Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de Ecos del pasado.
Este fragmento está centrado en la figura de Melinda, la prima de Charlotte.
¡Veamos qué le ocurre!
Sir Héctor debía de pensar en el porvenir tanto de su sobrina como de su hija.
Su idea inicial era casar a Melinda en primer lugar. Cierto era la joven había tenido mala suerte. En el fondo de su corazón, seguía enamorada de aquel bastardo con el que había estado prometida tiempo atrás.
Lo bueno era que Melinda no había perdido la cabeza hasta el punto de arrojarse en sus brazos.
La hizo llamar a la biblioteca.
Era conveniente hablar con Melinda sobre lo que debían de hacer.
Sentada en una silla, Melinda clavó la mirada en la cara de su tío quién estaba de pie frente a ella. Sir Héctor le habló de la cantidad de buenos partidos que había en Londres. Si quería, podía ir allí al inicio de la temporada social. Faltaban unos meses y tenían tiempo de sobra para preparar el viaje.
-¿Voy a viajar a Londres a buscar un marido?-se sorprendió Melinda.
-Estás en edad casadera, querida-contestó sir Héctor.
Aquella vez, se encargaría personalmente de supervisar la elección de marido de su sobrina.
-No quiero que se repita la historia-añadió sir Héctor.
Melinda respiró hondo.
-Tengo en mente algunos nombres-prosiguió sir Héctor.
-¿Nombres?-se sorprendió Melinda.
-No puedes quedarte a vestir Santos, querida. Es tu deber casarte con un buen partido y traer al mundo sus hijos. Estoy seguro de que sería la perfecta esposa para algún aristócrata.
La voz de sir Héctor sonó serena.
Melinda era una criatura muy cabezota. Muy terca...
Pero también era cierto que lo estaba pasando realmente mal con la ruptura de su compromiso.
Melinda trató de hablar. Pero apenas le salía la voz de la garganta.
-Estoy agradecida por todo lo que estás haciendo por mí, tío Héctor-pudo hablar-Has administrado bien mi fortuna. Me has acogido como a una hija en tu casa. Me has apoyado mucho después de todo lo que ha pasado. Pensaba que tu intención era casar a mi prima Charlie antes que a mí. Pero veo que no es así. Confío plenamente en ti. Si así lo quieres, dejo a tu libre elección tu decisión. Cualquier cosa que decidas. La veré bien. Te lo digo en serio.
Melinda tenía un poco arrugada su respingona nariz.
-Me sorprende oírte hablar así-admitió sir Héctor-Durante años, has sido muy rebelde y muy cabezota. Recuerdo que me costaba mucho trabajo poder hablar contigo. Es probable que el paso de los años y la experiencia tan dolorosa que has vivido te hayan hecho cambiar. No obstante, lo primero es tu felicidad. Quiero que seas feliz con un hombre que te quiera de verdad, Melinda. Has sufrido demasiadas pérdidas a lo largo de tu vida. Mereces, de corazón, ser feliz.
-Ya soy feliz, tío Héctor-le aseguró ella-De verdad que soy muy feliz.
Melinda había asumido que nunca más volvería a enamorarse. Ya había entregado su corazón una vez y había terminado roto.
Era mejor un matrimonio sin amor. Por lo menos, su marido sería bueno y la respetaría. Melinda ni siquiera esperaba que la amase.
Se conformaba con muy poco.
Melinda se puso de pie y abandonó la biblioteca.
Se encontró con Dorcas, la doncella que compartía con Charlotte, al pie de la escalera. La mujer estaba muy nerviosa.
-Milady, ¿qué le ha dicho su tío?-le preguntó.
-Dice que debo de ir a Londres a buscar un marido-respondió Melinda con voz cansada.
-Debería de llevarse también a lady Charlotte. Noto muy rara a su prima, milady. No parece que sea ella.
-Dorcas, Charlie no ha cambiado nada.
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