lunes, 22 de septiembre de 2014

LA CANCIÓN DE CASSANDRA

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato La canción de Cassandra. 
Deseo de corazón que os guste.

                          Cassandra recordaba los primeros días de The Destiny. Fueron comienzos demasiado difíciles, yendo de club en club, de emisora en emisora. Y la respuesta que recibían era la misma. Un rotundo no...
                           Pero no había que rendirse.
                            Eso se lo decía su padre cuando iban en el coche. Cassandra le escuchaba con atención.
-Una puerta se cierra, pero recuerda que otra puerta se abre-le decía.
-Se nos han cerrado todas las puertas-se lamentaba Cassandra-No sé qué más puede pasar.
-No quieren escucharos porque son idiotas. Eso es lo que pasa.
-No quieren escucharnos porque somos negras. ¡Eso es lo que pasa!
-Por eso, la gente está luchando, hija. Se intenta cambiar el sistema tan injusto que existe en nuestro país. No podemos convivir blancos con negros. ¡Eso es una gran mentira!
                            El grupo mendigaba una oportunidad, pero lo único que habían conseguido era que les cerraran las puertas. Cassandra estaba segura de que no les dejaban actuar porque el grupo estaba formado por tres adolescentes de color.
                             Y no era justo.
                             El Reverendo Knews era el que entraba en los despachos de los dueños de las emisoras. A las chicas les decía que esperasen en el coche. Cuando tenía que ir a un club, iba solo. No fue a muchos clubs a pedir una oportunidad para el grupo de su hija. Apoyaba a Cassandra. Pero su hija debía de respetar su integridad moral. Su pureza...Su virtud...
                              Después de todo, seguía siendo la hija de un Reverendo.
                              Le parecía una inmoralidad. Le horrorizaba que Cassandra actuara en un local donde, según él, sólo actuaban rameras y estaba repletos de chulos, borrachos, jugadores y prostitutas. Donde se bebía. ¡Incluso, donde se drogaba!
                                En antros pecaminosos, decía. Ninguna mujer decente debía de ser vista en semejantes lugares. Cassandra debía de entenderlo.
                               Cassandra no opinaba lo mismo. Creía que los clubs pagarían más que las emisoras de radio. ¡Ni hablar de intentarlo en televisión! Allí, en aquellos locales, permitían actuar a las personas de color. No había visto a nadie de su raza en las emisoras de radio en las que había estado su padre.
                              Su mejor amiga, Sally, hablaba con ella en el interior del coche del Reverendo Knews. Miraba con nerviosismo por la ventanilla cerrada. Todavía no había salido nadie.
-¿Crees que tendremos suerte algún día?-le preguntaba.
-No depende de mí-respondía Cassandra-Y tampoco depende de mi padre.
-Lo sabemos. Depende de que nos quieran contratar.

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