Hola a todos.
En esta ocasión, os traigo una escena eliminada de mi novela Me olvidé de olvidarte.
Consideré que la historia tenía demasiado relleno y que lo mejor para ella era quitarle algunas escenas que no aportaran nada a la trama.
En esta ocasión, quienes protagonizan esta escena son el matrimonio formado por Dillon O' Hara y por lady Cordelia.
¡Vamos a ver lo que pasa!
Cordelia bebió un sorbo de su taza de té. Le gustaba tomar el té con limón. A Dillon, en lo personal, le daba asco tomar el té. Recordaba que a Catherine le gustaba tomar el té con unas gotitas de leche. Trató de apartar aquel pensamiento de su mente.
Se encontraba en el salón de su casa en compañía de Cordelia. Estaba con Cordelia.
Bebió un sorbo de su taza de té.
Cordelia empezó a hablar. Seguía dispuesta a convertir a Dillon en un perfecto caballero. Le aseguró que apenas había empezado con él. Estaba convencida de que su esposo se convertiría en una versión mucho más joven del duque de Cleveland.
-¿Pretendes que me convierta en una copia barata de tu padrastro?-le preguntó Dillon a su mujer.
-Lord Cleveland deseaba tener hijos varones cuando se casó con mi madre-respondió Cordelia-Por desgracia, mi madre nunca le dio un hijo. En el fondo, siempre ha deseado tener un heredero varón.
Cordelia ignoraba lo que ocurriría con el título del duque a su muerte. Ella había sido adoptada legalmente por él. Pero no podía heredar su título. Era la hija de otro hombre. Y, además, era mujer.
-Puede que un hijo nuestro herede su título-sugirió Cordelia.
-No llevamos casados ni seis meses-le recordó Dillon-Hay tiempo para todo.
Estaba empezando a preocuparse por su esposa. Cordelia estaba a punto de volverse loca.
Deseaba a toda costa ser madre. Se lo había dicho a Dillon en cuanto se casaron. Al principio, Dillon trató de no darle mucha importancia. Pero, cuando se metía en la cama con su mujer, era consciente de lo mucho que repelía a Cordelia. Para la joven, Dillon era su marido. Estaba muy enamorada de él.
Pero no lo deseaba como hombre.
Quería tener un hijo. Dillon y ella debían de tener relaciones íntimas para conseguir engendrar un hijo. A Cordelia no le asustaba soportar los rigores de un embarazo. Ni las penurias que se sufren cuando se da a luz. Había leído mucho sobre el tema. Y se sentía preparada para todo. Pero deseaba con todo su corazón ser madre.
Cogió la mano de Dillon y se la besó.
-Además, eres casi una niña-añadió Dillon.
-Dentro de pocos meses, cumpliré diecinueve años-le recordó Cordelia-Y ya soy una mujer casada.
-Disfrutemos de un tiempo de tranquilidad. Luego, llenaremos la casa de chicuelos correteando por ahí y por aquí. Seremos unos buenos padres.
Era sábado por la noche.
Dillon acudía todos los sábados por la noche a la habitación de Cordelia.
Ella le esperaba acostada en la cama. Llevaba puesto el camisón. Él, por su parte, solía desnudarse.
-¡No hagas eso!-le pedía Cordelia.
-No pasa nada porque me veas desnudo-le decía Dillon.
-¡Es horrible!
-Estamos casados, Dell.
-¡Pero está mal!
-¿No quieres que te quite el camisón? Estarás más cómoda.
-¡No, Dillon! ¡No! Déjame puesto el camisón. No quiero que me veas desnuda. Me da mucha vergüenza.
Dillon se metió en la cama, junto a Cordelia. Empezó a acariciarla con las manos. La empezó a besar en los labios. La besó muchas veces en los labios tratando de ser apasionado. Pero los labios de Cordelia estaban muy fríos.
Cordelia permaneció fría cuando sintió las manos de Dillon acariciando su cuerpo debajo de su camisón. No sintió nada cuando la besó en el cuello. Cuando llenó de besos sus hombros. Cuando le mordisqueó el lóbulo de una oreja.
En ocasiones...
El subconsciente traicionaba a Dillon. Creía que estaba besando a Catherine. Que estaba acariciando a Catherine.
Ella nunca había mostrado pudor al desnudarse delante de un desnudo Dillon. Catherine siempre había sido una muchacha muy bella. Nunca tuvo vergüenza de estar con él. Ni siquiera cuando Dillon se atrevía a chuparle un pecho. Catherine se volvió desinhibida a medida que fueron pasando los días.
Cordelia, en cambio, era todo lo contrario. Ya no se trataba sólo de pudor. Había mucha frialdad en su modo de actuar cuando estaba en la cama con él.
Desayunaban juntos al día siguiente. Cordelia bebía de su vaso de zumo de naranja con tranquilidad. A Dillon le temblaba la mano al untar su tostada con mantequilla. Cordelia le hablaba de lo que iba a hacer a lo largo de aquel día.
-Podríamos ir juntos al teatro Empire-le decía ella-Se va a estrenar una versión de Romeo y Julieta. ¡Adoro esa obra! ¡Es tan romántica!
-¿Y cuándo vamos a dormir juntos?-le preguntaba Dillon.
-Está mal que durmamos juntos, querido.
-Mis padres dormían juntos todas las noches.
-Vienes de un lugar distinto. Pero eso no se hace aquí. Entiéndelo.
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