Hola a todos.
Seguimos rindiéndole un particular tributo al que fue, sin duda, el Árbitro de la Elegancia, Beau Brummell.
En esta ocasión, os quiero contar cómo se conocieron Beau Brummell y el hombre que tanto iba a cambiar su vida, el Príncipe George.
El joven Príncipe de Gales era bastante extravagante en todos los aspectos. Incluida, su manera de vestir era particularmente estrafalaria.
Un día, se encontraron en una tienda situada en Green Park. George Brummell estaba allí hablando con la propietaria de la tienda. Entonces, una pareja entró en el local. Era una mujer, la marquesa de Salisbury, María Amelia. El hombre era el joven Príncipe de Gales. Nuestro querido Prinny...
Brummell nunca se cortaba a la hora de hablar. Se dirigió al joven Príncipe y le criticó abiertamente su manera de vestir. Lucía una impecable corbata. Pero el chaleco, la camisa y el pantalón no eran los más acertados. Los zapatos eran a la última moda, de punta afilada.
El corte de la camisa no era el mejor. Lo mismo se puede decir del corte de su chaqueta de cola. Además, el Príncipe estaba gordo.
No supo defenderse.
Admiró la altura de Beau Brummell. El hecho de que se trataba de un joven atractivo. Sentía admiración hacia él. Una admiración no exenta de envidia...
Decidió que debía de formar parte de su grupo de amigos. Comenzaba para Beau Brummell su época de mayor esplendor. Sin embargo, su manera de hablar tan clara y directa le llevó a perder el favor del Príncipe.
Pero eso será otra historia.
ECOS DEL PASADO
Una historia de amor entre dos personas que estaban destinadas a encontrarse.
miércoles, 30 de diciembre de 2015
martes, 29 de diciembre de 2015
EL ARREGLO DE BEAU BRUMMELL
Hola a todos.
El fragmento de hoy tiene como protagonista a Beau Brummell, el hombre más elegante de la Inglaterra de principios del siglo XIX.
Durante los dos próximos días, se le rendirá un especial tributo en este blog.
Beau Brummell tardaba la friolera de dos horas en vestirse. Incluso, los amigos de éste acudían a su casa para ver cómo se vestían. Tal cual y como estoy contando.
Todos esperaban con verdadera ansia el ver cómo se ponía ¡la corbata!
Beau Brummell no se ponía la corbata como lo hacía la mayoría de las personas en aquella época. No se enrollaba una tira alrededor del cuello hasta que se anudaba. Él lo hacía de otro modo.
Se levantaba los cuellos de las camisas que se ponía. Eran cuellos que eran bastante grandes. Acto seguido, se anudaba la corbata.
Un proceso fácil...¿No creen? La realidad es bien distinta. Os lo voy a explicar.
Beau Brummell tardaba muchísimo tiempo en anudarse la corbata. Era debido a su manera de hacerlo. Ensayaba muchas veces. Podía realizar hasta más de veinte intentos de ponerse bien la corbata. Era muy perfeccionista. Cada vez que se equivocaba, arrojaba la corbata al suelo. Cogía otra nueva.
Llevaba su perfeccionismo al extremo. Exigía elegancia en los demás. Y, al mismo tiempo, se la exigía a sí mismo.
Finalmente, lograba el ansiado resultado. Como podéis ver, Beau Brummell siempre ha sido una persona que ha destacado por encima de todos en un aspecto. Su manera de vestir.
El fragmento de hoy tiene como protagonista a Beau Brummell, el hombre más elegante de la Inglaterra de principios del siglo XIX.
Durante los dos próximos días, se le rendirá un especial tributo en este blog.
Beau Brummell tardaba la friolera de dos horas en vestirse. Incluso, los amigos de éste acudían a su casa para ver cómo se vestían. Tal cual y como estoy contando.
Todos esperaban con verdadera ansia el ver cómo se ponía ¡la corbata!
Beau Brummell no se ponía la corbata como lo hacía la mayoría de las personas en aquella época. No se enrollaba una tira alrededor del cuello hasta que se anudaba. Él lo hacía de otro modo.
Se levantaba los cuellos de las camisas que se ponía. Eran cuellos que eran bastante grandes. Acto seguido, se anudaba la corbata.
Un proceso fácil...¿No creen? La realidad es bien distinta. Os lo voy a explicar.
Beau Brummell tardaba muchísimo tiempo en anudarse la corbata. Era debido a su manera de hacerlo. Ensayaba muchas veces. Podía realizar hasta más de veinte intentos de ponerse bien la corbata. Era muy perfeccionista. Cada vez que se equivocaba, arrojaba la corbata al suelo. Cogía otra nueva.
Llevaba su perfeccionismo al extremo. Exigía elegancia en los demás. Y, al mismo tiempo, se la exigía a sí mismo.
Finalmente, lograba el ansiado resultado. Como podéis ver, Beau Brummell siempre ha sido una persona que ha destacado por encima de todos en un aspecto. Su manera de vestir.
lunes, 28 de diciembre de 2015
ECOS DEL PASADO
Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi blog novela Ecos del pasado.
Sigue avanzando la relación entre Melinda y Martin. Por el contrario, Charlotte y Alexander están cada vez más alejados.
¡Veamos qué ocurre!
Era ya algo oficial. Martin quería hacer oficial que iba a casarse con Melinda.
Así se lo comunicó una tarde a Jane cuando ambos estaban en el salón. La joven se quedó perpleja.
De algún modo, tenía la sensación de que todo estaba ocurriendo demasiado deprisa.
-No veo la hora de convertir a Mel en mi mujer-le anunció Martin-Quiero que todo el mundo lo sepa. ¡Madre tiene que saberlo!
-Madre sufrirá un soponcio cuando se entere-le advirtió Jane.
-No encontrará nuera mejor que Mel, Janie. ¡Será una magnífica condesa de Moreland! ¿No te parece?
-Sí...
Melinda escuchó el rumor una tarde. Estaba visitando a la modista. Mientras miraba unas telas, la aprendiza de la modista le preguntó cuándo iba a casarse con el joven lord Moreland.
Martin estaba encantado. Quería organizar una fiesta por todo lo alto para celebrar su compromiso. Visitaba a Melinda todas las tardes.
-Una fiesta...-titubeó la joven cuando Martin le comentó su idea.
-Entiendo que tu prima esté aún de luto por la muerte de su prometido-afirmó el joven conde-No habrá fiesta si no quieres. No quiero ofenderla.
Melinda sentía que la cabeza le iba a estallar.
-¿No estás contenta?-le preguntó Martin-¿No te alegras?
Melinda guardó silencio porque no sabía qué responderle a aquel joven que se había hecho poco a poco un hueco en su herido corazón.
Martin le cogió la mano. Se la besó.
Sí, era bastante audaz a la hora de robarle besos. Melinda acababa correspondiendo a esos besos.
Le parecía que era suficiente lo que Martin hacía.
Quería saber lo que sentiría al estar entre sus brazos.
Charlotte estaba contenta porque veía a su prima feliz. En cambio, sentía que no podía ser feliz. Evitaba a Alexander adrede, pero sabía que él se acercaba a su casa sólo para verla a través de una ventana. Deseaba poder ir a su encuentro, pero no se atrevía a dar aquel paso.
Martin y Jane acudieron a cenar a la casa de los Stanyon.
Melinda se alegró de corazón de ver a su amiga.
Jane la besó en las mejillas.
La criada sirvió la cena.
Dieron cuenta a los postres de un pudin de pan y mantequilla. Jane apenas probó bocado.
-¿Te encuentras bien?-le preguntó Martin.
-Estoy muy bien-respondió Jane.
-Creo que deberías de ver a madre. Ella te echa mucho de menos.
Jane se giró hacia Charlotte, quién estaba sentada a su lado.
-¿Tú crees que Melly está cometiendo un error?-le preguntó.
-Yo creo que está enamorada de Martin-respondió Charlotte-¿Acaso piensas lo contrario?
Jane suspiró.
-Sólo me preocupa que no sea feliz con mi hermano-contestó Jane-Es un buen chico. Pero...
-¿Qué ocurre?-se inquietó Charlotte.
La criada sirvió café tras la cena.
Jane conocía la afición de Martin por la ropa.
Se había gastado una fuerte suma de dinero en ella.
Era el único vicio que se le conocía.
En aquel momento, Jane deseó estar de vuelta en el convento. Despreciaba aquel apego a algo tan banal como la ropa. ¡No servía de nada!
-No creo que puedan ser felices juntos-contestó Jane-Tú no conoces a mi hermano.
Charlotte miró a Melinda. Suspiró al pensar que su prima no tenía que esconderse de nadie. Podía estar con el hombre al que ella realmente amaba.
Su corazón se encogió al recordar a Alexander. Se odiaba a sí misma por amar a aquel canalla. Debía de recordar que era un miserable traidor. Y, sin embargo, si seguía viva era gracias a que él estaba vivo.
Echaba de menos el recibir sus besos, tan llenos de amor.
-No creo que tu hermano sea un mal hombre-opinó Charlotte-Yo veo que ama sinceramente a mi prima.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi blog novela Ecos del pasado.
Sigue avanzando la relación entre Melinda y Martin. Por el contrario, Charlotte y Alexander están cada vez más alejados.
¡Veamos qué ocurre!
Era ya algo oficial. Martin quería hacer oficial que iba a casarse con Melinda.
Así se lo comunicó una tarde a Jane cuando ambos estaban en el salón. La joven se quedó perpleja.
De algún modo, tenía la sensación de que todo estaba ocurriendo demasiado deprisa.
-No veo la hora de convertir a Mel en mi mujer-le anunció Martin-Quiero que todo el mundo lo sepa. ¡Madre tiene que saberlo!
-Madre sufrirá un soponcio cuando se entere-le advirtió Jane.
-No encontrará nuera mejor que Mel, Janie. ¡Será una magnífica condesa de Moreland! ¿No te parece?
-Sí...
Melinda escuchó el rumor una tarde. Estaba visitando a la modista. Mientras miraba unas telas, la aprendiza de la modista le preguntó cuándo iba a casarse con el joven lord Moreland.
Martin estaba encantado. Quería organizar una fiesta por todo lo alto para celebrar su compromiso. Visitaba a Melinda todas las tardes.
-Una fiesta...-titubeó la joven cuando Martin le comentó su idea.
-Entiendo que tu prima esté aún de luto por la muerte de su prometido-afirmó el joven conde-No habrá fiesta si no quieres. No quiero ofenderla.
Melinda sentía que la cabeza le iba a estallar.
-¿No estás contenta?-le preguntó Martin-¿No te alegras?
Melinda guardó silencio porque no sabía qué responderle a aquel joven que se había hecho poco a poco un hueco en su herido corazón.
Martin le cogió la mano. Se la besó.
Sí, era bastante audaz a la hora de robarle besos. Melinda acababa correspondiendo a esos besos.
Le parecía que era suficiente lo que Martin hacía.
Quería saber lo que sentiría al estar entre sus brazos.
Charlotte estaba contenta porque veía a su prima feliz. En cambio, sentía que no podía ser feliz. Evitaba a Alexander adrede, pero sabía que él se acercaba a su casa sólo para verla a través de una ventana. Deseaba poder ir a su encuentro, pero no se atrevía a dar aquel paso.
Martin y Jane acudieron a cenar a la casa de los Stanyon.
Melinda se alegró de corazón de ver a su amiga.
Jane la besó en las mejillas.
La criada sirvió la cena.
Dieron cuenta a los postres de un pudin de pan y mantequilla. Jane apenas probó bocado.
-¿Te encuentras bien?-le preguntó Martin.
-Estoy muy bien-respondió Jane.
-Creo que deberías de ver a madre. Ella te echa mucho de menos.
Jane se giró hacia Charlotte, quién estaba sentada a su lado.
-¿Tú crees que Melly está cometiendo un error?-le preguntó.
-Yo creo que está enamorada de Martin-respondió Charlotte-¿Acaso piensas lo contrario?
Jane suspiró.
-Sólo me preocupa que no sea feliz con mi hermano-contestó Jane-Es un buen chico. Pero...
-¿Qué ocurre?-se inquietó Charlotte.
La criada sirvió café tras la cena.
Jane conocía la afición de Martin por la ropa.
Se había gastado una fuerte suma de dinero en ella.
Era el único vicio que se le conocía.
En aquel momento, Jane deseó estar de vuelta en el convento. Despreciaba aquel apego a algo tan banal como la ropa. ¡No servía de nada!
-No creo que puedan ser felices juntos-contestó Jane-Tú no conoces a mi hermano.
Charlotte miró a Melinda. Suspiró al pensar que su prima no tenía que esconderse de nadie. Podía estar con el hombre al que ella realmente amaba.
Su corazón se encogió al recordar a Alexander. Se odiaba a sí misma por amar a aquel canalla. Debía de recordar que era un miserable traidor. Y, sin embargo, si seguía viva era gracias a que él estaba vivo.
Echaba de menos el recibir sus besos, tan llenos de amor.
-No creo que tu hermano sea un mal hombre-opinó Charlotte-Yo veo que ama sinceramente a mi prima.
domingo, 27 de diciembre de 2015
ADESTES FIDELES
Hola a todos.
Dado que es Navidad, se me ha ocurrido subir a los distintos blogs que tengo villancicos.
Considero que es una manera muy bonita de celebrar estas entrañables fiestas.
Son días que deberían de ser felices e invitarnos a que nos sintamos más unidos a los demás. A que aflore lo mejor que hay en nosotros mismos.
El villancico que os traigo se titula Adestes fideles y es un precioso tema que empezó a sonar en el año 1797 en la misión portuguesa que había en Londres. Sin embargo, la composición de este tema es más antigua, ya que podría venir del siglo XVII.
Se desconoce el nombre del autor, pero existen tres candidatos, entre los que está el Rey de Portugal, Juan IV.
Os dejo con este precioso tema en boca del gran Andrea Bocelli.
Dado que es Navidad, se me ha ocurrido subir a los distintos blogs que tengo villancicos.
Considero que es una manera muy bonita de celebrar estas entrañables fiestas.
Son días que deberían de ser felices e invitarnos a que nos sintamos más unidos a los demás. A que aflore lo mejor que hay en nosotros mismos.
El villancico que os traigo se titula Adestes fideles y es un precioso tema que empezó a sonar en el año 1797 en la misión portuguesa que había en Londres. Sin embargo, la composición de este tema es más antigua, ya que podría venir del siglo XVII.
Se desconoce el nombre del autor, pero existen tres candidatos, entre los que está el Rey de Portugal, Juan IV.
Os dejo con este precioso tema en boca del gran Andrea Bocelli.
sábado, 26 de diciembre de 2015
CONTENTA
Hola a todos.
En un plano general, puedo decir que estoy contenta.
No estoy contenta sólo porque sea Navidad.
Estoy contenta por otros motivos. Me siento mucho más animada que otras veces. Me siento en paz con todo el mundo. Tengo algunos motivos que me invitan a sonreír.
A mirar al mundo con entusiasmo.
Y eso me gusta. ¡Me gusta estar tan animada!
En un plano general, puedo decir que estoy contenta.
No estoy contenta sólo porque sea Navidad.
Estoy contenta por otros motivos. Me siento mucho más animada que otras veces. Me siento en paz con todo el mundo. Tengo algunos motivos que me invitan a sonreír.
A mirar al mundo con entusiasmo.
Y eso me gusta. ¡Me gusta estar tan animada!
martes, 22 de diciembre de 2015
ECOS DEL PASADO
Hola a todos.
No me ha tocado nada en el Sorteo del Gordo de la Lotería.
Por ese motivo, me voy a animar escribiendo un poco.
Y aquí os traigo un nuevo fragmento de mi blog novela Ecos del pasado.
En este fragmento, Jane recuerda los momentos que vivió en el convento.
Es un fragmento más bien cortito, pero, aún así, deseo de corazón que os guste.
No terminaba de acostumbrarse a la vida que llevaba fuera del convento.
-Venga, hermana María Ligia-le decía su compañera de celda-¿No ha escuchado la campana? Es hora de ir a la capilla a rezar.
-Tengo mucho sueño-contestaba Jane.
-No sea perezosa. La pereza es uno de los Siete Pecados Capitales.
-Lo sé. Es sólo que no termino de acostumbrarme.
-Seguro que se acostaba a estas horas cuando asistía a uno de esos bailes. Debió de ser muy afortunada.
Entonces, Jane permanecía acostada sobre el colchón de paja. ¿Era realmente afortunada?
A pesar de todo, añoraba la vida que llevaba en el convento.
Le gustaba trabajar en el huerto que había en la parte trasera. Le gustaba ir a rezar a la capilla. En aquellos momentos, sentía cómo una paz infinita se apoderaba de ella. Cuando rezaba, los dolorosos recuerdos que la atormentaban se alejaban de su mente.
Jane había sido feliz cuando hablaba con la hermana boticaria. Cuando ayudaba en la cocina del convento.
Nunca se había atrevido a confesarle al capellán aquello que tanto le hacía daño. Pensaba que había sido culpa suya.
Había confesado numerosos pecados. Como el hecho de que todavía añoraba el poder mirarse en un espejo. O que deseaba poder lucir un bonito vestido.
Martin había instalado un reclinatorio en la habitación de Jane. De aquel modo, la joven podía rezar todas las noches.
Sin embargo, no era suficiente. Jane no sabía qué hacer con su vida. Mientras rezaba arrodillada en el reclinatorio, Jane tenía la sensación de que no había un lugar en el mundo para ella. Unos golpes que sonaron en la puerta la sobresaltaron. Martin entró en la habitación.
Jane se giró al tiempo que se ponía de pie.
-Nuestra madre me ha escrito-le informó su hermano-Quiere venir a verte. Le he escrito pidiéndole que no te obligue a ir a Londres.
-Me alegraré mucho de ver de nuevo a madre-afirmó Jane.
-Janie, estoy preocupado por ti.
-Me encuentro bien, hermano.
-Quiero creer que me estás diciendo la verdad.
-¡Es que no te estoy mintiendo! Soy muy feliz de estar de nuevo a tu lado.
No me ha tocado nada en el Sorteo del Gordo de la Lotería.
Por ese motivo, me voy a animar escribiendo un poco.
Y aquí os traigo un nuevo fragmento de mi blog novela Ecos del pasado.
En este fragmento, Jane recuerda los momentos que vivió en el convento.
Es un fragmento más bien cortito, pero, aún así, deseo de corazón que os guste.
No terminaba de acostumbrarse a la vida que llevaba fuera del convento.
-Venga, hermana María Ligia-le decía su compañera de celda-¿No ha escuchado la campana? Es hora de ir a la capilla a rezar.
-Tengo mucho sueño-contestaba Jane.
-No sea perezosa. La pereza es uno de los Siete Pecados Capitales.
-Lo sé. Es sólo que no termino de acostumbrarme.
-Seguro que se acostaba a estas horas cuando asistía a uno de esos bailes. Debió de ser muy afortunada.
Entonces, Jane permanecía acostada sobre el colchón de paja. ¿Era realmente afortunada?
A pesar de todo, añoraba la vida que llevaba en el convento.
Le gustaba trabajar en el huerto que había en la parte trasera. Le gustaba ir a rezar a la capilla. En aquellos momentos, sentía cómo una paz infinita se apoderaba de ella. Cuando rezaba, los dolorosos recuerdos que la atormentaban se alejaban de su mente.
Jane había sido feliz cuando hablaba con la hermana boticaria. Cuando ayudaba en la cocina del convento.
Nunca se había atrevido a confesarle al capellán aquello que tanto le hacía daño. Pensaba que había sido culpa suya.
Había confesado numerosos pecados. Como el hecho de que todavía añoraba el poder mirarse en un espejo. O que deseaba poder lucir un bonito vestido.
Martin había instalado un reclinatorio en la habitación de Jane. De aquel modo, la joven podía rezar todas las noches.
Sin embargo, no era suficiente. Jane no sabía qué hacer con su vida. Mientras rezaba arrodillada en el reclinatorio, Jane tenía la sensación de que no había un lugar en el mundo para ella. Unos golpes que sonaron en la puerta la sobresaltaron. Martin entró en la habitación.
Jane se giró al tiempo que se ponía de pie.
-Nuestra madre me ha escrito-le informó su hermano-Quiere venir a verte. Le he escrito pidiéndole que no te obligue a ir a Londres.
-Me alegraré mucho de ver de nuevo a madre-afirmó Jane.
-Janie, estoy preocupado por ti.
-Me encuentro bien, hermano.
-Quiero creer que me estás diciendo la verdad.
-¡Es que no te estoy mintiendo! Soy muy feliz de estar de nuevo a tu lado.
viernes, 18 de diciembre de 2015
ECOS DEL PASADO
Hola a todos.
El fragmento de hoy me gustaría dedicárselo a una buena amiga. Se trata de Judith Álvarez, más conocida como Citu.
Citu, amiga, espero que te guste este fragmento. Te lo dedico con todo mi cariño.
Y es que este fragmento está protagonizado por la otra pareja de la historia, Melinda y Martin.
Melinda tenía los labios hinchados por los besos que le había dado Martin.
Era cierto que él la besaba con más pasión que su antiguo prometido.
Melinda no se atrevía a mirarle a los ojos. Martin se había colado en su corazón casi sin darse cuenta.
Su corazón latía a gran velocidad. Estaba dando un paseo por la orilla del río Támesis en compañía de Martin. Y él se estaba portando de un modo bastante atrevido.
Sin embargo, Melinda estaba encantada. Por algún extraño motivo, la pasión que demostraba sentir Martin hacia ella la halagaba. Sabía comportarse como el caballero que era.
-Te ruego que me perdones-se disculpó Martin-Te estoy asustando.
-No estoy en absoluto asustada-afirmó Melinda.
-Mi comportamiento hoy está siendo deleznable.
Melinda disimuló una sonrisa. Hacía mucho tiempo que Martin y ella se conocían. Pero nunca antes había experimentado por él nada parecido a lo que estaba sintiendo.
¿Acaso se estaba enamorando de Martin? Aquel pensamiento pilló desprevenida a Melinda. Podía ser cierto. Podía estar enamorándose de él.
Martin no dudó en besarla de nuevo. La besó con pasión al tiempo que su lengua se introducía en el interior de la boca de Melinda. La joven rodeó el cuello de Martin con los brazos. Le devolvió aquel beso con intensidad.
Se sintió rara cuando se separaron.
-Será mejor que me lleves a casa-le pidió-Tío Héctor me estará esperando. Igual que Charlie...
-¿Dónde se metió tu prima ayer por la tarde?-le preguntó Martin-Tardó mucho en volver.
-No me ha querido contar nada.
Melinda quería olvidar lo ocurrido la noche antes. Sin embargo, Martin se lo estaba recordando. Dos criados colocaron sendos jergones en el cuarto de Jane.
Charlotte y Melinda se quedaron a dormir allí a dormir. Charlotte había vuelto pasadas tres horas.
Jane y ella se retiraron enseguida. Martin y Melinda se quedaron hablando durante un rato en el salón. El joven conde le habló de matrimonio. Y Melinda no supo qué contestar. Tenía la sensación de que todo estaba ocurriendo demasiado deprisa. Martin no se daba cuenta.
-Quiero pensarlo-le dijo.
Martin estaba dispuesto a esperar a Melinda todo el tiempo que hiciera falta. Se daba cuenta de que estaba logrando abrirse paso en el corazón de la joven.
-En el fondo, sientes hacia mí lo mismo que yo siento hacia ti-sentenció Martin.
Melinda no sabía qué pensar. Tenía la mente hecha un lío. Le resultaba muy difícil rechazar a Martin.
No iba a volver con su antiguo prometido. Éste la había olvidado. Martin era distinto a él. Martin la amaba de verdad.
La manera en la que Martin besó a Melinda, con tanta intensidad que se mareó, así se lo confirmó.
No pudo conciliar el sueño aquella noche. Jane parecía removerse inquieta en su cama. Y sospechaba que Charlotte tampoco podía dormir.
Podían sentarse a hablar.
-Janie...-llamó-Charlie...
No obtuvo respuesta alguna.
Melinda necesitaba hablar con alguien. Necesitaba contarle a alguien que estaba sumida en un mar de dudas. ¿Debía dejarse llevar por todos los sentimientos que Martin despertaba en ella? ¿Debía de controlarse? Podía volver a resultar herida.
Martin la besaba con amor.
No podía apartar aquella certeza de su mente. Martin estaba enamorado de ella. Martin no era como su antiguo prometido. Martin nunca le haría daño. Y, en el fondo, era algo que sabía muy bien.
Melinda no quería pensar en la noche anterior.
-Vuelvo a decirte que necesito tiempo-le dijo a Martin, de vuelta al presente-Dame tiempo.
-Está bien-cedió el joven conde.
-Siento que he empezado a sentir algo muy fuerte por ti. Y no es amistad.
-Sólo por eso, vale la pena esperar, Mel. En el fondo, también me amas tanto como yo te amo a ti.
El fragmento de hoy me gustaría dedicárselo a una buena amiga. Se trata de Judith Álvarez, más conocida como Citu.
Citu, amiga, espero que te guste este fragmento. Te lo dedico con todo mi cariño.
Y es que este fragmento está protagonizado por la otra pareja de la historia, Melinda y Martin.
Melinda tenía los labios hinchados por los besos que le había dado Martin.
Era cierto que él la besaba con más pasión que su antiguo prometido.
Melinda no se atrevía a mirarle a los ojos. Martin se había colado en su corazón casi sin darse cuenta.
Su corazón latía a gran velocidad. Estaba dando un paseo por la orilla del río Támesis en compañía de Martin. Y él se estaba portando de un modo bastante atrevido.
Sin embargo, Melinda estaba encantada. Por algún extraño motivo, la pasión que demostraba sentir Martin hacia ella la halagaba. Sabía comportarse como el caballero que era.
-Te ruego que me perdones-se disculpó Martin-Te estoy asustando.
-No estoy en absoluto asustada-afirmó Melinda.
-Mi comportamiento hoy está siendo deleznable.
Melinda disimuló una sonrisa. Hacía mucho tiempo que Martin y ella se conocían. Pero nunca antes había experimentado por él nada parecido a lo que estaba sintiendo.
¿Acaso se estaba enamorando de Martin? Aquel pensamiento pilló desprevenida a Melinda. Podía ser cierto. Podía estar enamorándose de él.
Martin no dudó en besarla de nuevo. La besó con pasión al tiempo que su lengua se introducía en el interior de la boca de Melinda. La joven rodeó el cuello de Martin con los brazos. Le devolvió aquel beso con intensidad.
Se sintió rara cuando se separaron.
-Será mejor que me lleves a casa-le pidió-Tío Héctor me estará esperando. Igual que Charlie...
-¿Dónde se metió tu prima ayer por la tarde?-le preguntó Martin-Tardó mucho en volver.
-No me ha querido contar nada.
Melinda quería olvidar lo ocurrido la noche antes. Sin embargo, Martin se lo estaba recordando. Dos criados colocaron sendos jergones en el cuarto de Jane.
Charlotte y Melinda se quedaron a dormir allí a dormir. Charlotte había vuelto pasadas tres horas.
Jane y ella se retiraron enseguida. Martin y Melinda se quedaron hablando durante un rato en el salón. El joven conde le habló de matrimonio. Y Melinda no supo qué contestar. Tenía la sensación de que todo estaba ocurriendo demasiado deprisa. Martin no se daba cuenta.
-Quiero pensarlo-le dijo.
Martin estaba dispuesto a esperar a Melinda todo el tiempo que hiciera falta. Se daba cuenta de que estaba logrando abrirse paso en el corazón de la joven.
-En el fondo, sientes hacia mí lo mismo que yo siento hacia ti-sentenció Martin.
Melinda no sabía qué pensar. Tenía la mente hecha un lío. Le resultaba muy difícil rechazar a Martin.
No iba a volver con su antiguo prometido. Éste la había olvidado. Martin era distinto a él. Martin la amaba de verdad.
La manera en la que Martin besó a Melinda, con tanta intensidad que se mareó, así se lo confirmó.
No pudo conciliar el sueño aquella noche. Jane parecía removerse inquieta en su cama. Y sospechaba que Charlotte tampoco podía dormir.
Podían sentarse a hablar.
-Janie...-llamó-Charlie...
No obtuvo respuesta alguna.
Melinda necesitaba hablar con alguien. Necesitaba contarle a alguien que estaba sumida en un mar de dudas. ¿Debía dejarse llevar por todos los sentimientos que Martin despertaba en ella? ¿Debía de controlarse? Podía volver a resultar herida.
Martin la besaba con amor.
No podía apartar aquella certeza de su mente. Martin estaba enamorado de ella. Martin no era como su antiguo prometido. Martin nunca le haría daño. Y, en el fondo, era algo que sabía muy bien.
Melinda no quería pensar en la noche anterior.
-Vuelvo a decirte que necesito tiempo-le dijo a Martin, de vuelta al presente-Dame tiempo.
-Está bien-cedió el joven conde.
-Siento que he empezado a sentir algo muy fuerte por ti. Y no es amistad.
-Sólo por eso, vale la pena esperar, Mel. En el fondo, también me amas tanto como yo te amo a ti.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)