viernes, 27 de marzo de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
El fragmento de hoy de Ecos del pasado centrado en el personaje de Alexander y aparece el mejor amigo de éste, Valiant.
Vamos a conocer un poco mejor la manera de pensar de Alexander.

                            Alexander se enteró leyendo The Times que Charlotte iba a contraer matrimonio con lord Craft.
                            La ira y el dolor se mezclaron en su corazón. ¡Charlotte no podía casarse con aquel hombre!, pensó con rabia y con tristeza. ¡Ella le amaba a él! ¡Su corazón se lo decía!
                            Accedió a salir a dar un paseo por la isla en compañía de su buen amigo Valiant Mantley. Valiant tenía treinta y cinco años. Para Alexander, era como un hermano mayor. Valiant se había convertido, a la muerte de su padre, en el vizconde de Waters. Sin embargo, no parecía muy interesado en buscar esposa.
-Prefiero que me fusilen a seguir viviendo sin Charlotte-le aseguró Alexander-¡Ella es mi vida!
-Entonces, debes de renunciar a tus ideas-le sugirió Valiant.
                        El vizconde formaba parte de la Inteligencia Inglesa. Se había acercado a Alexander después de recibir el soplo de que podía tratarse de un traidor.
                        Le escuchó hablar en un balneario en Bath. Había tanta pasión en sus palabras que Valiant se sintió confuso. Al conocerle mejor, supo que no podía entregarle.
-¡Ni hablar!-se negó Alexander con vehemencia.
                           Valiant elevó la vista al Cielo. Sabía que Alexander pensaría de aquel modo. Diría exactamente eso. Seguía lealmente al cónsul Napoleón.
                            Opinaba que los Reyes no servían para nada. El pueblo era quién debía de regir sus destinos. ¡Hasta criticaba abiertamente y con dureza al Rey George!
-Ser amigo tuyo es bastante peligroso-afirmó Valiant-Me estoy arriesgando a que me arresten por traición. Sin embargo, quiero ayudarte. Eres muy joven.
-¿Sabes cómo vivía el pueblo francés antes de la Revolución?-le preguntó Alexander a bocajarro.
                         Valiant había oído que los franceses no estaban atravesando por su mejor momento. Había oído que los impuestos que se cobraban eran demasiado frecuentes y demasiado elevados. La nobleza vivía de manera pomposa mientras que los campesinos sufrían penurias.
-¿Tú ves normal que un campesino tenga que morirse de hambre sólo porque ha nacido campesino?-le preguntó a Valiant.
-Eres marqués-respondió el vizconde-No tienes que pensar en esas cosas.
                         Era evidente que Alexander pensaba en todas ellas. Había leído libros.
                         Se había relacionado con gente que había estado en Francia.
                         Valiant pensaba que el Rey George había sido un buen monarca. Era cierto que se escuchaba desde hacía algún tiempo el rumor de que no estaba del todo bien de la cabeza. Era cierto que el Príncipe de Gales prefería celebrar pomposos banquetes en vez de ocuparse por intentar convertirse en un buen Rey.
-¿Y de qué me sirve lo que yo tengo si no me corresponde?-insistió Alexander-Voy a renunciar al marquesado. No es mío. No me pertenece.
                          Valiant le miró con horror.
                          Le aseguró que no iba a recuperar a Charlotte si seguía por ese camino.



-¿No te das cuenta de que vas a terminar mal?-le espetó.
-He perdido a Charlotte-contestó Alexander con tristeza-Y no pienso renunciar a mis ideas, que es lo único que me queda.
-Tus ideas son peligrosas. ¡Todo lo que dices es un completo disparate!
-Es lo que pienso.
                              Valiant pensó que Alexander se relacionaba con lo peorcito de Londres cuando iba allí. Acudía a cafés a hablar. A debatir. Los intelectuales parecían estar en contra del Rey y del Príncipe de Gales.
                             Sin embargo, a pesar de todo, Valiant veía razonable lo que decía aquel joven. No era justo que el Príncipe de Gales se diera la gran vida mientras había gente que sufría. Había tenido la ocasión de conocerle. Parecía estar más centrado en sus amoríos con aquella mujer, la tal María Fitzherbert, que en preocuparse del país que debía de regir. Sobre el que debía de reinar.
                          Pero...¿Acaso no era igual un traidor a cualquier otra persona? Valiant miró fijamente a Alexander.
                          Aquel joven amaba con todas sus fuerzas a una joven que iba a casarse con otro hombre.
                          Reía con sus amigos. Se preocupaba por los demás. No se parecía en nada a los seres demoníacos que le habían dibujado en la Inteligencia Inglesa.
                           Alexander era como él.
-No hables de tus ideas en público-le pidió Valiant.
-¿Crees que pienso ponerte en peligro?-le espetó Alexander-No pienso igual que tú. Pero te aprecio mucho, Val. No haré nada que te comprometa. Pero no puedes impedir que diga lo que pienso.
-Lo único que quiero es protegerte.
-Entonces, ayúdame a recuperar a Charlotte.
-¡Va a casarse con lord Craft!
-Todavía puedo impedir esa boda. Yo sé bien que ella sigue amándome. A pesar de lo que diga, tiene miedo a que pueda ponerla en peligro. Jamás permitiré que le ocurra nada malo. Val, Charlotte es mi vida.
                            Los recuerdos acudieron a la mente de Alexander.
                            Besando a Charlotte. Acariciando su cuerpo con sus manos. Mordiendo con suavidad su suave carne. Estrechándola entre sus brazos.
                            Todas las noches que habían pasado amándose a orillas del río Támesis. Aquellos recuerdos le animaron a tomar la decisión de recuperar a la mujer que lo era todo para él.
                     

jueves, 26 de marzo de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de Ecos del pasado. 
Sigamos adentrándonos en la historia de amor entre Charlotte y Alexander.

                                    De no ser por las simpatías que sentía Alexander hacia Napoleón, Charlotte se habría casado con él. Lo amaba y quería convertirse en su esposa. Le había dado a elegir y él quería las dos cosas. Quería luchar por Napoleón y quería estar con ella.
                                 Tanto Charlotte como Melinda habían recibido una esmerada educación. Sir Héctor esperaba verlas unidas en buenos matrimonios, pero, sobre todo, deseaba que fueran felices. Las dos se lo merecían. Una institutriz se encargó de la educación de las dos primas. La mujer le dijo a la difunta esposa de sir Héctor que Melinda era demasiado inteligente. En cambio, Charlotte era más soñadora.
                           Sin embargo, Charlotte había cometido una importante transgresión.
                          No quería pensar en eso ahora que iba a casarse con lord George.
                          Enamorarse de aquel traidor había supuesto la ruina de Charlotte. Al menos, ésa era la sensación que ella tenía. De momento, nadie sabía que no era virgen. La única que lo sabía era Melinda y Charlotte sentía que se iba a morir al imaginar cómo sería su noche de bodas con lord George.
                          La serena joven que había sido se esfumó en aquel baile donde conoció a Alexander. Desde entonces, no había vuelto a haber serenidad en su vida.
                           Charlotte había salido a dar un paseo sola aquella tarde decidida a no pensar. Intentando apartar de su mente a Alexander. Pero los recuerdos acudían una y otra vez a su cerebro sólo para atormentarla. Para hacerle daño.



                               Volvía a recordar las noches que pasó acostada con Alexander a la orilla del río Támesis. Los dos desnudos...
                              Recordaba cómo se habían besado con ardor una y otra vez en los labios. Recordaba los labios del joven recorriendo su cuello. Succionando sus pezones.
                              Ella entregándose con regocijo a él. Queriéndole. Amándole con todas sus fuerzas.

miércoles, 25 de marzo de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Hoy, os traigo un nuevo fragmento de Ecos del pasado. 
Vamos a centrarnos en Alexander y en Charlotte.

                                    Alexander pasó por delante de la casa de los Stanyon. No era la primera vez que lo hacía.
                                   Por suerte o por desgracia, nadie le había visto. Y Alexander no quería parecer un ladrón que rondaba la casa de los Stanyon.
                                  Lo único que quería era ver a Charlotte. Desde el ventanal del salón, Alexander podía ver a aquella belleza que le había robado el sueño. Podía contemplar su cabello de color castaño recogido en un moño. Daba una imagen de serenidad. De tranquilidad...
                                 Sus ojos de color azul cielo parecían un mar en calma. Pero era sólo fachada. Su cabello contrastaba con la blancura de su piel.
                                 Los recuerdos de cuándo paseaban juntos a orillas del río Támesis acudieron a su mente.
                                Charlotte se colgaba de su brazo mientras caminaban.
                                Su rostro se encendía cuando estaba cerca de Alexander. El corazón del joven latía a gran velocidad cuando estaba con ella.
                                Una verdadera rosa inglesa es mi querida Charlotte, pensaba con admiración. Había escuchado que se encontraba en una edad casadera. Pero todavía no tenía muchos pretendientes.
                              En el interior de la casa, sir Héctor, su hija y su sobrina estaban dando cuenta cada uno de una taza de té en el comedor. Charlotte dio un respingo movida por un resorte. Tenía la sensación de que había alguien mirándola.
-¿Qué te ocurre, prima?-le preguntó Melinda.
-No es nada-respondió Charlotte, con voz temblorosa.
                               Le cogió la mano a Melinda.
                               Desde que conoció a Alexander, la tranquila y callada Charlotte había desaparecido por completo. Sólo quedaba una mujer que no era capaz de dormir por las noches pensando en él.
-Seguro que Alexander está rondando nuestra casa-apostilló Melinda.
                             Charlotte se puso pálida al recordar todos los momentos que había vivido con él.
                             Los besos que se habían dado escondidos tras los troncos de los árboles.
                            Lo feliz que era cuando acudía a su encuentro.
                             Cuando yacían acostados sobre la hierba besándose y entregándose a la pasión.
-Estás enamorada de él-afirmó Melinda.
-Padre te puede oír-le replicó Charlotte.
                            La joven llevaba puesto un vestido de color verde claro. Era uno de los vestidos que había confeccionado para ella una modista del condado. Le favorecía. Mientras, Melinda llevaba puesto un vestido de color azul. Azul muy claro...
-¿De qué estáis hablando, niñas?-se interesó sir Héctor.
                            Charlotte le contestó a su padre que estaba comentando con Melinda acerca de un bordado que pensaba hacer. Era un mantel que había empezado a bordar con punto de cruz. Charlotte quería regalárselo a Melinda. Formaría parte de su ajuar de bodas. Pero la joven se negaba. Melinda tuvo que darle la razón a su prima. Sin embargo, en su fuero interno, sabía que nunca se casaría.
                            Había recibido algunas visitas de ciertos caballeros tras la ruptura de su compromiso.
                            Había accedido a tocar el piano para ellos. Era toda una virtuosa de aquel instrumento.
                           Incluso, le habían besado las manos.
                           Aquellos hombres hablaban del cabello de color dorado de Melinda con admiración, pero ella no quería confiar en ellos.
                           Alexander optó por alejarse de aquella casa porque Charlotte podía verle en cualquier momento y lo último que quería era ponerla en una situación comprometida. Había oído algunos rumores acerca de la posible boda entre su amada con lord Craft. ¡Pero aquellos rumores no podían ser ciertos! Charlotte no podía casarse con lord Craft. ¡Ella lo amaba a él! ¿Por qué intentaba hacer las cosas más difíciles?
                             Charlotte creía que se iba a ahogar.



-¿Te encuentras bien, querida?-le preguntó sir Héctor-No quiero que caigas enferma. Hemos de fijar ya una fecha para la boda.
-Deberías de consultarlo con lord Craft, padre-respondió Charlotte-Cualquier fecha que él disponga estará bien. Es un buen hombre y quiero hacerle feliz.
-Y que él te haga feliz a ti-corroboró Melinda con cierta intención.
-Es un buen hombre y sé que me hará feliz-insistió Charlotte con cierta terquedad.
                           Trataba de apartar de su mente los recuerdos. Recuerdos de Alexander que volvían una y otra vez a ella.
                            Acariciando su cuerpo con las manos. Besándola en el cuello. Estrechándola con fuerza entre sus brazos para convertirse en un solo ser.

domingo, 22 de marzo de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
El fragmento de hoy de Ecos del pasado está dedicado a otra buena amiga.
Se trata de Judith Álvarez, Citu.
Citu, amiga, no sé cómo darte las gracias por lo buena persona que eres. Sé que este fragmento es poco, pero, por lo menos, deseo que te guste.
Un fuerte abrazo y mil gracias por todo.

                  Decidió ir a visitar a su prometido a su casa. Hacía tiempo que no veía a lord George. Tan sólo sabía que su estancia en Newbury había durado menos de lo que había previsto.
                   Había regresado a The Lynch.
                   Charlotte golpeó con suavidad la puerta de entrada a la casa de su prometido.
-Buenas tardes, milady-la saludó el mayordomo de aspecto severo que le abrió la puerta.
-He venido a ver a Su Excelencia-explicó Charlotte.
-Pase. Milord se alegrará mucho de verla.



                  Charlotte tuvo la sensación de que algo raro estaba pasando. El aspecto del mayordomo era más serio que de costumbre. Incluso, creyó ver a una criada llorando. No entendía nada de lo que estaba ocurriendo allí.            
                  Encontrar a su prometido acostado en su lecho no era lo que Charlotte esperaba.
-¿Cómo te encuentras?-le preguntó, nada más entrar en la habitación de Lord George.
                             Una criada se quedó con ellos. Lo que tenía Lord George, según le había informado el mayordomo, era un simple resfriado.
-Por lo menos, no tengo fiebre-respondió Lord George-Aunque estoy tan congestionado que me cuesta trabajo respirar.
                              Charlotte se mantuvo un poco alejada de él. De algún modo, el aspecto que presentaba Lord George era bastante deplorable. Tenía los ojos enrojecidos. Su nariz estaba también roja.
                              El médico acababa de irse. Le había practicado una sangría. Charlotte no entendía qué tenía que ver una sangría con un resfriado. La palangana ensangrentada estaba encima de la mesilla de noche de Lord George. Intentó no mirarla.
-Te noto algo fría-observó Lord George.
-Me ha asustado verte tan mal-admitió Charlotte-La imagen que tengo de ti es la de un hombre fuerte. Capaz de superarlo todo.
-Soy un ser humano.
                        Charlotte se acercó a Lord George. Le sorprendía el verle enfermo. Lord George había gozado de una excelente salud. Él hizo una broma acerca de que los años no pasaban en balde.
                           Charlotte cogió su mano y se la llevó a los labios.
                         Deseaba con todas sus fuerzas ser capaz de olvidar a Alexander. Quería mucho a Lord George. Era un buen hombre y la quería de verdad.
            Pensaba que podía llegar a ser un buen marido para ella. Que podía hacerla feliz. Todo era buena intención en él.
El problema estaba en que Charlotte no estaba enamorada de él. Intentaba amarle, pero no lo conseguía. Alexander estaba demasiado presente en su vida. Estaba demasiado presente en su corazón. Se juró así misma que haría lo imposible para convertirse en la esposa que Lord George deseaba que fuera.
-Verte me ha he devuelto la salud-afirmó el hombre-Tú haces que las fuerzas vuelvan a mí.
-Las fuerzas nunca se han ido de tu cuerpo-le aseguró Charlotte-Lo que pasa es que estás enfermo. Y tienes que recuperarte.
                          Lord George esbozó una sonrisa. Adoraba a su joven prometida. Pero la sentía, en ocasiones, muy lejos de él.
                          Charlotte se incorporó y le besó con suavidad en los labios.
-Vendré a verte mañana-le prometió.


sábado, 21 de marzo de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Este fragmento nos va a servir para que conozcamos un poco mejor las condiciones en las que Charlotte y Alexander se conocieron.

                                             Lady Charlotte Stanyon era una joven delgada, pero estaba bien proporcionada. Llevaba su cabello de color castaño recogido en un moño.
                               Alexander la recordaba siempre así cuando evocaba su recuerdo.
                             Había sido invitado a una fiesta que celebraban los Granville.
                             Era una de las pocas personas que todavía se relacionaban con Alexander.
                             El joven no había ocultado a nadie su simpatía por la Revolución Francesa.
                             En opinión de muchos, Alexander estaba así porque había leído demasiados libros que no debía de haber leído. Luego, decía a viva voz que Inglaterra no necesitaba un Príncipe de Gales que se dedicaba a despilfarrar el dinero en juergas y mujerzuelas.
                            ¡Esas cosas no debían de decirse en voz alta!
                           Fue mister Granville quién le presentó a lady Charlotte Stanyon.
-Su padre es uno de los hombres más ricos de todo Berkshire-le informó-Por desgracia, su madre falleció hace algún tiempo. Todavía no se ha casado.
-Me extraña que no lo haya hecho-comentó Alexander.
-A su prima, lady Melinda, le ha ocurrido una desgracia. Su prometido se ha comportado como un verdadero miserable con ella. Ha roto el compromiso.
-Deberían de haberle castrado. No se puede faltar a la palabra dada.
                           Charlotte bebió un sorbo de su copa de champán. No quería beber porque no estaba acostumbrada. Su prima Melinda estaba en el jardín acompañada por una de las criadas de mistress Granville. El champán le había sentado mal.
                          Entonces, mister Granville se le acercó. Venía acompañado por el hombre más apuesto que Charlotte jamás había visto.
-Y aquí tiene a una de las flores más hermosas de todo el condado-afirmó el anfitrión.
-Se ha quedado corto al hablarme de ella-sonrió aquel joven tan apuesto como encantador.
-Buenas noches...-saludó Charlotte, haciendo una reverencia-Muchas gracias por invitarnos a su fiesta, señor.
-¿Se está divirtiendo, lady Charlotte?
-Estoy pasando un rato entretenido. Gracias...
-Bien...Quiero presentarle a un buen amigo. Cuesta mucho trabajo que venga a fiestas. Es más bien solitario.
                         Mister Granville hizo las presentaciones. Lord Alexander Cranleigh, marqués de Charleston. Lady Charlotte Stanyon, hija de sir Héctor.
                          Por suerte, mister Granville no mencionó que lord Alexander estaba en la ruina por culpa de la mala cabeza que siempre tuvo su difunto padre. Y hacer negocios con el joven era misión imposible. Nadie le quería como socio por culpa de sus ideas.
-Encantada de conocerle, Excelencia-le saludó Charlotte-Es todo un honor.
-Yo soy el que se siente honrado por conocerla, lady Charlotte-afirmó Alexander-Es un placer.
                           Cogió la mano de la joven. Se la besó con delicadeza.
                           Charlotte se ruborizó. No estaba acostumbrada a ser el centro de atención.

                        

                    Mister Granville se marchó. Dijo que debía de atender al resto de los invitados.
                    Dejó a Charlotte en compañía de Alexander. Éste la invitó a bailar una pieza.
                    Ella aceptó.
                    No dejaron de mirarse a los ojos mientras bailaban. Tenían la sensación de que se habían conocido anteriormente, en otra vida.      

viernes, 20 de marzo de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Hoy, me gustaría dedicar este fragmento de Ecos del pasado a una gran amiga.
Se trata de Anna.
Anna, este fragmento te lo dedico. Tú también me has animado a que termine todo lo que empiezo y te lo agradezco de corazón. Es un consejo muy sabio que me ha ayudado mucho.
Eres una de las artífices de que esta blog novela olvidada pueda tener un final. ¡Y va a tener un final!
Un fuerte abrazo y un millón de gracias por todo.

                                        Charlotte leyó para sus adentros la carta que había recibido de Lord George.

                       Estoy pasando unos días en Newbury. No sé cuándo regresaré. Te echo mucho de menos. 
                      Pienso mucho en ti. 

                      Charlotte estaba sentada en su cama. Terminó de leer la carta. Lord George era la clase de hombre que le convenía. No sólo por su título...A su lado, Charlotte se sentiría protegida y segura. La pasión nunca es buena, pensó. En aquel momento, unos golpecitos en la puerta la sacaron de su ensoñación. Era Melinda.
-¿Puedo pasar?-le preguntó su prima.
-Adelante...-respondió Charlotte.
                       Melinda entró en la habitación. Se fijó en que su prima estaba leyendo una carta.
-Me ha escrito mi prometido-le explicó-Va a pasar unos días en Newbury.
                         Melinda se acercó a Charlotte. Le dio un cariñoso abrazo. En su fuero interno, sabía que Charlotte estaba cometiendo un error.
-Lo último que quiero es que te arrepientas de lo que vas a hacer-le dijo.
-No me arrepentiré-le aseguró Charlotte.
                       Melinda se separó de ella. Se sentó a su lado en la cama. Charlotte dejó la carta que estaba leyendo encima de su mesilla de noche.
-Nadie que conozco se ha casado nunca por amor-afirmó la joven-No creo que yo sea una excepción.
                      Melinda meneó la cabeza en sentido negativo. Charlotte no estaba enamorada de su prometido. Eso era algo que no se podía negar.
-Si mis tíos insisten en casarte con él, es que son ciegos-sentenció con rotundidad-Tienes que pensar en lo que tú sientes.
                        De sobra sé lo que siento, pensó Charlotte. Y estaba luchando con todas sus fuerzas contra aquel sentimiento.
-No eres ninguna cobarde-prosiguió Melinda-Me resisto a creer que sigas decidida a renunciar a lo que sientes. A casarte con un hombre al que no amas.
                       Charlotte también sabía que Lord George no la amaba. Su matrimonio estaría basado en una unión en la que no habría amor. Podían vivir así durante algún tiempo. Sin embargo, Charlotte sabía que aquel matrimonio acabaría fracasando antes o después.
-No quiero sufrir por amor-le confesó a Melinda-Y tampoco quiero vivir en un matrimonio en el que no haya amor. No sé qué hacer. Y tengo mucho miedo.
                       Melinda suspiró.
            Por desgracia, sabía lo que era estar enamorada. En el caso de Melinda, su amor nunca fue correspondido. Su prometido la había abandonado. Aquella herida era demasiado reciente. Todavía sangraba el corazón de Melinda al pensar en ello.
No sabía qué hacer para aconsejar a Charlotte. Deseaba con todas sus fuerzas ayudarla.
-Escucha a tu corazón-le aconsejó.
-Puede que eso no sea suficiente-se lamentó Charlotte.
-Debe de ser suficiente. Hazme caso, Charlie. Te conozco demasiado bien. No estás enamorada de lord Craft. Es Alexander el que sigue viviendo en tu corazón. El corazón de una persona no entiende de ciertas cosas. No ve traidores. Ve amor.

 

-La gente nos haría la vida imposible a los dos por culpa de esas estúpidas ideas. Alexander no lo entiende. ¡Sigue siendo leal a Boney!
-No comporta las ideas de Alexander. Pero le admiro. Admiro que quiera ser leal a aquello en lo que cree. 
-¿Aunque sea perjudicial para nuestro país?
-Para nuestro país son perjudiciales otras cosas. 
                        Los ojos de Charlotte se llenaron de lágrimas. 
                        Muchas noches, se despertaba sintiendo los labios de Alexander posándose con suavidad sobre sus labios. 
                        Entonces, le llamaba. Pero Alexander no estaba en su habitación. 
                        Lord George hablaba de ingresar nuevamente en el Ejército. De ir a Francia a luchar si era preciso. 
                        Era un verdadero patriota. No era como Alexander. ¿Por qué no lograba sacarse a aquel hombre de la cabeza? 
-Hazme caso-insistió Melinda.
                                     

miércoles, 18 de marzo de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
He decidido tomarme Ecos del pasado con calma. No obligarme a mí misma a hacer entradas a diario. No quiero presionarme y esta blog novela está en el buen camino.
¡Eso espero!
De momento, aquí os dejo con un nuevo fragmento protagonizado por Charlotte y Melinda.

                                    Mel se lo ha tomado bien, pensó Charlotte al día siguiente.
                                    Las dos se encontraban en el salón de casa hablando. En realidad, Charlotte estaba intentando centrarse en el pañuelo que estaba bordando. Pero no podía. Y Melinda no paraba de pasearse de un lado a otro del salón.
                                    Estaba un tanto nerviosa. Charlotte sabía bien lo que le pasaba a su prima.
                                    Estaba pensando en Alexander.
                                     A pesar de que era un maldito traidor. Melinda creía que Charlotte seguía enamorada de Alexander.
                                   ¿Acaso no es verdad?, pensó la joven con rabia, al tiempo que se pinchaba con la aguja.
-Decir palabrotas no es propio de ti-se burló Melinda-Aunque también hay cosas que no son propias de ti. Como enamorarte de un traidor. No...Te has enamorado de un joven llamado Alexander. Tendrá unos ideales que, quizás, yo no comparta. Pero sí respeto. Y puede que sea el hombre adecuado para ti. Lord Craft no te conviene. Será muy bueno y muy rico. Pero no le amas.
                                Charlotte fulminó a su prima con la mirada
-Te recuerdo que voy a casarme con Lord Craft-le recordó-No quiero saber más nada de ese traidor. Déjalo estar, por favor.  
-Ese hombre podría ser tu padre-afirmó Melinda-¿Cuántos años tiene? ¡No me lo digas! Pero dudo que sea mayor que mi tío Héctor. Miento. Es un vejestorio.  
-¡Mel! No es tan mayor. 
-¿Estás enamorada de Lord Craft, Charlie?-le interrogó a su prima. 
-Lo quiero mucho-contestó la joven-Y lo querré más. Es cuestión de tiempo. Llegaré a amarle. 
                         Melinda tenía sus dudas al respecto. 
-Espero que no te equivoques-le dijo-Y que seas feliz a su lado. 

              Charlotte suspiró. Asintió. 


-Mi padre ha hecho una buena elección-le aseguró a Melinda-Lord Craft es un buen hombre. 
                           Melinda negó moviendo la cabeza. Conocía demasiado bien a Charlotte. No iba a ser feliz al lado de aquel hombre. 
-Todavía estás a tiempo de dar marcha atrás-opinó. 

lunes, 16 de marzo de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Hoy, os dejo con una carta de amor que le escribe Alexander a Charlotte.

                            Me aseguras que no sientes nada por mí. Pero yo sé que me estás mintiendo porque no me miras a los ojos cuando me lo dices. 
                     He intentado hablar contigo muchas veces. Pero tengo la sensación de que huyes de mí. Me evitas de algún modo para evitarme. 
                    Charlotte, hay algo entre nosotros dos que no podemos evitar. Y yo sospecho que se trata de amor. ¿Tienes tú acaso la misma sospecha? Te pido que nos demos una oportunidad para estar juntos. Pero prefieres hacer caso a lo que dicen los demás. Piensas casarte con otro hombre. 
                    Te imagino en brazos de ese tal Lord George Robertson. ¡Y me quiero morir! 
                   Tu olor me persigue. Cuando me acerco a ti, puedo percibir tu perfume, esa esencia de rosas que sueles echarte. Se mezcla con el calor que desprende tu cuerpo. Y siento que enloquezco cada día un poco más. Y es por ti. ¡Por ti! 
                   Cuando te tengo entre mis brazos, sueño con estar así para siempre. 
                  ¿Acaso vas a sentir lo mismo que sientes conmigo con ese hombre? ¿Qué te puede ofrecer? Un título...¡Yo te ofrezco mucho más! 
                  Me devuelves abrazo por abrazo. Te beso de manera ardiente. Y tú me devuelves esos besos. 
                  Sé sincera conmigo, Charlotte. ¿Acaso vas a casarte por amor? No le amas. Tú estás enamorada de mí. Yo lo sé. ¿Y sabes por qué lo sé? Porque yo estoy enamorado de ti. 
                 Te conozco bien. Sé que no estás enamorada de él. Estás enamorada de mí. 
                A pesar de todo, sigues enamorada de mí. Y yo sigo muriendo de amor por ti. Mis ideas están claras. ¿Puedes decir tú lo mismo? 

domingo, 15 de marzo de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
El fragmento que vais a ver de Ecos del pasado podría resultaros muy familiar.
El caso es que lo he reescrito.
¡A ver qué os parece!

                                     Estaba dando un paseo por la orilla del río Támesis en compañía de su prima Melinda Stanyon. Melinda estaba un tanto sorprendida por lo que acababa de hacer su prima. Charlotte le había contado que pensaba contraer matrimonio con lord George Robertson. Melinda pensaba que su prima estaba a punto de cometer un terrible error. En cambio, Charlotte estaba contenta. Su padre, sir Héctor Stanyon, había sido el artífice de aquel compromiso. Y ella, como buena hija que siempre había sido, pensaba en obedecer. 
                      No quería cometer más tonterías.
                     Ya había cometido un error terrible al enamorarse de quién no debía. Y al haberse entregado a él. Hablaría de aquel tema con George. A lo mejor, era un hombre comprensivo.
                  Tenía la suerte de poder contar con Melinda.
                 Su prima no la había criticado. No había juzgado su comportamiento.
                  En cierto modo, Melinda sentía envidia de Charlotte. Al menos, su prima había amado.
                 Había sido amada. ¿Qué podía decir ella? Se había enamorado. Pero se había enamorado de un hombre que no quiso corresponder a aquel amor. A pesar de que Charlotte seguía amando a un traidor. Melinda tenía la certeza de que, a pesar de todo, Alexander amaba todavía a Charlotte. Más allá de su manera de pensar. La amaba de verdad.
-Lord George no es un mal partido-le aseguró Charlotte a su prima-Es el hombre más rico de todo Berkshire. Y, además, es el duque de Craft. 
-Un título no lo es todo en esta vida-afirmó Melinda-El amor es lo que importa. 
-Eres una romántica incurable, Mel. 
-¿Nunca has pensado en enamorarte? ¿En casarte porque amas al hombre con el que vas a unir tu vida? Me resisto a creer que seas tan fría, Caro. 
-El amor llegará antes o después. Conozco a lord George. Es joven, pues acaba de cumplir cuarenta años.
-¿Cuarenta años? ¡Y dices que es joven!
-Y posee un buen carácter. Es agradable con todo el mundo. Y no es ningún libertino. 
-¿Te has parado a pensar en Alexander? 
                     Al escuchar aquel nombre, Charlotte enmudeció. Se cogió del brazo de Melinda para seguir caminando. No tenía ganas de hablar de aquel tema, pues ya había tomado una decisión y pensaba llevarla hasta el final. 
-¿Qué va a pasar con vosotros?-insistió Melinda. 
-No quiero hablar de Alexander ahora-afirmó Charlotte-Lo que importa ahora es que me voy a casar con Lord George. 


-De acuerdo...No hablaré más del tema si no quieres. 
-Te lo agradezco. 
-Por ahora...
-¡Mel, por favor!
                           Una criada se asomó por el ventanal del salón. Era la hora del té. Debían de regresar a casa. Charlotte sentía una gran asfixia. 

sábado, 14 de marzo de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Hoy, seguimos con un nuevo fragmento de Ecos del pasado. 
En esta ocasión, Charlotte decide confesarle a Melinda su secreto más íntimo.
¡Veamos qué ocurre!

                                        Sir Héctor pasó toda la tarde siguiente encerrado en su despacho en compañía de su secretario revisando papeles.
                                        Hacía demasiado frío como para salir fuera.
                                        Melinda y Charlotte permanecían sentadas en el sofá del salón bordando. La intención de Melinda era bordar con punto de cruz un mantel con las iniciales de su prima y de lord George. Formaría parte de su ajuar de bodas.
-Eso será si me caso con él-masculló Charlotte.
-¿Cómo dices?-se interesó Melinda, quién la había oído.
-Es posible que no me case con lord Craft. No creo que sea la mujer idónea para él.
                                      Charlotte estaba bordando un pañuelo. Siempre había sido muy buena bordando. Sin embargo, las manos le temblaban con violencia aquella tarde.
                                     Tiraba del hilo con demasiada rabia. Ver a Charlotte tan alterada era algo que Melinda jamás había contemplado.
                                     Por lo general, Charlotte era la más calmada de las dos. Un trueno sonó a lo lejos. El cielo se había cubierto de densos nubarrones negros. Melinda quería saber qué le ocurría a Charlotte.
-Entre nosotras nunca han habido secretos-le recordó a su prima-Nos lo hemos contado todo.
                                 Te vas a indignar cuando te lo cuente, pensó Charlotte con tristeza.
                                 Quería ser capaz de sincerarse con Melinda. Pero ni siquiera se atrevía a mirarla a la cara. ¿Cómo le iba a explicar que se había enamorado de un traidor? Inglaterra y Francia estaban en guerra. Pero no sólo era Inglaterra quién estaba en guerra con Francia. Pero en Francia es donde la gente está muriendo, solía decir Alexander. Aquí, en Inglaterra, la vida sigue su curso. Charlotte respiró hondo. No lograba apartar a Alexander de su cabeza. Lo tenía metido dentro de ella. Respiró hondo.
                                Recordó todas las noches de amor que había vivido con él.
                               Los besos que se habían dado medio desnudos, recostados sobre la hierba, a orillas del río Támesis. Las caricias que Alexander le había brindado con las manos y con los labios. Los abrazos que se habían dado.
-No soy virgen-contó Charlotte a bocajarro.
                             Melinda la miró con cara de estupefacción.
-¿Qué estás diciendo?-se escandalizó la joven.
-No puedo casarme con lord Craf-contestó Charlotte, hablando muy deprisa y clavando sus ojos en Melinda-He estado con otro hombre. Me entregué a un traidor. A alguien que apoya al cónsul Napoleón. Y...
-Charlotte...¡Por Dios!

viernes, 13 de marzo de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Os traigo un nuevo fragmento de Ecos del pasado. 
En esta ocasión, Charlotte recibe una noticia inesperada por parte de sir Héctor, su padre.

                             Charlotte miró a su padre con expresión estupefacta. Sentada frente a él en su despacho, pensó que sir Héctor le estaba gastando una broma. Pero su padre, a pesar de que era un hombre muy cariñoso, no era muy dado a gastar bromas.
-Pensé que te pondrías contenta-se extrañó sir Héctor.
                            Lord George Robertson era el duque de Craft y estaba considerado como el hombre más rico de toda Inglaterra.
-Gran parte de Berkshire es suya-añadió sir Héctor-Tiene más de veinte títulos.
-¡Si yo estoy contenta!-mintió Charlotte.
                           Lord George era un poco más joven que sir Héctor. En el pasado, Charlotte habría obedecido ciegamente a su padre. Si él decidía casarla con alguien que le duplicaba la edad, Charlotte habría acatado su decisión sumisamente.
                            Pero, en aquel momento, Charlotte sentía que no podía obedecer a su padre. Había tenido la ocasión de tratar a lord George. Le parecía el hombre más amable y correcto que jamás había conocido. Sin embargo, a pesar de tener dieciocho años, Charlotte no era tan inocente como pensaba su padre.
                             Ya le habían roto el corazón.
                             El recuerdo de Alexander acudió a la mente de la joven. A pesar de que habían pasado meses desde que se vieron por última vez, Charlotte no podía arrancárselo del corazón. Fingía muy bien ante su padre y ante su prima Melinda. Ellos no sabían nada acerca de la relación que había mantenido con aquel traidor. Porque Alexander era un traidor.
                          ¡Y, encima, se enorgullecía de ello!
-No vas a encontrar a ningún partido mejor que lord Craft-afirmó sir Héctor.
-Me alegro de que se haya fijado en mí-mintió nuevamente Charlotte.
-Lord Craft quiere que os conozcáis mejor. Me ha dado permiso para cortejarte.
-¡Yo pensaba que quería casarse conmigo!
-Lord Craft quiere que os conozcáis mejor antes de hacer público el compromiso.
                           ¿Y seré capaz de hacerle feliz?, se preguntó Charlotte así misma. Sintió una dolorosa presión dentro de su pecho.
                            Había sido una tonta por confiar en Alexander. Cierto era que aquel canalla no había intentado sonsacarle información. Lo que había pretendido era todavía peor.
                            Intentaba hacerla simpatizar con Napoleón. ¿Acaso se había vuelto loco? En realidad, la que estaba loca era Charlotte.
                            Se había vuelto loca de amor por él. Le había entregado todo cuanto poseía, desde su corazón hasta su alma pasando por su virtud.
                           Por suerte, no se había quedado embarazada. Habría sido espantoso para ella tener un hijo siendo soltera y, encima, de un traidor. Aquella palabra funesta no paraba de resonar en su cabeza de forma martilleante.



                               Charlotte sintió un fuerte dolor de cabeza.
                              Le ocurría siempre que pensaba en Alexander. ¿Por qué seguía pensando en él después de todo lo que había ocurrido?
                              ¿Qué podía hacer para dejar de amarle?
                              Charlotte se puso de pie y le pidió permiso a su padre para retirarse. Éste se lo concedió. Charlotte se dirigió a la puerta con paso tambaleante.
                              No se cayó al suelo de milagro. Sin embargo, para su sorpresa, cuando abrió la puerta encontró a Melinda. Su prima había estado escuchando con la oreja apoyada en la madera. Melinda había querido alegrarse por Charlotte. Pero se dio cuenta de que algo raro le ocurría a su prima. Estaba mortalmente pálida.
                              Le cogió las manos con cariño.
-Tío Héctor tiene razón-afirmó Melinda-Vas a casarte con el mejor partido de toda Inglaterra. Y, además, es un hombre muy bueno.
-¡Oh, Mel, hay cosas que tú no sabes!-se lamentó Charlotte-Y no es bueno que las sepas.
-Puedes contármelas. ¡Te juro que no le contaré nada a tío Héctor!
-No lo entenderías.

jueves, 12 de marzo de 2015

UNA BONITA ISLA EN EL RÍO TÁMESIS

Hola a todos.
Hoy, os presento el lugar donde se desarrolla Ecos del pasado. 
Os presento The Lynch, una bonita y pequeña islita situada en el río Támesis a su paso por el condado de Berkshire.
The Lynch es un lugar tranquilo, lleno de árboles y donde viven pocas personas. Al menos, en apariencia.
Es el lugar donde la familia Stanyon vive. La vida de la joven Charlotte transcurre con normalidad. Al menos, también en apariencia.
¿Qué os parece The Lynch?

 Foto The Lynch, la islita donde vive Charlotte.

Me he dado cuenta de cómo funciono mejor. De en qué he fallado a la hora de desarrollar esta historia. Yo pensaba a lo grande. Pensaba en escribir un novelón. Me iba por los Cerros de Úbeda, como se suele decir. Y me quedaba bloqueada. No sabía cómo continuar. He llegado a la conclusión de que es mejor escribir una historia sencilla y con su dosis de romance que complicarme la vida.
Y me he complicado mucho pensando en esta historia.
Los protagonistas serán Alexander y Charlotte y ya está. También habrá otros personajes secundarios, pero los justos.
Me siento contenta con esta historia tal y como la he planeado. Estoy muy motivada y quiero sacarla adelante. Quiero hacer bien las cosas.
Deseo de corazón que disfrutéis con todo lo que queda, que todavía es mucho. Pero mi intención es que Ecos del pasado termine antes del verano.

miércoles, 11 de marzo de 2015

LADY CHARLOTTE STANYON

Hola a todos.
Hoy, os quiero presentar a la protagonista de Ecos del pasado. La que va a ocupar todo el protagonismo de la historia de verdad, quiero decir.
Se trata de lady Charlotte Sophia Stanyon.
Charlotte es la hija de un noble rural. Vive un tanto aislada del mundo junto con su padre viudo y su prima Melinda en una tranquila islita. Charlotte y Melinda están tan unidas como pueden estarlo dos hermanas. Y ése es el cariño que ambas se profesan. Charlotte es una joven de carácter tranquilo y sereno. Admira realmente a Melinda. Le gusta mucho leer novelas de amor. Fantasea con la idea de conocer Londres. Pero, por otro lado, le aterra abandonar el lugar donde vive. Su padre apalabra su matrimonio con un aristócrata mayor que ella. A sus dieciocho años, la vida de Charlotte no ha sido todo lo tranquila que debería. Un año antes, se enamoró. Lord Alexander Cranleigh, el joven marqués de Charleston, entró en su vida con la fuerza de un huracán. Los dos se enamoraron sinceramente. Sin embargo, las simpatías de Alexander hacia los franceses les separaron. Alexander se puso al servicio de Napoleón (y no es un agente doble). Y Charlotte decidió alejarse de él. Sin embargo, a pesar de todo, no ha podido olvidarle.
He imaginado a Charlotte con el rostro de la actriz Anne Hathaway cuando interpretó a la inolvidable Jane Austen en la película La joven Jane Austen. 
Por sus rasgos, coincide en cómo me imagino yo que sería Charlotte. Una joven de piel blanca, ojos claros, rasgos armoniosos y cabello de color castaño oscuro.
¿Vosotros qué pensáis?

  Y así es como me imagino yo a lady Charlotte Stanyon.

martes, 10 de marzo de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Lo prometido es deuda.
Espero poder subir una entrada diaria hasta poder terminar Ecos del pasado. ¡Y queda mucho por ver todavía!
Deseo de corazón que disfrutéis de esta intensa historia.
Empecemos.

ISLA DE THE LYNCH, EN EL RÍO TÁMESIS A SU PASO POR EL CONDADO DE BERKSHIRE, 1800

                        Desde la muerte de sus padres, lady Melinda Stanyon vivía con su tío paterno, sir Héctor. Éste era viudo desde hacía algunos años. Sólo tenía una hija, Charlotte, prima de Melinda. 
                         Melinda permanecía sentada a la orilla del río Támesis, sobre la hierba. Contemplaba con gesto pensativo el cauce del río. 
                         El sonido del mismo parecía querer decirle algo. Melinda no lograba quitarse de la cabeza la ruptura de su compromiso. El hombre con el que iba a casarse, el hombre del que estaba enamorada, había decidido que no quería pasar el resto de su vida a su lado. 
                         Las lágrimas rodaron por las mejillas de Melinda. Una enorme sensación de frustración se apoderó de ella. Nunca me casaré, pensó con tristeza. Me quedaré soltera y me dedicaré a cuidar de tío Héctor hasta que se muera. Y, entonces, ¿qué será de mí? 
                         Melinda había puesto todas sus esperanzas en aquel futuro compromiso. No en vano, el hombre del que se había enamorado era un duque. Su compromiso había sido secreto durante meses. 
                         Aquel hombre era algo mayor que Melinda. Pero se sentía atraído por la joven.
                         La había conocido un año antes.
                         Melinda había viajado a Londres para tener su puesta de largo. Tuvo la enorme suerte de ser invitada a un baile que se celebró en Almacks, club del que sir Héctor se hizo socio aquel mismo año.
                         Melinda ya había sido presentada en la Corte. Y la Familia Real le había causado un hondo desasosiego.
                         Él estaba a la búsqueda de esposa. No lo disimulaba. Le había comentado a sus amigos que necesitaba casarse. Quería una esposa rica.
                        Acudió también a aquel baile. Y conoció a Melinda. La joven estaba hablando de manera animada con una conocida matrona. Sabía ganarse a la gente.
                         Se quedó mirando durante un largo rato y de forma descarada la figura de Melinda. Se dio cuenta de que debía de ser su primera temporada en sociedad. Poseía una esbelta figura. Estaba muy bien proporcionada. De todas las jóvenes en edad casadera que había en Almacks, era ella la más hermosa de todas.
                          Se le acercó. La invitó a bailar. Y supo que su presencia la había cautivado.
                          Su piel era blanca como la leche. El cuello de lady Melinda era largo y esbelto. Su cabello era de color dorado y rizado de forma natural. Sus ojos lo miraban con timidez, incapaz de creerse lo que le estaba ocurriendo.
                          Al terminar la pieza, la besó en la mano. 
                         Detrás de uno de los árboles que crecían en The Lynch, le había robado su primer beso. Y la había besado muchas veces después de aquello.
                          No sólo eso...Melinda se puso roja como la grana al recordarlo.
                         Pudo haber caído en sus brazos.
                         La forma en la que la besó y la acarició detrás de uno de aquellos árboles estuvieron a punto de hacerle perder la cabeza. Había tanta pasión aquellos besos. ¿De verdad un hombre podía acariciar de un modo tan íntimo a una mujer?
                          Ella se negó. Y él se dio cuenta de que había estado a punto de cometer un terrible error. 
                         Pero ni la ingenuidad ni la belleza de Melinda sirvieron para retenerle a su lado. 
                         En aquel momento, apareció su prima Charlotte. 
-Está empezando a refrescar-comentó la joven-Deberías regresar a casa. La criada ha encendido la chimenea en el salón. Y, honestamente, pienso que no es bueno que estés sola. 
-Voy a estar sola durante el resto de mi vida, Charlie-se lamentó Melinda. 
                         Su prima la ayudó a levantarse. 
-Ese hombre era un bastardo malnacido-afirmó Charlotte con rabia-No te merecía. 
-¡Pero yo le amo!-replicó Melinda, al borde de las lágrimas. 
                          Charlotte la abrazó con cariño. 
                         Le dolía en el alma ver a su prima en aquel estado. 
-Pues deberías de hacer algo para empezar a olvidarle-propuso-Pensar en otras cosas. Mi padre buscará un buen partido para ti que te hará olvidar a ese sinvergüenza. No te preocupes, Mel. 
-Tú te casarás y yo me quedaré a cuidar de tío Héctor-auguró Melinda-No me importa quedarme soltera. No volveré a enamorarme nunca más. 
-¡No digas eso!
-Es la verdad. 
                               Las dos regresaron a casa lentamente. 



lunes, 9 de marzo de 2015

TERMINAR "ECOS DEL PASADO" COMO SEA

Hola a todos.
Estoy a la caza y captura de relatos que tengo a medias y éste es el relato que más me está tocando las narices porque lo he empezado y nunca he sabido cómo seguirlo.
Quiero que vea la luz de una vez por todas, aunque, para ello, tenga que hacer una entrada todos los días.
Claire, Paul y Joanna, los personajes originales, aparecerán y tendrán su cuota de protagonismo.
Pero es una historia que arranca a principios del siglo XIX y sigue a una familia durante varias generaciones.
Todo comienza con una boda por amor entre la joven lady Charlotte Stanyon con lord Alexander Cranleigh, marqués de Charleston. Cuenta la historia de las descendientes de ese matrimonios, de cómo el amor llega a su vida y de cómo lo viven, con pasión, con alegría, pero también con pesares. Y, sí, Claire y Joanna son descendientes de lord Alexander y de lady Charlotte. No diré en qué grado.
Entre medias, el misterio de un bebé abandonado (Anthony) se entremezclará con la historia de esta familia.
Me lo he tomado como si escribiera el guión de una telenovela. Estoy siendo exagerada, pero es que esta historia tiene que ver la luz con su principio, nudo y desenlace o sé bien que no viviré tranquila. Y no, no estoy exagerando.
Desde mañana y a lo largo de todo el día, veremos cómo se desarrolla Ecos del pasado. 
Todo lo que he escrito anteriormente que he descartado me puede servir a la larga para escribir otras cosas.
No pienso dejar de escribir esta historia porque ha llegado a un punto en el que o le doy una solución a esto o no se la daré nunca.
Si os gustan los lugares pequeños, ya sean pueblos o islas, tendréis de esto aquí. Justo con buenas dosis de romanticismo...


 De momento, aquí tenéis a Alexander y a Charlotte.