miércoles, 28 de octubre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de Ecos del pasado. 
Hoy, Charlotte recibe una noticia inesperada que da un vuelco radical a su vida.
¿Qué ocurrirá?

                                           Había transcurrido una semana desde que Alexander se coló en la habitación de Charlotte.
                                      Él insistía en ir a verla. Sin embargo, ella lo evitaba. Tenía la sospecha de que, antes o después, su doncella Dorcas empezaría a sospechar. Y querría saber lo que estaba pasando.
                                      Era ya de noche cuando Melinda entró en la habitación de Charlotte. Las dos se habían retirado temprano a sus respectivas alcobas. Sin embargo, ni siquiera se habían puesto el camisón. No podían conciliar el sueño.
-¿Qué te ocurre, Mel?-le preguntó Charlotte.
-Tengo la sensación de que estoy cometiendo un error-respondió la aludida.
                                Charlotte miró con tristeza a su prima. En contra de su voluntad, Martin estaba despertando unos sentimientos en Melinda que no se parecían en nada a lo que había sentido por su antiguo prometido.
-Martin es un buen hombre-le aseguró Charlotte.
-Me quiere muchísimo-corroboró Melinda.
-¿Acaso sigues enamorada de ese sinvergüenza que nunca te amó?
-No lo sé.
                                  Charlotte sintió pena por su prima. Melinda estaba confundida. No quería enamorarse de Martin. Y, sin embargo, aquel joven se estaba colando poco a poco en su corazón. Por lo menos, Martin no es ningún traidor, pensó Charlotte. La situación en la que ella se encontraba era penosa. ¡Se había enamorado de un traidor!
-¿Por qué no le das una oportunidad a Alexander?-le sugirió Melinda-Sé que tú quieres que yo sea feliz. Y a mí me pasa lo mismo contigo. Quiero que seas feliz.
-Sólo seré feliz con lord Craft-contestó Charlotte.
-Pero no estás enamorada de él.
-Llegaré a quererle con el paso del tiempo. Mi padre quiso mucho a mi madre. Y tus padres...Mis tíos... También se quisieron mucho.
-Pero no había amor.
                                 Unos golpes en la puerta llamaron la atención de las dos primas. Dorcas entró.
                                Se fijaron en que estaba muy nerviosa.
-¿Qué ocurre, Dorcas?-le preguntó Charlotte.
-Milady, hay un militar esperándola en el salón-respondió la doncella.
-¿Un militar?
-Tiene una noticia para usted.
                                   Melinda se percató de lo pálida que se había puesto su prima.
                                   Charlotte entró en el salón con el corazón latiéndole a gran velocidad dentro del pecho.
                                   Durante unos instantes, pensó que aquel militar había ido allí a detenerla. La acusaría de traición. ¡Maldito Alexander!
                                  Sin embargo, el militar no estaba allí por ese motivo.
-¿Es usted lady Charlotte Stanyon?-le preguntó.
                                  Ella asintió. Sir Héctor estaba presente. Charlotte se dio cuenta de que estaba serio. Pero no estaba furioso. La miró con angustia.
                                El militar le dijo que había conocido a su prometido. Estaba en Preston. Charlotte ignoraba que lord George estuviera allí.
-Estaba siguiendo la pista de un banquero-le explicó el militar a Charlotte-Sospechábamos que le vendía armas de contrabando a los franceses. Tiene muchas deudas acumuladas. Y...
                                  Charlotte escuchó a aquel hombre explicarle que lord George había ido a la Iglesia del pueblo de Barton a escuchar Misa el domingo anterior.
-A la salida del templo, empezó a sentirse mal-prosiguió-Sentía un fuerte dolor en el brazo izquierdo. Tenía muchas náuseas.
-¿Dónde está mi prometido?-le preguntó Charlotte.
-Está aquí.
                                  La joven hizo ademán de ir a verle. Pero sir Héctor la detuvo.
                                  Fue el hombre el que le explicó a su hija lo que había ocurrido. Lord George había sufrido un infarto.
-Está muerto, cariño-le comunicó con voz dolorida-Lo siento mucho.
                                 En un primer momento, Charlotte pensó que lo había oído mal. ¿Cómo iba a estar lord George muerto?
-¡No puede ser!-exclamó.
-La única familia que tiene es usted-prosiguió el militar-Por lo que tengo entendido, se llevaba mal con sus dos hermanos.
                               Charlotte tuvo que sentarse. Las piernas se negaban a sostener el peso de su cuerpo.
                              Estaba tan aturdida que no era capaz ni de derramar una sola lágrima. En lo único en lo que podía pensar era que lord George estaba muerto. Muerto...
                              Melinda abrazó con fuerza a su prima, intentando consolarla, pero sabiendo que era imposible.



                                La mente de Charlotte no paraba de dar vueltas mientras intentaba asumir que su prometido ya no volvería.
                               La cocinera hizo acto de presencia en el salón. Le traía una tila que acababa de prepararle a la joven. Ésta cogió la taza con mano temblorosa. Todo su cuerpo estaba temblando con violencia. Le costó trabajo llevarse la tila a los labios. Beber un sorbo. Intentar calmarse. Asumir que lord George ya no iba a volver.
-Beba despacio, milady-la exhortó la cocinera-Le hará bien. Cálmese. Por favor...
                              Mientras yo recibía los besos de Alex, lord Craft empezaba a sentirse mal, pensó Charlotte.
                               Fue en ese momento cuando un sollozo brotó de su garganta. Cuando las lágrimas resbalaron sin control por sus mejillas.

domingo, 25 de octubre de 2015

"HAPPY", DE FARRELL WILLIAMS

Hola a todos.
Esta canción tiene un par de años. Sin embargo, es imposible no escucharla sin ponerse a bailar.
Te contagia su alegría. Te vuelves más optimista.
Sientes que todo es posible. Es una canción preciosa.
¡Y muy alegre!
Se trata de Happy, de Farrell Williams.
¡Os dejo con ella para que la disfrutéis!


sábado, 24 de octubre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
El fragmento de hoy de Ecos del pasado está centrado exclusivamente en Charlotte y en Alexander.
Él sigue luchando por ella. Pero Charlotte sigue siendo tan terca y tan cabezota como siempre, aunque también lo ame.
¿Qué pasará entre ellos?

-¡Será mejor que te marches de aquí!-le ordenó Charlotte a Alexander.
                           Era de madrugada cuando escuchó cómo alguien tiraba piedrecitas contra la ventana de su habitación. Charlotte todavía no había conseguido conciliar el sueño.
                           Había pasado gran parte de la noche intentando consolar a una asustada Melinda, que veía cómo su vida había dado un vuelco inesperado.
-¿Cómo voy a convertirme en lady Moreland?-le preguntó una y otra vez desde que se encerraron en el cuarto de la joven-¡Es una locura!
                           Alexander había pasado varios días fuera de la isla, en una de sus misiones para el Servicio de Inteligencia Francés. Había sido interceptado un cargamento con armas que iban dirigidas a los soldados ingleses que estaban en el continente. Charlotte sabía que había sido Alexander el que había dado el soplo. ¿Acaso no se daba cuenta de que su comportamiento era intolerable?
                           Lo único que quería la joven era poder dormir.
                           Sin embargo, Alexander no quería dormir. Lo único que quería era ver a su amada. No quería conciliar el sueño porque sabía que acabaría soñando con Charlotte. Se había cansado de soñar con ella.
                           Quería estar a su lado. Que fuera real.
-No pienso irme de aquí-afirmó cuando se metió en la habitación de su amada.
                            La besó con ímpetu en los labios.
                            Las Navidades ya habían pasado.
                            Martin se había entregado a la tarea de cortejar a Melinda. Y la joven se dejaba hacer.
                            Era cierto que era divertido recibir nuevamente cartas de amor. Contestar aquellas cartas de amor mientras Dorcas la vigilaba de cerca.
                             Le agradaba recibir las visitas que hacía Martin a su casa. Poder cantar una canción para él con el fin de entretenerlo. Mientras, Charlotte interpretaba aquella canción con el arpa.
                           Era divertido pasear con él bajo la atenta mirada de Dorcas.
-Tan sólo te pido que me des tiempo-solía decirle durante aquellos paseos-Todavía no me acabo de creer lo que está pasando.
                          También era divertido cuando Martin le robaba besos llenos de pasión.
                          Le enviaba flores. Acudía a cenar con frecuencia a la casa de los Stanyon. Incluso, le leía a Melinda en voz alta. Ella le escuchaba atentamente mientras tejía un chal. O mientras bordaba un mantel que formaría parte de su ajuar de boda. Sin embargo, no estaba del todo contenta con aquella situación. Así se lo hizo saber a Charlotte.
                          La joven, mientras, recibía de manera regular las cartas que le escribía lord George. De vez en cuando, se animaba a contestar a una de aquellas misivas.
-He oído que tu prima va a casarse con lord Moreland-comentó Alexander.
                          Charlotte le lanzó una mirada furiosa. No entendía lo que estaba haciendo aquel miserable en su cuarto. Se había quedado paralizada cuando le vio trepar con agilidad por la fachada de su casa. Pensó que estaba soñando cuando le vio colarse en su habitación. Alexander debía de irse de allí lo antes posible. Pero no quería que se marchara.
-¿Has venido para hablar de mi prima?-le increpó.
-He venido para que hablemos de nosotros-contestó Alexander con dulzura.
                          Eso era otro rasgo que odiaba de él. La forma en la que la trataba.
-Mira, es demasiado tarde para discutir-replicó Charlotte-Quiero dormir. Será mejor que te marches ahora mismo.
-Charlie...-murmuró él con voz ronca.
-¡Vete! ¡O empezaré a gritar!
                           Charlotte sabía que estaba mintiendo. No podría ponerse a gritar. Cierto era que su padre entraría allí. Ella podía inventarse que Alexander había entrado en su cuarto con el propósito de forzarla. Podía delatarle diciendo que era un traidor. Pero no podía caer tan bajo. No quería hacerle daño a aquel joven. No cuando lo amaba más que a su propia vida.
-Estás poniendo en peligro mi reputación-le acusó-¿Acaso quieres hundirme?
-Quiero que huyamos juntos-contestó Alexander con sinceridad.
                         Charlotte le miró horrorizada. No era la primera vez que Alexander le hablaba de huir juntos.
                         ¿Acaso se había vuelto loco? ¡Ella no podía ser la esposa de un traidor!
                         Tenía que irse de allí. Tenía que echarle de su habitación.
                          Alexander era un peligro para Charlotte. Su corazón latía muy deprisa cuando estaba con él. Sentía el cosquilleo de un millón de mariposas aleteando en su estómago.
-¡No pienso hacerlo!-afirmó, llena de cólera-¡Jamás iría contigo a ningún sitio!
                           Estaba muy cerca de ella. Charlotte podía sentir el calor que desprendía el cuerpo de Alexander. Podía sentir su respiración mezclándose con la respiración de ella. Los latidos de su corazón... La fuerza que desprendía.
                         Cerró los ojos, sintiéndose impotente. ¡Por supuesto que deseaba huir con él! Quería irse a Francia, si era preciso. Pero tenía que cumplir con lo que se esperaba de ella.



-¡No sabes lo que dices!-le reprochó Alexander, alterado.
-¡No grites!-le rogó Charlotte, visiblemente nerviosa.
-¡No quiero seguir escondiéndome como un ladrón! ¡Charlotte, te amo, maldita sea! ¿Por qué nos estás haciendo esto? ¡Dime!
-¡Porque eres un traidor!
                             Charlotte se dejó caer sobre la cama. Se sentía demasiado cansada como para seguir hablando. La presencia de Alexander en su cuarto turbaba sus sentidos. No podía estar con él. Y, sin embargo, no quería renunciar a él.
-¿No te das cuenta del daño que le estás ocasionando a nuestro país?-le recriminó-¡Están muriendo hombres buenos que sirven a nuestra Patria! ¡Esos hombres tienen familia! Tienen gente que se preocupan por ellos. Y tú...
-El Ejército francés está compuesto por hombres buenos-contestó Alexander-Hombres que tienen una familia que se preocupa por ellos. No son monstruos, Charlie. También ellos mueren y dejan a unas familias destrozadas. ¿No lo has pensado?
                           Charlotte alzó la cabeza. Alexander se sentó a su lado en la cama. En el fondo, pensó ella, tiene razón. ¡Pero el Ejército francés era su enemigo! No podía sentir compasión por él.
-Napoleón ha luchado en todas las batallas en las que ha participado-prosiguió Alexander-Eso es lo que hace un hombre valiente.
-El general Wellington también es valiente-reconvino Charlotte.
-No tendría que luchar él. Tendría que luchar el Rey. Pero no podemos pedir que un pobre loco parta al frente. Tendría que luchar el Príncipe George. Pero está demasiado ocupado despilfarrando el dinero de todos los ingleses en sus caprichos.
-¡Eso no es cierto! El Príncipe George tiene muchos problemas.
                          Su romance con mistress Fitzherbert, pensó Charlotte. Sus amigotes que frecuentan la Casa Carlton...¿Dónde queda la preocupación por el país?
-Está el Primer Ministro, Pitt-dijo Charlotte.
-Un Primer Ministro que está enfrentado al Príncipe de Gales-le recordó Alexander-Valiant me ha escrito desde Newgate. Hasta allí llegan rumores de que podrían destituir a Pitt.
-No lo sabía.
                              De pronto, la idea de marcharse a Francia le resultó tentadora a Charlotte. Por lo menos, allí no tendría que lidiar con una Familia Real desunida. Y con un Primer Ministro enfrentado al Príncipe de Gales...
                            Se odió a sí misma por pensar así. ¡Era también una traidora!
                            ¿En qué la había convertido Alexander? ¡Ella no debía de pensar de aquel modo!
                             Y, sin embargo, sabía que él tenía razón. Le odió porque tenía razón. Le odió porque ella pensaba del mismo modo que él.
                              No sabía qué hacer. Si seguía los dictados de su corazón, acabaría llevando una vida espantosa. Podía terminar en la cárcel y ser ahorcada acusada de traición.
                             Su padre se moriría de la pena. Debía de ser valiente. Debía de atreverse a romper su compromiso con lord George.
-Siempre te estaré esperando-le prometió Alexander con dulzura.
-No lo hagas-le pidió Charlotte, con voz dolorida-Nunca abandonaré a mi prometido. ¡Nunca iré a ningún sitio contigo! ¿Te ha quedado claro?
                          Pero había una sombra de duda en su voz cuando habló.
                          Alexander la abrazó con fuerza y Charlotte sintió que estaba perdida. Se aferró a Alexander como un náufrago se aferra a un trozo de madera para no hundirse en el mar. No quería soltarle.
                           No quería alejarse de él. Pero su cabeza le gritaba que debía de hacerlo.
                           Es un traidor, le susurró. Ella odiaba con todas sus fuerzas aquella palabra. Traidor...
                           Y lo amaba. Lo amaba más que a su propia vida.
                            Cuando Alexander buscó con su boca la boca de Charlotte, ella no lo apartó y le ofreció sus labios al tiempo que ambos se fundían en un beso cargado de ansia y de desesperación por ambas partes.
                              Fue ella la que empezó a desnudar a Alexander. Libres de la ropa, se amaron sobre la cama de Charlotte.
                               Alexander no  se cansaba de beber del dulce néctar de los labios de su amada. No quería dejar de besarla. Y era feliz al ver que Charlotte le devolvía todos los besos que él le daba.
                               Besó una y otra vez el cuello de la joven mientras ambos se estremecían. Los labios de Alexander recorrieron febriles los pechos de Charlotte. Los chupó con hambre. Sintió cómo el cuerpo de ella se arqueaba hacia él.
                                Esto era real. ¡Charlotte lo amaba!
                                Dichoso, Alexander recorrió con la lengua la piel de la joven, que ardía ante su contacto.
                               Se entregaron el uno al otro sin reservas. Dándose todo el amor que guardaban dentro de sus corazones. Fundiéndose en un solo ser. Eran un solo ser.
                               Charlotte se quedó dormida con la cabeza apoyada en el pecho de Alexander.
                         

viernes, 23 de octubre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
En el fragmento de hoy de Ecos del pasado, las intenciones de Martin hacia Melinda son bastante honestas.
¿Qué pasará entre esta pareja?
¡Vamos a descubrirlo!

                                Era la Epifanía de los Reyes Magos.
                                Charlotte encontró a Melinda dando un paseo por la orilla del río Támesis.
                               Había ido a informarle que sir Héctor estaba reunido con alguien en su despacho. Dorcas le informó a Charlotte de que se trataba de un pretendiente de Melinda.
                               La joven sabía de quién se trataba. Tenía la sensación de que todo lo que estaba viviendo era un sueño.
-¡Esto no puede ser real!-exclamó.
-Lord Moreland está enamorado de ti-insistió Charlotte-¿Acaso no correspondes a ese amor?
-¡Está ocurriendo demasiado deprisa!
-Puedo entender por lo que estás pasando.
                             En cierto modo, el pensar en un posible compromiso entre Martin y Melinda ayudaba a Charlotte a olvidar sus problemas. Martin había ido a visitar a sir Héctor para pedirle permiso para cortejar a su sobrina.
                             Charlotte había escuchado parte de la conversación que su padre había mantenido con el joven conde. Martin estaba realmente enamorado de Melinda.
                             Y Charlotte se alegraba por su prima. Melinda merecía ser feliz.
-Es por lo que se cuenta sobre su madre-terció la joven.
-El pasado de esa mujer y sus orígenes me importan un bledo-replicó Melinda-No miro esas cosas en una persona. Martin...
-Te ama.
                                 En aquel momento, escucharon unos pasos acercándose a ellas. Se sobresaltaron.
                                 Charlotte pensó en salir corriendo. Pero se había quedado paralizada.
                                 El origen de todos sus problemas estaba ante ella. Alexander debía de haberla seguido. O debía de estar esperándola escondido detrás de algún árbol. ¡Y ella no quería verle!
-Celebro verte de nuevo, Charlie-afirmó Alexander, contento.
-Mi prima está haciendo de casamentera conmigo-le contó Melinda, risueña.
-Se le da bien buscarle pareja a otras personas. Pero, ¿qué ocurre con ella? Charlie...¿Me estás evitando?
                               Las mejillas de Charlotte se encendieron. ¡Por supuesto que le estaba evitando! No quería verle.
                                Debía de pensar en muchas cosas. Su futuro enlace con lord George...La eventual boda de Melinda con Martin...No debía de perder el tiempo en tonterías. Alexander era una tontería.
                                Se corrigió a sí misma. No era una tontería. Alexander...
-Ahora mismo, mi prima y yo nos disponíamos a volver a casa-le informó.
                                Intentó ser dura con él. Pero su voz sonó temblorosa.
                                Alexander se acercó a Charlotte y la besó con suavidad en los labios.
                                Lo último que quería era discutir con ella. Tenían que hablar de muchas cosas. Pero, al menos, Charlotte sabía que él no se había rendido. Pensaba luchar por ella con todas sus fuerzas.
                               Besó la mano de Melinda y se marchó.
                              Las dos primas decidieron regresar a casa. Melinda quería hablar sobre el encuentro con Alexander. Pero Charlotte evitó el tema.



                               Sir Héctor y Martin las estaban esperando en el salón cuando llegaron. En realidad, estaban esperando a Melinda.
-Tu tío me ha dado permiso para cortejarte-le anunció Martin, feliz.
                               Ante el estupor de Melinda, el joven conde la abrazó con fuerza.
                               Sir Héctor carraspeó, visiblemente abochornado. Desde luego, dedujo, Martin debía de haber heredado su carácter impulsivo de su madre. Melinda tenía las mejillas enrojecidas. Seguía pensando que nada de lo que estaba pasando era real.
-Me alegro mucho por los dos-anunció Charlotte.
                               Martin se acercó a ella y la besó en ambas mejillas.

miércoles, 21 de octubre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi blog novela Ecos del pasado recién sacado del horno, como se suele decir.
Estrenamos nuevo año: 1801.
¿Qué va a pasar?

                                       La mañana de Año Nuevo, Charlotte se asomó por la ventana de su habitación.
                                      Contempló la isla. Podía ver aquel lugar desde la ventana en todo su sencillo esplendor. Oyó una conversación que mantenían dos vecinas. Se estaban felicitando por el Año Nuevo.
                                     Las aguas del río Támesis bajaban tranquilas. La vida continuaba.
                                     Un nuevo año había comenzado y Charlotte estaba convencida de que aquel año sería el año de su boda. Lord Craft y ella se casarían.
                                     No había visto a su prometido en los últimos días. Sin embargo, le había llegado escrita de su puño y letra una carta en la que le felicitaba la Navidad. Por lo visto, había tenido que ausentarse más tiempo del previsto. Estaba en aquellos momentos en Chester.
                                    Se había despedido de ella dándole un fraternal abrazo.
                                    Lord Craft se pasaba media vida viajando. Como soldado, tendría que pasar mucho tiempo en el continente combatiendo al Ejército de Napoleón. Después, volvería a casa con una condecoración.
                                    Charlotte no quería vivir sola. Se colocó un chal de lana sobre los hombros, pues empezaba a tener frío.
                                    El cielo se había cubierto de densos nubarrones de color negro. Antes de que caiga la tarde, estará lloviendo, vaticinó Charlotte. En el jardín, se encontraba su prima Melinda intentando buscar alguna flor para colocar en su habitación. Esbozó una sonrisa.
-Estás perdiendo el tiempo, Mel-le advirtió.
-No todas las flores están secas-replicó la aludida-Habrá alguna flor que haya sobrevivido al otoño. ¿No crees?
-Estás pensando en tu Príncipe Azul. Eres la comidilla de toda la isla. Lord Moreland está enamorado de ti. Y quiere casarse contigo. Lo veo viniendo a esta casa a pedirle a papá que te dé tu mano en matrimonio.
-¡No digas tonterías, Charlie!
                                Melinda dio un paseo por el jardín. Escuchó el sonido de los pájaros que cantaban posados en las ramas de aquellos árboles secos. La vida en la isla seguía su curso habitual, pese a que había empezado un nuevo año. 1801.
-Buenos días...-saludó lord Moreland, entrando en el jardín-Celebro verte.
-¿Qué estás haciendo aquí?-se sobresaltó Melinda.
-He venido a verte.
-Te deseo un feliz año, Martin. ¡Ojala la vida te llene de alegrías este año! Eres un buen hombre.
                              Charlotte cerró la ventana.
                              Debía de respetar la intimidad de su prima. Sin embargo, se quedó mirando la escena que tenía lugar en el jardín. ¿Acaso le había llegado a Melinda el momento de ser feliz?
                             Se sentó en el alfeizar de la ventana. La mente de Charlotte no paraba de dar muchas vueltas. El recuerdo de Alexander acudió una vez más a su mente. Desde que no se veían, él le había escrito una carta de amor todos los días. Cartas que Charlotte escondía en el fondo del cajón de su mesilla de noche. Dorcas era una verdadera cotilla.
                              Pero estaba más interesada en la vida sentimental de Melinda que en la vida sentimental de Charlotte. Después de todo, Melinda había roto con su prometido. Y Charlotte...Era la futura esposa de lord Craft.
                              Charlotte contempló la escena que tenía lugar en el jardín. Vio los ojos de Melinda abrirse de manera desorbitada.
                               Martin se acercó aún más a ella y Charlotte imaginó que debía de estar hablándole de amor. Melinda no se había puesto el sombrero cuando salió al jardín. Sopló una ligera brisa que azotó los mechones de pelo que se escapaban de su moño. Martin la miró sobrecogido.
                             Melinda se asemejaba a las hadas de las que había oído hablar cuando era pequeño. Llevaba puesto un vestido de color blanco y parecía un ser venido de otro mundo. Lo que sentía por Melinda no lo había sentido nunca antes por nadie.
                             Martin era un joven increíblemente apuesto. Todo el mundo decía que era muy parecido al difunto lord Moreland. Tenía el cabello de color negro. Era alto. Era de una musculatura bien desarrollada. Todo él reflejaba vigor y carácter.
                            Hasta que se encontraba con Melinda. Sus buenos propósitos se iban al garete.
                            Cuando la joven se quiso dar cuenta, Martin la estrechó entre sus brazos al tiempo que llenaba de besos su cara. Finalmente, sus labios acabaron encontrándose en un beso cargado de voracidad por ambas partes.
                           Melinda se separó de Martin, sofocada.



-Estoy enamorado de ti, Mel-se sinceró Martin-No sé desde hace cuánto ni sé cómo ha pasado. Sólo sé que te amo. Y quiero que me des la oportunidad de hacerte feliz. Entiendo que es demasiado pronto.
-¡Todavía no estoy preparada!-replicó ella-Es cierto que ya he olvidado a mi prometido. Lo estoy superando.
-Te daré todo el tiempo del mundo, Mel. Sólo quiero que me des la oportunidad de hacerte la mujer más dichosa del mundo.
                            Melinda se metió corriendo dentro de casa. Charlotte estaba atónita. ¡El conde de Moreland estaba enamorado de su prima!

martes, 20 de octubre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Aquí os traigo un fragmento de Ecos del pasado protagonizado por nuestras primas favoritas, lady Melinda y lady Charlotte Stanyon.
Parece que la suerte de Melinda está a punto de cambiar para bien.
¿Habrá un Príncipe Azul a la vista?

                                  Los condes de Moreland habían arrendado una casa en la isla donde habían pasado las vacaciones cuando sus hijos eran pequeños.
                                  El actual conde de Moreland, lord Martin, acudió solo a la casa. Su madre se había quedado en la casa solariega de la familia.
                                  Su hermana menor, Jane, había decidido ingresar en un convento. Una noticia que había pillado tanto a su madre como a su hermano por sorpresa.
                                 No obstante, Martin quiso celebrar la Navidad. Decidió celebrar una pequeña reunión en su casa. Sir Héctor, su hija y su sobrina fueron invitadas a dicha reunión.
                                Lord Martin estaba considerado como uno de los mejores partidos de todo el país. Tenía unos veintisiete años. Era un joven de carácter alegre, pero también era algo reservado.
                                 Tanto Melinda como Charlotte le habían tratado a lo largo de aquellos años. En realidad, quién había tenido más relación con él había sido Melinda. Jane y ella habían sido grandes amigas. Melinda se quedó sorprendida cuando Jane le comunicó que pensaba entrar en un convento.
                               La reunión que se celebró en la residencia del actual conde fue muy alegre. Acudieron muchos vecinos de la isla. Martin era un perfecto anfitrión. Se encargaba de hablar con todo el mundo. De hacerle sentir que era bienvenido a su residencia.
                                Estuvo conversando durante un rato con Melinda. Estaba al tanto de lo que le había ocurrido a la joven.
-Espero que te encuentres mejor-le comentó Martin.
                               Los dos estaban dando cuenta cada uno de un vaso de limonada.
-La verdad es que lo he pasado muy mal estos últimos meses-se sinceró Melinda-Todavía me duele pensar en él.
-No merece que sigas llorándole-opinó Martin-Se portó contigo como un miserable.
-Pero fue sincero conmigo. Creo que merecía saber la verdad.
-¿Cómo te encuentras? Dime la verdad.
-Si te soy sincera, me siento mejor. Ahora, veo que hizo bien en contarme lo que pasaba. Pudimos habernos casado. Yo lo quería muchísimo. Pero, a la larga, habría sido una desgraciada. Mi tío Héctor quiere buscarme un marido. Y yo...
-Harás lo que creas conveniente.
                            Existía una gran confianza entre Martin y Melinda. Después de todo, llevaban muchos años tratándose. Melinda le escribía largas cartas a su amiga Jane al convento donde había ingresado tiempo atrás. Era todavía postulante. Pero no tardaría mucho tiempo en convertirse en novicia.
-Veo muy buena sintonía entre lord Moreland y tú-observó Charlotte, acercándose a su prima.
                            Melinda se echó a reír. Tuvo que reconocer para sus adentros que Martin era un joven muy atractivo. Era elegante y bien educado.
                          Pero no existía ningún tipo de relación amorosa entre ellos. Le parecía algo imposible. Martin era un joven que había tenido una vida sentimental más bien discreta, pues no se le conocían amantes.
                          Y ella estaba recomponiendo los pedazos de su corazón, que aún estaba roto.
                          Empezó el baile. Melinda aceptó bailar la primera pieza con Martin. Era un excelente bailarín y Melinda se sentía muy cómoda estando con él. La hizo reír con sus comentarios durante la pieza. Melinda pensó en lo contenta que estaba de volver a verle. Le tenía mucho cariño.



                                Finalizó la pieza. Los dos se encontraban delante de una rama de muérdago.
-Hay que seguir la tradición-anunció Martin en tono solemne-Estamos debajo de una rama de muérdago. Ya sabes lo que hay que hacer.
                                Y, ante la sorpresa de Melinda, Martin la besó en los labios con mucha intensidad.
                                Charlotte no salía de su asombro ante lo ocurrido.
                                Al separarse de Martin, Melinda estaba visiblemente ruborizada. Cierto era que se trataba de una tradición. Pero había experimentado en su estómago sensaciones que creía que no iba a volver a experimentar nunca más. Tuvo que sujetarse a su prima cuando llegó a su altura porque pensó que se iba a desmayar.
-Has hecho una excelente elección, querida-intervino sir Héctor-Lord Moreland es uno de los mejores partidos del país. Posee muchas tierras. ¡Y no hablemos de su renta anual!

viernes, 9 de octubre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Aquí os traigo un fragmento muy breve de Ecos del pasado. 
Aunque estemos a punto de celebrar la Fiesta del Pilar, aquí es Navidad.

ADVERTENCIA: No he podido acompañar con fotos este fragmento porque mi ordenador no me deja.

                              La Navidad había llegado.
-No te veo muy entusiasmada-observó Melinda-Tío Héctor no está. Puedes contarme lo que te pasa.
                           Melinda y Charlotte estaban poniendo el Belén. Todos los años, un criado bajaba del desván una enorme mesa que colocaban en el salón. Era el sitio donde ponían el Belén.
                           Sir Héctor era católico. Consideraba más importante colocar el Belén que poner el Árbol de Navidad.
-No logro quitarme a Alex de la cabeza-le confesó Charlotte a su prima, mientras ponía una palmera-Ha intentado verme en los últimos días. ¡Y yo no sé qué hacer!
-Hablar con él-le exhortó Melinda-Os amáis. ¿Qué os impide estar juntos? Sí, lo sé. Es un traidor.
                          Charlotte colocó una oveja. Pero la figurita se le caía. En realidad, le temblaba el pulso.
-¿Has escuchado la noticia?-le preguntó a Melinda-Lord Valiant está en la cárcel.
                           La otra joven recordaba haber oído hablar de aquel hombre. Estaba considerado por muchos como un héroe nacional. El brazo derecho del general Wellington...
-¿Qué le habrá pasado?-se interesó Melinda.
                           Colocó una pastorcilla. Charlotte bufó.
                           ¡Alexander había llevado a la ruina a lord Valiant!
-¡Lo que le ha pasado es Alex!-contestó Charlotte, indignada-Tuvo que hacerse amigo suyo. ¡Se lo cameló para sonsacarle información!
-Lord Valiant es un seductor nato-dijo Melinda-¿Sabes lo que he escuchado? Fue amante de mistress Fitzherbert.
-¡Eso es mentira!
                            Lord Valiant sentía verdadera adoración por el Príncipe de Gales. Y el Príncipe estaba profundamente enamorado de mistress Fitzherbert. ¡Lord Valiant jamás le traicionaría de aquel modo!
-Lord Valiant estuvo a punto de ser pillado con mistress Fitzherbert-le contó Melinda a Charlotte-Lo he leído en una gacetilla a la que estoy suscrita. Ahí se cuentan los rumores más jugosos.
-He visto la gacetilla que lees-afirmó la joven-Y no me gusta. Sólo cuentan mentiras.
                          Melinda se echó a reír. Colocó un soldado en el castillo de Herodes. El ritual de poner el Belén sólo les concernía a Charlotte y a ella. Los criados no solían ayudarlas.
                           Charlotte estuvo a punto de tirar al suelo a una lavandera que estaba colocando.

miércoles, 7 de octubre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
La situación se está complicando por momentos para el pobre Valiant. Al hecho de estar encerrado en Newgate, se le añade otro problema. Sus superiores sospechan de su amistad con Alexander.
El general Wellington aparece en escena.

                              La última vez que Valiant vio al general Wellington se encontraba en una situación muy comprometida.
                              El general siempre había hecho la vista gorda con sus asuntos amorosos.
                              Es más. Contaba con su complicidad para hacerlo. Pero las cosas habían cambiado desde aquella aciaga noche.
                              Había asistido a un baile que se celebraba en la Casa Carlton.
                             Le había mentido a Alexander. Le había dicho que no había ocurrido nada entre la sobrina de Wellington y él. Pero era mentira. ¡Por supuesto que había llegado a fornicar con ella!
                              El general Wellington fue el encargado de hacer las presentaciones. Más que sobrina, aquella mujer era la hija de un primo de Wellington. Sí, podía decirse que era su prima porque se dice que los hijos de los primos son los sobrinos de uno. O algo así...
                             Lady Anne Wellesley era una joven de diecinueve años. Había causado sensación en su puesta de largo, ocurrida un año antes. Contrajo matrimonio a principios del año 1800. Su marido era un apuesto marqués de cuarenta y dos años. Era miembro de la Cámara de los Lores. Y, encima, era el líder de los tory. Detalles que Valiant sí conocía.
                            Besó la mano de lady Anne.
                            Bailaron una pieza. Dieron cuenta cada uno de un vaso de limonada. Estuvieron hablando durante un buen rato. Lady Anne intentaba fingir recato. Pero era más que evidente que estaba muy cansada de su marido.
-¿Han pensado en tener hijos?-quiso saber Valiant.
-Es demasiado pronto-contestó Anne.
-Su marido no es ningún chiquillo, pero usted sí que lo es.
-No conocí a mi marido hasta que no supe que iba a casarme con él.
                          Anne se dejó llevar en el jardín por los besos que Valiant empezó a darle cuando se escondieron detrás de unos matorrales.
                          Demostró ser una mujer de lo más apasionada que respondió a las caricias que las manos de Valiant le brindaron. Se apretó contra él. Gimió cuando los labios de Valiant besaron su cuello. Y disfrutó de un gran placer entre sus brazos.
                          Estaban todavía en un enredo de piernas y de brazos.
                          De pronto, Wellington apareció. Y Valiant supo que todo había terminado. Su carrera meteórica...Todo...
                         Tuvo que reconocer una cosa. Le agradó el sabor de los pezones de Anne.
                         Aquel pensamiento era estúpido.
-Usted me ha defraudado enormemente, Valiant-afirmó Wellington-Siempre le tuve como un hombre de honor. He perdonado sus pecados con las mujeres. Gracias a su lascivia, nos ha proporcionado una valiosa información. Pero se ha metido con alguien de mi familia. Y sospecho que está traicionando a Inglaterra.
-¿Cómo dice?-se horrorizó el aludido-¡Daría mi vida por mi país, señor!
-Pero ha trabado amistad con un traidor.
-¿Dónde ha oído eso?
-¿Ha olvidado su misión? ¿Ha olvidado que debía de hacerse pasar por traidor para conseguir información?
-Los traidores a Inglaterra son mis enemigos, señor. ¡Los mataría a todos!
-Permíteme que lo dude. ¿Le suena de algo el nombre de lord Charleston?
-No...
                           Valiant había sido llevado a la sala de interrogatorios. Le sorprendió ver a Wellington allí.
                          Había perdido la noción del tiempo. Ya no recordaba cuántos días llevaba preso en Newgate. Cuando vio aparecer al general, pensó que había ido a sacarle de allí. Pero era evidente que se había equivocado. En realidad, la vida de uno de sus mejores hombres le importaba bien poco a Wellington.
                           Tenías razón, Alex, pensó con tristeza.
-Ni siquiera le conozco-mintió Valiant.
-Ese joven está pasándole información a los franceses-le explicó Wellington con dureza-Todavía no ha luchado en Francia. Pero no dudamos que pensará en viajar hasta allí para unirse al Ejército de Napoleón. Es un miserable. ¡Y usted ha tenido el descaro de hacerse amigo suyo!
                         Un sudor frío cubrió la frente de Valiant. Pensó que Wellington se había vuelto loco. Ya no lo veía como un ser al que admirar.
                         Le dolía horrores el costado. Dos días antes, había recibido un navajazo durante una reyerta. Le pillaron en medio de todo el jaleo. No había recibido la visita de ninguno de sus compañeros de armas. Parecía que todos se habían olvidado de él. Ya no se acordaban de las noches que habían pasado en vela en Egipto. Ya no se acordaban de las marchas bajo un Sol de justicia en el desierto.
                        Pensó que Wellington y Napoleón estaban cortados por el mismo patrón. No les importaba en absoluto las vidas de los hombres que luchaban por ellos.
                         Tan sólo pensaban en ellos mismos. En ganar prestigio.
                         Valiant estaba asustado. Debía de hacer algo para salvar a Alexander.
                        Wellington iba a por él. Sabía que era un traidor. Sólo Dios sabía lo que le harían si le capturaban.
-Le puedo asegurar que no conozco a ningún lord Charleston-mintió Valiant-Le digo, con el debido respeto, señor, que le han informado mal. Sólo he tratado de sacar información donde he podido.
                         Wellington le cruzó la cara de un bofetón.
                         Valiant le miró con odio. ¿Acaso pensaba en torturarle? No se extrañó en absoluto. Ya no tenía la menor duda. El poder estaba corroyendo a Wellington.
                           Le oyó gritar. Le dijo que era un mentiroso. Que le iba a enviar a la horca más pronto que tarde.
                           Valiant era un soldado curtido en más de mil batallas. Pero nunca pensó que tendría que enfrentarse con el hombre al que admiraba.
-Puede ahorcarme si quiere, señor-le retó con voz fría.
                          Amaba a su país más que a nada en el mundo. Pero no estaba dispuesto a ponerse al servicio de aquel tirano. No pensaba en traicionar sus ideales.
                         No se uniría a los franceses por nada del mundo. Pero tampoco quería servir a aquel ser carente de escrúpulos. No quería servir a un Rey cada vez más demente. Ni tampoco quería servir a un niñato que no sabía cumplir con su deber como Príncipe de Gales. Él no era esclavo de nadie. Ni pensaba traicionar a un amigo por salvar su vida.
                         Alexander era, por encima de todo, un joven con un gran sentido del honor. Valiant contempló cómo Wellington enrojecía de rabia. Su enorme nariz le pareció más grande. Los ojos se le salían de las órbitas. No volvió a articular palabra. Con un gesto, ordenó que Valiant fuera llevado de vuelta a su celda.
                          El guardia que le llevó le empujó sin miramientos hacia dentro.
                          Valiant cayó al suelo. Le dolía horrores el navajazo que había recibido. Hacía apenas un día que había dejado de sangrar, pues sufrió una hemorragia bastante considerable. Se sentía muy débil.
-¿Qué te han dicho los bastardos esos?-le preguntó uno de sus compañeros de celda.
-Voy a morir-respondió Valiant con un hilo de voz.
-No parece que eso te importe mucho.
-Lo que me importa es lo que le pueda pasar a un amigo mío.
                               El recuerdo de Alexander pasó por su mente. Si Wellington le encontraba, estaría en peligro.



                             Se sentó en el suelo como pudo.
-Necesito papel-dijo.
-¿Para qué quieres papel?-le preguntó su compañero de celda.
-He de escribir una carta. Y una pluma...Y tinta...
-¿Acaso te crees que esto es Harrow? ¡Despierta! ¡No vas a conseguir esas cosas aquí ni en un millón de años! ¡Estamos en la trena, amigo!
-Pero...Es urgente.
-¿Qué pasa?
-No me lo darán a mí. Pero puede que te lo den a ti.
-¡Ni hablar! ¡No me da la gana de meterme en jaleos!
-Te lo ruego.
-¡No pienso hacerlo!