Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de Ecos del pasado.
Hoy, Charlotte recibe una noticia inesperada que da un vuelco radical a su vida.
¿Qué ocurrirá?
Había transcurrido una semana desde que Alexander se coló en la habitación de Charlotte.
Él insistía en ir a verla. Sin embargo, ella lo evitaba. Tenía la sospecha de que, antes o después, su doncella Dorcas empezaría a sospechar. Y querría saber lo que estaba pasando.
Era ya de noche cuando Melinda entró en la habitación de Charlotte. Las dos se habían retirado temprano a sus respectivas alcobas. Sin embargo, ni siquiera se habían puesto el camisón. No podían conciliar el sueño.
-¿Qué te ocurre, Mel?-le preguntó Charlotte.
-Tengo la sensación de que estoy cometiendo un error-respondió la aludida.
Charlotte miró con tristeza a su prima. En contra de su voluntad, Martin estaba despertando unos sentimientos en Melinda que no se parecían en nada a lo que había sentido por su antiguo prometido.
-Martin es un buen hombre-le aseguró Charlotte.
-Me quiere muchísimo-corroboró Melinda.
-¿Acaso sigues enamorada de ese sinvergüenza que nunca te amó?
-No lo sé.
Charlotte sintió pena por su prima. Melinda estaba confundida. No quería enamorarse de Martin. Y, sin embargo, aquel joven se estaba colando poco a poco en su corazón. Por lo menos, Martin no es ningún traidor, pensó Charlotte. La situación en la que ella se encontraba era penosa. ¡Se había enamorado de un traidor!
-¿Por qué no le das una oportunidad a Alexander?-le sugirió Melinda-Sé que tú quieres que yo sea feliz. Y a mí me pasa lo mismo contigo. Quiero que seas feliz.
-Sólo seré feliz con lord Craft-contestó Charlotte.
-Pero no estás enamorada de él.
-Llegaré a quererle con el paso del tiempo. Mi padre quiso mucho a mi madre. Y tus padres...Mis tíos... También se quisieron mucho.
-Pero no había amor.
Unos golpes en la puerta llamaron la atención de las dos primas. Dorcas entró.
Se fijaron en que estaba muy nerviosa.
-¿Qué ocurre, Dorcas?-le preguntó Charlotte.
-Milady, hay un militar esperándola en el salón-respondió la doncella.
-¿Un militar?
-Tiene una noticia para usted.
Melinda se percató de lo pálida que se había puesto su prima.
Charlotte entró en el salón con el corazón latiéndole a gran velocidad dentro del pecho.
Durante unos instantes, pensó que aquel militar había ido allí a detenerla. La acusaría de traición. ¡Maldito Alexander!
Sin embargo, el militar no estaba allí por ese motivo.
-¿Es usted lady Charlotte Stanyon?-le preguntó.
Ella asintió. Sir Héctor estaba presente. Charlotte se dio cuenta de que estaba serio. Pero no estaba furioso. La miró con angustia.
El militar le dijo que había conocido a su prometido. Estaba en Preston. Charlotte ignoraba que lord George estuviera allí.
-Estaba siguiendo la pista de un banquero-le explicó el militar a Charlotte-Sospechábamos que le vendía armas de contrabando a los franceses. Tiene muchas deudas acumuladas. Y...
Charlotte escuchó a aquel hombre explicarle que lord George había ido a la Iglesia del pueblo de Barton a escuchar Misa el domingo anterior.
-A la salida del templo, empezó a sentirse mal-prosiguió-Sentía un fuerte dolor en el brazo izquierdo. Tenía muchas náuseas.
-¿Dónde está mi prometido?-le preguntó Charlotte.
-Está aquí.
La joven hizo ademán de ir a verle. Pero sir Héctor la detuvo.
Fue el hombre el que le explicó a su hija lo que había ocurrido. Lord George había sufrido un infarto.
-Está muerto, cariño-le comunicó con voz dolorida-Lo siento mucho.
En un primer momento, Charlotte pensó que lo había oído mal. ¿Cómo iba a estar lord George muerto?
-¡No puede ser!-exclamó.
-La única familia que tiene es usted-prosiguió el militar-Por lo que tengo entendido, se llevaba mal con sus dos hermanos.
Charlotte tuvo que sentarse. Las piernas se negaban a sostener el peso de su cuerpo.
Estaba tan aturdida que no era capaz ni de derramar una sola lágrima. En lo único en lo que podía pensar era que lord George estaba muerto. Muerto...
Melinda abrazó con fuerza a su prima, intentando consolarla, pero sabiendo que era imposible.
La mente de Charlotte no paraba de dar vueltas mientras intentaba asumir que su prometido ya no volvería.
La cocinera hizo acto de presencia en el salón. Le traía una tila que acababa de prepararle a la joven. Ésta cogió la taza con mano temblorosa. Todo su cuerpo estaba temblando con violencia. Le costó trabajo llevarse la tila a los labios. Beber un sorbo. Intentar calmarse. Asumir que lord George ya no iba a volver.
-Beba despacio, milady-la exhortó la cocinera-Le hará bien. Cálmese. Por favor...
Mientras yo recibía los besos de Alex, lord Craft empezaba a sentirse mal, pensó Charlotte.
Fue en ese momento cuando un sollozo brotó de su garganta. Cuando las lágrimas resbalaron sin control por sus mejillas.
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