viernes, 13 de marzo de 2015

ECOS DEL PASADO

Hola a todos.
Os traigo un nuevo fragmento de Ecos del pasado. 
En esta ocasión, Charlotte recibe una noticia inesperada por parte de sir Héctor, su padre.

                             Charlotte miró a su padre con expresión estupefacta. Sentada frente a él en su despacho, pensó que sir Héctor le estaba gastando una broma. Pero su padre, a pesar de que era un hombre muy cariñoso, no era muy dado a gastar bromas.
-Pensé que te pondrías contenta-se extrañó sir Héctor.
                            Lord George Robertson era el duque de Craft y estaba considerado como el hombre más rico de toda Inglaterra.
-Gran parte de Berkshire es suya-añadió sir Héctor-Tiene más de veinte títulos.
-¡Si yo estoy contenta!-mintió Charlotte.
                           Lord George era un poco más joven que sir Héctor. En el pasado, Charlotte habría obedecido ciegamente a su padre. Si él decidía casarla con alguien que le duplicaba la edad, Charlotte habría acatado su decisión sumisamente.
                            Pero, en aquel momento, Charlotte sentía que no podía obedecer a su padre. Había tenido la ocasión de tratar a lord George. Le parecía el hombre más amable y correcto que jamás había conocido. Sin embargo, a pesar de tener dieciocho años, Charlotte no era tan inocente como pensaba su padre.
                             Ya le habían roto el corazón.
                             El recuerdo de Alexander acudió a la mente de la joven. A pesar de que habían pasado meses desde que se vieron por última vez, Charlotte no podía arrancárselo del corazón. Fingía muy bien ante su padre y ante su prima Melinda. Ellos no sabían nada acerca de la relación que había mantenido con aquel traidor. Porque Alexander era un traidor.
                          ¡Y, encima, se enorgullecía de ello!
-No vas a encontrar a ningún partido mejor que lord Craft-afirmó sir Héctor.
-Me alegro de que se haya fijado en mí-mintió nuevamente Charlotte.
-Lord Craft quiere que os conozcáis mejor. Me ha dado permiso para cortejarte.
-¡Yo pensaba que quería casarse conmigo!
-Lord Craft quiere que os conozcáis mejor antes de hacer público el compromiso.
                           ¿Y seré capaz de hacerle feliz?, se preguntó Charlotte así misma. Sintió una dolorosa presión dentro de su pecho.
                            Había sido una tonta por confiar en Alexander. Cierto era que aquel canalla no había intentado sonsacarle información. Lo que había pretendido era todavía peor.
                            Intentaba hacerla simpatizar con Napoleón. ¿Acaso se había vuelto loco? En realidad, la que estaba loca era Charlotte.
                            Se había vuelto loca de amor por él. Le había entregado todo cuanto poseía, desde su corazón hasta su alma pasando por su virtud.
                           Por suerte, no se había quedado embarazada. Habría sido espantoso para ella tener un hijo siendo soltera y, encima, de un traidor. Aquella palabra funesta no paraba de resonar en su cabeza de forma martilleante.



                               Charlotte sintió un fuerte dolor de cabeza.
                              Le ocurría siempre que pensaba en Alexander. ¿Por qué seguía pensando en él después de todo lo que había ocurrido?
                              ¿Qué podía hacer para dejar de amarle?
                              Charlotte se puso de pie y le pidió permiso a su padre para retirarse. Éste se lo concedió. Charlotte se dirigió a la puerta con paso tambaleante.
                              No se cayó al suelo de milagro. Sin embargo, para su sorpresa, cuando abrió la puerta encontró a Melinda. Su prima había estado escuchando con la oreja apoyada en la madera. Melinda había querido alegrarse por Charlotte. Pero se dio cuenta de que algo raro le ocurría a su prima. Estaba mortalmente pálida.
                              Le cogió las manos con cariño.
-Tío Héctor tiene razón-afirmó Melinda-Vas a casarte con el mejor partido de toda Inglaterra. Y, además, es un hombre muy bueno.
-¡Oh, Mel, hay cosas que tú no sabes!-se lamentó Charlotte-Y no es bueno que las sepas.
-Puedes contármelas. ¡Te juro que no le contaré nada a tío Héctor!
-No lo entenderías.

2 comentarios:

  1. Hola Laura.
    Por esta vez me pondré serio y no te trollearé.
    (Es que tampoco me puedo agarrar a nada para liarte alguna de las mías...)
    Jejeje, por lo tanto, y hasta que Charlote no se fije en mí y se fije en el Napoleón ese... ahorraré para un sombrero, una chaqueta rara de esas, un pantalón ajustao, botas y practicaré el ejercicio de la mano en el pecho.
    Mientras tanto, mi más sincera admiración por lo bien que escribes y tu imaginación.
    Saludetes.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola EldanY.
      Te imagino vestido de Napoleón y el traje te sentaría bien. Pero creo que Charlotte es mujer de un solo hombre (y ese hombre es solo de Charlotte, me harté de libertinos).
      ¡Mil gracias por tus palabras! Me está costando lo mío terminar esta historia y no canto victoria todavía.
      Un fuerte abrazo.
      Tus trolleos siempre son bienvenidos.

      Eliminar