar del islote de Benidorm.
Es comúnmente conocido como La isla de los Periodistas, por la cantidad de periodistas que se congregan allí todos los veranos para captar una instantánea de los famosos que están pasando sus vacaciones en la ciudad.
También tiene otros nombres, así como diversas leyendas que hablan de sucesos que ocurrieron allí o en sus alrededores.
En 1834, con la Primera Guerra Carlista y la epidemia del cólera causando estragos, varias familias de Villajoyosa y de Benidorm huyeron a la isla buscando refugio a tanto caos y a tanta muerte.
¿Qué os parece?

domingo, 3 de agosto de 2014

UN GRUPO DE AMIGAS DEL SIGLO XIX

Hola a todos.
Hemos soñado infinidad de ocasiones con vivir en un periodo de la Historia que despierta nuestras ensoñaciones más románticas: el siglo XIX.
Nos quedamos con la parte bonita del cuento. Los hermosos vestidos...Los fastuosos bailes...El ir y venir a todas partes en carruaje.
Pero el cuento, como los discos de vinilo, tiene una cara A, que es la bonita, y tiene también una cara B, que es la menos agradable.
Ser mujer era una pesadilla en aquella época. Te jugabas la vida al dar a luz o si sufrías un aborto. No eras dueña ni siquiera de tu cuerpo. De poder, te habrían prohibido pensar y soñar. Debías de estar sometidas a las órdenes del varón de la familia. Vivías prácticamente encerrada en tu casa tanto si te casabas como si eras una chica soltera. Sólo podías salir acompañada de una doncella. Si enseñabas un poco el tobillo al bailar, te condenaban al ostracismo.
Ni siquiera podías casarte por amor. Te casaban con quien tu padre te decía. Y debías de soportar en silencio todo lo que tu marido te hiciera malo, desde malos tratos hasta infidelidades.
Las mujeres no estaban solas. Muchas tenían un grupo de amigas con las que hablar de sus cosas. Pero siempre me he preguntado hasta qué punto podían hablar entre ellas de los problemas que les afectaban. Hasta qué punto podían desahogarse mientras estaban en el salón de casa hablando. Hasta qué punto podían llegar a sentir comprendidas por sus amigas.

sábado, 2 de agosto de 2014

SEAN HABLA

Hola a todos.
Y, ahora, le toca el turno a Sean para hablar y contarnos su historia.
Es un poco breve, pero es poco lo que tiene que contar.

                                      Ocurrió a orillas del lago Serpentine.
                                      Tina quería hablar conmigo acerca de lo que había ocurrido dos noches antes en el baile que se celebró en Almacks.
                                     Aquella tarde, no escuchaba a Tina hablar. Tan sólo era consciente de lo hermosa que estaba. Deseaba con todas mis fuerzas poder abrazarla y no soltarla nunca.
-Tina...-murmuré.
                                    Y mis labios se posaron sobre los labios de ella. La besé con intensidad durante un largo rato que a mí me pareció demasiado corto. Fue el momento más feliz de mi vida.

viernes, 1 de agosto de 2014

LYDIA Y ERIN TOMAN EL TÉ

Hola a todos.
Navegando por Internet he encontrado esta foto.
Representa a un cuadro en el que aparecen dos mujeres vestidas al más puro estilo siglo XIX dando cuenta cada una de una taza de té.
Y he pensado que estas dos mujeres, ambas jóvenes, bien podrían ser dos personajes de mi novela Mía Stella: Erin Dashwood y su buena amiga Lydia.
Suelen tomar juntas el té todas las tardes mientras hablan de sus cosas.
Igual que están haciendo las dos chicas que aparecen en esta foto.
La hora del té bien podría ser un momento en el que dos buenas amigas intercambien confidencias. Se cuenten sus secretos. Y lo hagan de manera tranquila y relajada. Se rían juntas. Lloren juntas. Pero, al menos, sienten que no están solas.