Hola a todos.
Hoy, os traigo un nuevo fragmento de Ecos del pasado.
Charlotte sigue negando lo que realmente siente por Alexander mientras sigue adelante con sus planes de boda con lord George.
¡Veamos qué ocurre!
-Me gustaría que nos casáramos cuanto antes-le pidió Charlotte a lord George-Es lo que más deseo en el mundo.
Miró a su prometido con sus grandes y hermosos ojos.
Lord George y ella habían salido a dar un paseo por la orilla del río. Él también llevaba algún tiempo pensando en la boda.
-¿Cuándo quieres que nos casemos, querida?-quiso saber él.
-Cuando usted diga-contestó Charlotte-Pero que sea más pronto que tarde.
-¿Ocurre algo? Siempre se ha dicho que cuando una joven está desesperada por casarse es porque algo malo le ocurre.
-¡No haga caso! Milord, le tengo mucho cariño. Y sé que puedo llegar a ser para usted una buena esposa.
Charlotte caminaba cogida del brazo de lord George.
Había transcurrido una semana desde su apasionado encuentro de la mansión de Alexander.
Durante todos aquellos siete días, él había intentado ponerse en contacto con ella.
Le enviaba notas que Charlotte quería romper. Pero terminaba guardándolas en un cajón de su habitación.
No sabía qué hacer. Ya no podía conciliar el sueño por las noches.
Melinda se había puesto de parte de aquel traidor. Charlotte odiaba con todas sus fuerzas aquella palabra. Alexander estaba trabajando al servicio de Napoleón. Estaba convencida de que llevaba a cabo labores de espionaje para él.
-Estás siendo una buena prometida-opinó lord George-Pero me gustaría esperar un poco. No soy tan viejo como piensas. Aún me mantengo fuerte y me gustaría viajar al continente. He sido soldado. Aún soy soldado. Pienso ponerme al servicio de Wellington. Quiero luchar contra ese tirano de Napoleón.
-Es usted muy valiente-opinó Charlotte con voz distraída.
Lord George le habló de su amor por Inglaterra. De su deseo de verla libre de traidores malnacidos que querían imponer el caos que se había establecido en Francia. De su deseo de matar a Napoleón él mismo.
Charlotte le escuchaba con horror.
Lord George la acompañó a su casa y se despidió de ella depositando un beso en su mano.
-Te casarás con un héroe-auguró el hombre.
-Sí...-susurró Charlotte.
Lord George se alejó.
Charlotte escuchó el susurro del río a su paso por la isla.
Me voy a desmayar, pensó mientras sentía cómo las piernas se le doblaban. Lord Craft es demasiado bueno. No se merece a una mujer como yo.
No sentía nada cuando lord George besaba su mano.
Recordó la noche en la que conoció a Alexander. Nunca antes había visto a un joven tan apuesto como él. Recordaba haber recorrido con la mirada la esbelta figura del joven lord Charleston. Sí, era delgado. Pero estaba muy bien formado.
Charlotte no era ninguna descarada.
Sus rasgos eran agradables y, al mismo tiempo, eran atractivos.
Era un poco más alto que ella. Sin embargo, a Charlotte le resultó imposible apartar la vista de él. Su corazón latía a gran velocidad.
Era la primera vez que le ocurría. No sabía lo que le estaba pasando.
Su piel era blanca, pero estaba sano y era fuerte. Sus ojos eran de color oscuro. Su cabello era del mismo color oscuro que sus hermosos ojos.
Su piel ardía cuando Alexander besaba su mano.
Se estremecía cuando su boca se apoderaba de la boca de ella.
Charlotte se obligó así misma a entrar en casa. No podía seguir pensando en él de aquel modo.
Pero no podía olvidar nada de lo que vivió aquella noche tan especial para ella.
Le dio un abrazo a Melinda, quién salió al recibidor a saludarla.
La joven se percató de lo pálida que estaba su prima. Quiso preguntarle si había discutido con lord George. De pronto, pensó que se trataba de algo relacionado con Alexander. El mayordomo le había abierto la puerta a Charlotte. Estaba allí. Debían de hablar a solas en otra parte.
Era la hora del té.
Dieron cuenta cada una de una taza de té en el salón.
-¿Dónde está mi padre?-se interesó Charlotte.
-Acaba de salir-contestó Melinda.
-No le he visto.
Un mechón de pelo castaño se le vino a Charlotte a la frente.
No voy a llorar, pensó la joven.
Necesitaba olvidar a Alexander de una vez por todas. Podía tratarse de simple lujuria. Después de todo, sólo había estado con él.
El recuerdo de las noches apasionadas que había vivido entre sus brazos asaltó con fuerza la mente de Charlotte.
-¡No soy la ramera de un traidor!-escupió con rabia.
-¿Quién ha dicho que seas eso?-le preguntó Melinda con curiosidad.
-Me lo digo a mí misma todos los días. ¡Ya no soy la ramera de un traidor! ¡No lo soy ya!
-Sólo eres una mujer enamorada.
-¡Me casaré con lord Craft!
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