lunes, 2 de noviembre de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi blog novela Ecos del pasado. 
Lo cierto es que esta historia va camino de convertirse en un verdadero culebrón, je, je.
Vamos a ver lo que ocurre entre Alexander y Charlotte después de la muerte de lord George.

                                      El cadáver de lord George fue trasladado desde Preston hasta Newbury. Había pasado toda su vida allí.
                                      Charlotte estaba convencida de que lord George habría preferido ser enterrado en The Lynch. Pero la isla carecía de Iglesia. La muerte de su prometido la había destrozado. Sentía que le había traicionado.
-¿Cómo estás, hija?-le preguntó sir Héctor cuando salieron de casa.
                                    Charlotte no supo qué responder. Le parecía raro saber que no iba a volver a ver a lord George nunca más. Aquel hombre había significado mucho para ella.
                                     Sir Héctor ayudó a su hija a subir a la barca que les llevaría a Newbury. Charlotte estaba pensativa.
                                    Era evidente que nunca había estado enamorada de lord George. Sin embargo, aquel hombre iba a alejarla de Alexander.
                                    Se recostó en la barca. No había sido nunca una mujer calculadora. Lo que estaba era desesperada. El velatorio se iba a celebrar en la casa que la familia de George tenía arrendada en Newbury.
-Entiendo que no quieras hablar-dijo sir Héctor-Lo siento mucho. Debes de estar devastada.
                                Charlotte tenía los ojos hinchados de tanto llorar. Melinda había estado acompañándola en todo momento. Era la única que sabía la verdad sobre lo que Charlotte realmente estaba sintiendo en aquellos instantes. Se odiaba a sí misma por no haber sido capaz de amar a lord George. Por no poder quitarse a Alexander de la cabeza. Pero no se podía luchar contra el corazón.
-Ya hemos llegado-anunció el barquero.
                             Charlotte y Melinda saltaron a tierra ayudadas por sir Héctor.
                             Charlotte estaba agotada.
-No conozco a la familia de mi prometido-le comentó a su padre.
-Serán personas encantadoras-dedujo sir Héctor-Reconozco que yo tampoco les conozco.
                             Se dirigieron a pie a la casa donde iba a tener lugar el velatorio. Martin había acudido allí también. Melinda no tardó en verle cuando entró en el salón.
-Es aterrador-afirmó Martin, acercándose a ella.
-No me gustan los velatorios-admitió Melinda-Me acuerdo de mis padres.
-Recuerdo el velatorio de mi padre. Mi madre estaba deshecha. Ni mi hermana Jane ni yo entendíamos el porqué de su llanto.
-Tus padres fueron un matrimonio feliz.
-Mi padre era un miserable que le hizo la vida imposible a mi madre. No paraba de recordarle su pasado y hasta dudaba de que Jane y yo fuéramos sus hijos. Mi madre nunca ejerció la prostitución. Ella quería huir de ese destino. Mi abuela...Bueno...No tuvo esa suerte.
                           Charlotte se envaró cuando divisó a Alexander a un lado. ¿Aquel miserable no pensaba dejarla en paz? ¡La seguía hasta en el velatorio de su prometido! Pero no podía acercarse a él y plantarle cara. Quedaría en evidencia. Alexander no quería dejarla sola en aquel momento. Por eso, estaba allí.



-¿Lo has visto?-le increpó a Melinda, acercándose a ella-¡Tiene demasiada cara como para venir aquí!
-Es mejor que no grites-le contestó su prima-Y que guardes la compostura.
-¿Qué es lo que pasa?-indagó Martin.
-Nada...-escupió Charlotte, indignada-Nada...No pasa nada.
                          Lord George tenía tres hermanos menores que él. Todos estaban casados. Todos tenían hijos. Se portaron de un modo bastante frío con Charlotte. De hecho, la joven dedujo que la muerte de su prometido parecía aliviarles.
-Es algo normal-comentó Alexander, acercándose a ella.
-¡Vete!-le siseó Charlotte, indignada.
-Ellos sólo buscaban la herencia de lord Craft. Ahora, la herencia es de ellos.
                          Hasta donde Charlotte sabía, su prometido no había hecho testamento. ¿Cómo iba a hacer testamento?
                           Su corazón latía a gran velocidad. Pensó que iba a vomitar. Pensó en salir corriendo de aquella casa.
                           Todo estaba oscuro. Las cortinas eran de color oscuro. Las mujeres y los hombres iban vestidos con ropas negras.
                            Alexander se acercó a ella.
                            Rodeó con su brazo los hombros de la joven.
-¡No hagas eso!-le ordenó Charlotte, furiosa.
-Será mejor que te lleve a casa-le propuso.
                            La besó en la frente.
                            Charlotte se dejó llevar por él.
                            La cercanía de Alexander nublaba sus sentidos.
                            Alexander era consciente de la lucha interna que sostenía Charlotte en su interior.
                           Una barca de alquiler les llevó de vuelta a The Lynch.
                            Alexander contempló la figura de Charlotte. Su corazón se encogió al verla en aquel estado.
                           La veía más delgada. Miles de ideas pasaron por su mente. Pero aquellas ideas eran propias de un ser egoísta. En aquellos momentos, lo que Charlotte más necesitaba era comprensión.
                           No estaba siendo digno de ella. No cruzaron  palabra alguna mientras volvían a The Lynch. Sólo se oía el sonido de los remos del barquero golpeando el agua.
                           Llegaron a The Lynch. Charlotte quería fingir que Alexander no estaba a su lado.
-Esto no cambia nada-acabó diciéndole-Mi prometido ha muerto.
-Créeme cuando te digo que lo siento mucho-dijo Alexander con tristeza.
-¿En serio lo sientes?
                          Charlotte estaba cansada. No quería empezar a discutir con Alexander.
                          En realidad, la única que discutía con Alexander era ella. Estaba furiosa con él por haber puesto del revés su vida.
-No pienso ir contigo a ningún sitio-añadió.
-Respeto tu decisión-anunció Alexander-Y respeto tu dolor.
-Quería de verdad a lord Craft. Era un buen hombre.
-Lo sé.
                            Un sollozo brotó de la garganta de Charlotte.



-Lo necesitaba a mi lado-admitió la joven-Era mi única esperanza.
-¿Qué quieres decir con eso?-le preguntó Alexander.
-¡Le necesitaba para alejarme de ti!
-¿Necesitabas casarte para huir de mí?
-Lord Craft es un héroe. ¡No es como tú!
-Charlie...
                             Charlotte comenzó a caminar. No quería volver a casa. Necesitaba caminar. Sentía los pasos de Alexander detrás de ella. Tembló de frío. En realidad, la cercanía de aquel joven la ponía en aquel estado. No estaba furiosa con Alexander. Estaba furiosa consigo misma. Furiosa porque no era capaz de dejar de amar a aquel maldito traidor.
                           Se giró para encararse con él. Pero no pudo decir nada.
                           Sólo vio amor reflejado en la mirada de él.
                           Se dejó llevar por sus sentimientos.
                           Aceptó de buen grado los besos que Alexander le dio. Se aferró a él con desesperación mientras sentía cómo Alexander la abrazaba con fuerza.
                           La necesitaba.
                           El joven llenó de besos el rostro de su amada. La besó en el cuello con suavidad.
                           Quería consolarla. Quería demostrarle que estaría siempre a su lado.
                            A pesar de todo...
                           Alexander mordisqueó el lóbulo de la oreja de Charlotte al tiempo que ambos se estremecían.
                            Necesitaban olvidar. Olvidar el mundo que les rodeaba.
                           Alexander chupó con suavidad los pezones de Charlotte saboreándolos. Al mismo tiempo, la estrechó con más fuerza contra su cuerpo.

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