domingo, 22 de marzo de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
El fragmento de hoy de Ecos del pasado está dedicado a otra buena amiga.
Se trata de Judith Álvarez, Citu.
Citu, amiga, no sé cómo darte las gracias por lo buena persona que eres. Sé que este fragmento es poco, pero, por lo menos, deseo que te guste.
Un fuerte abrazo y mil gracias por todo.

                  Decidió ir a visitar a su prometido a su casa. Hacía tiempo que no veía a lord George. Tan sólo sabía que su estancia en Newbury había durado menos de lo que había previsto.
                   Había regresado a The Lynch.
                   Charlotte golpeó con suavidad la puerta de entrada a la casa de su prometido.
-Buenas tardes, milady-la saludó el mayordomo de aspecto severo que le abrió la puerta.
-He venido a ver a Su Excelencia-explicó Charlotte.
-Pase. Milord se alegrará mucho de verla.



                  Charlotte tuvo la sensación de que algo raro estaba pasando. El aspecto del mayordomo era más serio que de costumbre. Incluso, creyó ver a una criada llorando. No entendía nada de lo que estaba ocurriendo allí.            
                  Encontrar a su prometido acostado en su lecho no era lo que Charlotte esperaba.
-¿Cómo te encuentras?-le preguntó, nada más entrar en la habitación de Lord George.
                             Una criada se quedó con ellos. Lo que tenía Lord George, según le había informado el mayordomo, era un simple resfriado.
-Por lo menos, no tengo fiebre-respondió Lord George-Aunque estoy tan congestionado que me cuesta trabajo respirar.
                              Charlotte se mantuvo un poco alejada de él. De algún modo, el aspecto que presentaba Lord George era bastante deplorable. Tenía los ojos enrojecidos. Su nariz estaba también roja.
                              El médico acababa de irse. Le había practicado una sangría. Charlotte no entendía qué tenía que ver una sangría con un resfriado. La palangana ensangrentada estaba encima de la mesilla de noche de Lord George. Intentó no mirarla.
-Te noto algo fría-observó Lord George.
-Me ha asustado verte tan mal-admitió Charlotte-La imagen que tengo de ti es la de un hombre fuerte. Capaz de superarlo todo.
-Soy un ser humano.
                        Charlotte se acercó a Lord George. Le sorprendía el verle enfermo. Lord George había gozado de una excelente salud. Él hizo una broma acerca de que los años no pasaban en balde.
                           Charlotte cogió su mano y se la llevó a los labios.
                         Deseaba con todas sus fuerzas ser capaz de olvidar a Alexander. Quería mucho a Lord George. Era un buen hombre y la quería de verdad.
            Pensaba que podía llegar a ser un buen marido para ella. Que podía hacerla feliz. Todo era buena intención en él.
El problema estaba en que Charlotte no estaba enamorada de él. Intentaba amarle, pero no lo conseguía. Alexander estaba demasiado presente en su vida. Estaba demasiado presente en su corazón. Se juró así misma que haría lo imposible para convertirse en la esposa que Lord George deseaba que fuera.
-Verte me ha he devuelto la salud-afirmó el hombre-Tú haces que las fuerzas vuelvan a mí.
-Las fuerzas nunca se han ido de tu cuerpo-le aseguró Charlotte-Lo que pasa es que estás enfermo. Y tienes que recuperarte.
                          Lord George esbozó una sonrisa. Adoraba a su joven prometida. Pero la sentía, en ocasiones, muy lejos de él.
                          Charlotte se incorporó y le besó con suavidad en los labios.
-Vendré a verte mañana-le prometió.


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